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¿Cómo?

Verde en serioEl presidente Felipe Calderón leyó a Jorge Castañeda. Olvidó la celebración fatua, reconoció el fracaso y convocó a la reforma. Anticipa el juicio de la historia: vale más una prédica sincera, autocrítica y visionaria, que la persistencia estéril; incluso, previendo que poco saldrá de la clase política dogmática y mediocre (son una generación perdida) que nos hemos dado. El desplante presidencial fue valiente y honesto, y la forma raramente emotiva, pero faltó contenido.El lúgubre escenario mexicano no se despeja sólo con enunciados genéricos. Exige un paso más del Presidente; demanda algunos principios tangibles para las reformas, aunque ofendan a intereses y a catecismos poderosos y mórbidos. La convocatoria a 10 reformas abstractas no es suficiente para vencer la autocensura, el miedo y la mezquindad política que nos agobian. El liderazgo empieza por dar sentido y dirección, por decir cómo. Que los matices, contrapesos, alcances, instrumentos y detalles se configuren en el debate abierto.La agenda no es nueva. La pobreza sólo se erradica con crecimiento económico acelerado y sostenido durante décadas; ahí están las rotundas experiencias asiática y chilena. Financiar un sistema universal de salud exige nuevos impuestos o una reasignación masiva del gasto. La educación de calidad significa romper el sistema de impunidades y canonjías sindicales e introducir competencia y rendición de cuentas en el sistema. La reforma hacendaria indispensable conlleva impuestos indirectos universales (IVA y carbon tax), un gravamen único y competitivo sobre el ingreso, eliminar subsidios a los energéticos, y recortar burocracias y prebendas a sindicatos y partidos. La verdadera reforma de las empresas estatales monopólicas significa que dejen de serlo.En el mercado laboral y en telecomunicaciones, la transparencia y la competencia son claves fundamentales.La lucha contra el crimen implica reformar el Ministerio Público y crear una policía nacional. En materia política, al menos son exigibles la reelección de presidentes municipales y legisladores, el referéndum y las candidaturas independientes.Es urgente confrontar la lógica obtusa y litúrgica de los políticos con la lógica de la aritmética, de la economía y del interés nacional. Será más productivo un disenso argumentado y abierto a la inteligencia que un consenso minimalista.Sabiendo imposibles las reformas, si en verdad es impertérrito el conservadurismo mexicano, el servicio prestado a la nación en este debate será invaluable.La discusión así encendida haría que en las elecciones del 2012 se dirimieran proyectos claros y contrastantes de país, y no sólo estúpidos lugares comunes, como hasta ahora. Sería fecundada una nueva racionalidad colectiva, que inevitablemente se expresaría en las urnas. Felipe Calderón quedaría a salvo del estigma de mediocridad que fulmina a esta generación de políticos.

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