Candidaturas independientes Federico Reyes Heroles12 Feb. 08 Muy honorable Corte: Intentaré hacer un bosquejo de por qué las candidaturas independientes son un eslabón clave en la evolución política de mi país. Dejaré de lado el contenido doctrinal y jurídico. En México, al igual que en otras naciones de nuestro continente, la emergencia de la ciudadanía fue muy tardía. Tuvimos Estado antes que ciudadanos. Todavía hoy el asunto queda retratado en el hecho de que el 85 por ciento de la población nunca ha participado organizadamente en trabajos que supongan algún tipo de asociación con otros ciudadanos. Sólo 6 por ciento de la población expresa tener interés de participar en un partido.Lo que sí hubo y hay en México son organizaciones corporativas, de campesinos, de obreros, de clases medias que llegaron a organizar, de arriba para abajo, a una sociedad básicamente sin vínculos. Había peso de las comunidades, indígenas en lo particular, pero los lazos horizontales no estaban ahí. La democratización política de nuestro país podría ser clasificada en dos momentos: el primero, en el cual desde el sistema cerrado y autoritario procedió a abrir cauces democráticos como respuesta a las diversas fuerzas excluidas de la arena política. Las confrontaciones políticas que engendró la falta de democracia son conocidas. La alternancia ha llegado al más alto nivel. Existe competencia real en alrededor del 80 por ciento de los distritos. La opinión pública ha cobrado gran fuerza. Avances hay. Sin embargo, también aparecen síntomas de una nueva cerrazón. Entramos a la segunda fase: México pasó del control político de un partido hegemónico al control político de tres partidos.Apunto algunas de las deformaciones que han surgido de las reformas constitucionales y legales de los últimos años. Primero, la parte dogmática de la Constitución, aquella que declara las garantías individuales, puede ser modificada por los tres partidos políticos mayores sin que exista un órgano jurisdiccional encargado con claridad de revisar los contenidos. Segundo, los legisladores pueden incurrir en severa violación de la normatividad, como fue el caso de la no designación de consejeros electorales en el IFE sin que exista recurso alguno que esté en manos de la ciudadanía para exigir responsabilidades. La única posibilidad es el juicio político que, paradójicamente, está en manos de los propios legisladores. Es decir, la mano izquierda encargada de vigilar a la derecha.Tercera, ante la modificación constitucional los ciudadanos carecen de un mecanismo claro de apelación: el recurso de inconstitucionalidad está reservado a ciertas autoridades y legisladores. El Tribunal Electoral está reservado en exclusiva para los partidos políticos; el amparo se cancela para la materia política y para reformas constitucionales. ¿Qué queda? Un ejemplo.Recientemente los legisladores limitaron la libertad de expresión a través de la propia Constitución para evitar que pudiera haber apelaciones ciudadanas. Esta fórmula, llevar a la Constitución preceptos que deberían estar en leyes secundarias con el fin de garantizar que sean intocables, se ha convertido en un camino perverso.Ante esta creciente tendencia a concentrar el poder en las dirigencias partidarias, que no necesariamente en los militantes, lo que ha ocurrido es el desmoronamiento de la credibilidad en tales instituciones. Los estudios de opinión muestran cómo los legisladores y los partidos políticos llegan a tener menos credibilidad que la policía, lo cual en nuestro país es hablar del sótano de la credibilidad.En México no existe la reelección, ni siquiera para regidores o presidentes municipales, ya no se diga para diputados locales o legisladores federales. ¿Quién se opone? De nuevo las dirigencias partidarias porque son ellas las que controlan la elaboración de las listas de los que serán los representantes populares de 107 millones de mexicanos. Así quien quiere desempeñarse como representante popular debe mirar hacia la dirigencia de su partido y no hacia la ciudadanía para ser incluido en las listas. El resultado: legisladores con muy escasa presencia en el país. Los dueños de las listas de candidatos son, cada tres años, los políticos más poderosos de México.Es en este contexto, de indefensión jurídica por parte de los ciudadanos, de auténticas violaciones a los derechos básicos de todo ser humano plasmadas paradójicamente en la propia ley y de brutal descrédito de los partidos políticos, que los ciudadanos han empezado a buscar otras alternativas. Las candidaturas independientes, que de facto ya se han presentado en algunos municipios, no son más que el resultado de la rebeldía ante este sometimiento a las estructuras partidarias. En el expediente presentado ante esta honorable Corte constan varios casos en los cuales la ciudadanía insatisfecha por las opciones ha decidido votar por otro ciudadano a sabiendas de que su lucha no tiene reconocimiento formal. No son casuales tampoco los bajísimos índices de participación que se han registrado en algunas entidades (menos del 30 por ciento) y que responden a una dolorosa decepción de la vida política en nuestro país.Las candidaturas independientes operarían como una válvula de escape. También como un acicate para que los partidos políticos busquen a los candidatos que mejor representen a la ciudadanía y a sus intereses, no los de las cúpulas partidarias. Agradezco su atención. Intervención en el caso Jorge Castañeda ante la CIDH (8 de febrero de 2008), San José de Costa Rica.