La convocatoria deseable Jorge G. Castañeda2 Abr. 08 En teoría debemos estar ya inmersos en un gran debate, intenso y sustantivo, sobre el futuro energético del país y el porvenir de Pemex. En teoría, también, hay dos grandes bandos en esta confrontación de políticas públicas, siempre envueltas en embalaje ideológico, y dicho debate encierra una serie de disyuntivas. Como éstas ya han sido mencionadas por participantes en ambas trincheras, me limitaré a enumerar algunas de las más importantes, no de manera exhaustiva.Para revertir la declinación de Cantarell y la caída cada vez más acelerada de la producción y exportación de crudo, ¿hay que invertir en recuperación secundaria y terciaria en los yacimientos activos, y explorar y extraer más en aguas someras y en tierra (Chicontepec), o concentrarse en la búsqueda de nuevos yacimientos más cuantiosos y de mayor rendimiento en las aguas profundas y ultraprofundas del Golfo? En cualquiera de los dos casos, ¿cuenta Pemex o puede contar Pemex con financiamiento, tecnología y sobre todo capacidad de gestión y ejecución de proyectos para trabajar solo, o debe asociarse y/o permitir la inversión privada nacional y/o extranjera, minoritaria, para proveerse de aquello de lo que carece: financiamiento, tecnología, capacidad de gestión y ejecución de proyectos? En caso de concluir que la segunda opción es la correcta, ¿requiere de reformas constitucionales o únicamente de cambios a las leyes reglamentarias de los artículos 25, 27 y 28 constitucionales? De nuevo, en caso de que la segunda opción fuera la correcta, ¿permitiría ello la opción de contratos de riesgo, y habría una mayoría en el Congreso para ellos, y fracasaría la inevitable acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte por parte del PRD? O, en otra hipótesis, ¿bastaría con recurrir a los contratos de desempeño (performance contracts) para atraer a los aliados o asociados o socios de Pemex sólo mediante el pago en dinero y no en especie por un mejor cumplimiento de lo esperado de las metas especificadas? En caso de que así fuera, ¿es cierto que British Petroleum ya aceptó trabajar con Pemex en un esquema de este tipo, siendo contratada como empresa de servicios más que como empresa petrolera?Sin embargo, puede haber una disyuntiva más importante que todas éstas y que tal vez refleje las verdaderas opciones abiertas al gobierno de Calderón, en la coyuntura actual, y probablemente en lo que resta del sexenio, y que encierra todos los dilemas mencionados y otros más. Hablaré más bien de ellos que de las alternativas expuestas, unas cuya elección descansaría en un conocimiento del cual carezco, y otras de una especulación inverificable por el momento. Para ser claros, ¿qué le conviene más al país hoy: que el Ejecutivo presente la reforma deseable (huelga decir, en su opinión) aunque sepa que la va a perder por ahora, pero que el formularla y presentarla le permita lanzar en la persona del presidente del República y de sus principales colaboradores una gran campaña para convencer a la opinión publica de los méritos de esa iniciativa, o la reforma posible, a saber, lo que Los Pinos consiga que Beltrones consiga, que Gamboa consiga, entre los diputados menos recalcitrantes del PRI? La segunda opción, la reforma light, se ha ido achicando. Se limitaría a ciertos cambios internos de Pemex, quizás modificar la composición del consejo de administración, o permitir explícitamente los contratos de desempeño, o desburocratizar las compras y asignaciones de contratos, o alguna forma de autonomía de gestión, que difícilmente reventaría el candado presupuestal hacendario que tiene maniatado a Pemex desde 1982. Nada garantiza que incluso esta reforma sea aprobada, y por tanto el epíteto posible es más o menos hipotético.La reforma en grande, o recurriendo a una analogía que a muy pocos encantará, "the whole enchilada", es de otro calado. Implica cambios constitucionales que permitirían la inversión privada minoritaria, nacional y/o extranjera en la prospección, extracción y producción de crudo y gas seco y asociado, refinación, transporte y petroquímica básica, en aguas profundas, ultraprofundas y someras, en tierra y en su caso en el extranjero, sometiendo a Pemex a la vez a la autonomía de gestión propia de una empresa pública en ambos sentidos de la palabra (propiedad estatal y cotizada en Bolsa) y liberada de cualquier candado macroeconómico, a un consejo de administración compuesto exclusivamente por accionistas y en su caso consejeros independientes, y en un régimen fiscal equiparable al de otras empresas aunque el Estado conserve por supuesto el control de las decisiones estratégicas.Todos sabemos que hoy en día esta reforma es imposible; pero no plantearla permite a muchos evitar definirse sobre si es deseable. Mi postura, como se lo dije a un centenar de estudiantes de la facultad de economía de la Universidad Autónoma de Yucatán en Mérida hace un mes, es que es altamente deseable; también les dije que importaba más su opinión que la mía, y me permití preguntarles que alzaran la mano a favor o en contra para conocerla. Entre 60 y 70 jóvenes de una facultad centrista de una universidad pública de un estado con gobernador priista dijeron que estaban a favor de la inversión privada minoritaria en Pemex, una decena en contra, una decena sin opinión. Si el gobierno da la batalla de la opinión pública, puede ganarla. Ya después se verá cómo transformar el apoyo de dicha opinión en votos en el Congreso, pero nunca se obtendrá ese apoyo si no se busca.