¿ES EVO MORALES UN CHE GUEVARA INDIGENA?

¿ES EVO MORALES UN CHE GUEVARA INDIGENA?Evo Morales, el nuevo presidente de Bolivia, no es el primer jefe del ejecutivo en Latinoamérica de origen indígena. Este fue Benito Juárez de México durante la segunda mitad del siglo 19. Y Bolivia no es del todo América “Latina”; ésta y Guatemala son las únicas naciones en el hemisferio en donde los pueblos indígenas representan a la mayoría de la población.Sin embargo, no debe subestimarse la importancia de la victoria electoral de Morales, tanto por su valor simbólico como por las implicaciones que podría tener para el resto del hemisferio. En una región en la que la concentración del poder y la riqueza siempre ha sido escandalosa, y mayor que en cualquier otra parte del mundo, tener un presidente que pertenezca a las comunidades indígenas no es asunto pequeño. Bolivia siempre ha sido un país algo paradigmático: la revolución de los campesinos y mineros de estaño en 1952 fue una de únicamente cuatro revoluciones latinoamericanas verdaderamente populares en el siglo 20 (junto con la de México, Cuba y Nicaragua); fue trágica y equivocadamente seleccionada por Fidel Castro, el Che Guevara y Régis Debray a mediados de los 60s como plataforma para el lanzamiento de los movimientos guerrilleros en toda Sudamérica; y fue, junto con Chile, la primera nación en someterse a “reformas estructurales” o la “Reaganomics del trópico” a mediados de los 1980s. El reconstruido y viejo líder de la revolución de 1952, Victor Paz Estenssoro, asesorado por Jeff Sachs, intentó uno de los más radicales e inicialmente exitoso “tratamientos de choque” en contra de la hiperinflación y subsecuentemente en contra de la pobreza extrema. Con el paso del tiempo, tampoco funcionó, pero se volvió emblemático de los esfuerzos análogos en otras partes. Similarmente, las campañas para erradicar las drogas en Estados Unidos con frecuencia se refieren o tratan de reproducir lo que desde una cierta perspectiva fue considerado como un enorme éxito: la sustitución de cultivos y la intervención militar en la región de Chaparé cerca de Cochabamba, también desde mediados de los 80s hacia adelante. De hecho, el cultivo de la hoja de coca se transfirió simplemente al valle alto del Huallaga en Perú, dejando tras de sí a un gran número de furiosos y empobrecidos productores en Bolivia. Entre ellos, por supuesto, estaba Evo Morales.Su llegada a la presidencia con casi el 55% del voto y una mayoría que le respalda en la rama legislativa, bien pudiera tener implicaciones para la región así como para las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Hay una cierta tendencia izquierdista en América Latina en la actualidad, pero no es homogénea. Aquellos partidos de los líderes de la izquierda que vienen de una vieja tradición comunista, socialista o castrista (con la excepción del mismo Castro) tienden a haber cruzado el Rubicón hacia la economía de mercado, la democracia representativa, el respeto por los derechos humanos y una postura geopolítica responsable. Entre ellos se encuentran Ricardo Lagos de Chile y su sucesora, Michelle Bachelet; Luiz Inacio Lula da Silva de Brasil; e incluso, quizá, Tabaré Vázquez en Uruguay. Pero aquellos cuyas raíces están demasiado hundidas en la tradición populista latinoamericana, como Hugo Chávez de Venezuela, Nestor Kirchner de Argentina, el potencial nuevo presidente de México Andrés Manuel López Obrador y Evo Morales de Bolivia son una casta diferente. Están menos convencidos de los imperativos de la globalización y la economía ortodoxa, del valor intrínseco de la democracia y el respeto por los derechos humanos, y no les gusta otra cosa más que retar a la Casa Blanca, y particularmente a sus ocupantes actuales.La “nueva izquierda” de Chile, Brasil y Uruguay que viene de la “vieja izquierda” no sólo se ha reconstruido a sí misma después de experimentar de primera mano los desastres de lo que fuera el bloque soviético y Cuba; posee una agenda doméstica que se remonta a sus raíces: el combate a la pobreza; la reducción de la desigualdad; el mejoramiento de la salud, la vivienda, la educación; etc. Su agenda externa puede ocasionalmente llevarla a tener desacuerdos con Washington – como Chile respecto a Irak o Brasil en el comercio – pero sin estridencia. La izquierda populista, por otro lado, no tiene una muy buena agenda doméstica – el populismo rara vez la tiene, excepto regalar y gastar dinero con propósitos políticos – pero utiliza sus credenciales del ala izquierda a la antigua usanza – con una política externa anti-Estados Unidos y pro-Habana.Con toda probabilidad, esto es lo que Morales hará en Bolivia. No tiene mucho campo de acción en cuestiones como el gas natural, la asistencia y la deuda estadounidense y externa, el apoyo del Banco Mundial, etc. Ser demasiado radical en cualquiera de estos frentes no sólo alienará a la asistencia financiera y la inversión del exterior, sino podría intensificar las fuerzas centrífugas, cuasi-secesionistas que operan en los valles bajos más prósperos del este del país alrededor de Santa Cruz. Además, se tienen que realizar enormes esfuerzos para combatir la pobreza extrema en Bolivia (pues junto con Haití son las dos naciones más pobres del hemisferio), pero tampoco aquí los resultados serán espectaculares al corto plazo. Entonces, Morales tendrá que hacer lo que hacen siempre los populistas de esta variedad: atacar a Washington y congraciarse con su base electoral, es decir, los productores de hojas de coca del Chaparé, donde comenzó su carrera política hace años. Ha iniciado de manera nada ambigua con Estados Unidos: sus primeros viajes al extranjero fueron a La Habana y a Caracas, y hará todo lo posible por incluirse en el llamado “eje del bien” fundado por Fidel Castro y Hugo Chávez. Y al no sólo negarse a continuar con los programas para la erradicación de la coca, sino anunciar de hecho que pretende incrementar las superficies bajo cultivo – ya que la hoja de coca es un artículo tradicional de consumo en las tierras altas de Bolivia — Morales alcanzó dos objetivos a la vez: adoptar un curso de colisión “políticamente correcto” con Washington, y acercarse a su base más extrema, algo que George Bush comprende bien. Pero al final del día, es poco probable que Evo Morales pueda resucitar al Che Guevara o convertirse en un Fidel Castro andino. Su país, que tiene fronteras con otros cuatro, es trágicamente pobre (aunque rico en reservas de gas natural), depende dramáticamente de la ayuda exterior y tiene una historia de inestabilidad como ninguna otra nación en América Latina. Si Estados Unidos conserva la calma, y Brasil finalmente decide participar en las cuestiones hemisféricas, Morales hará noticia, pero no historia. Ojala todos puedan notar la diferencia.

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