Un año, un futuro

Un año, un futuroMacario Schettino20 de noviembre de 2009 EL UNIVERSALHoy se cumplen 99 años de lo que llamamos el inicio de la Revolución Mexicana. En realidad, celebramos un mito creado posteriormente, para dar legitimidad a los ganadores de la serie de guerras civiles. No importa, es una fecha para celebrar, y no hay que amargar las fiestas. No voy a repetirle, entonces, lo que tantas veces he escrito al respecto, pero sí a recomendarle el número de noviembre de la revista Nexos, que en tres bloques presenta análisis y debates interesantes respecto al presente, pasado y futuro.Un breve resumen y análisis de los primeros dos aparecen en mi columna Economía Informal en esta semana, de forma que hoy, más que hablar una vez más de esa inexistente Revolución Mexicana, prefiero comentarle el tercer bloque, y texto principal, del Nexos de noviembre: “Un futuro para México”, escrito por Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda.El punto de partida de este amplio ensayo es la necesidad de romper con el pasado encapsulado en el nacionalismo revolucionario y tomar las decisiones que nos conviertan en un país exitoso. Decisiones que, a decir de Aguilar Camín y Castañeda, pueden agruparse en cuatro temas: los cambios que requiere la economía, el lugar que queremos ocupar en el mundo, la universalización de derechos y la productividad de la democracia. Cuatro dimensiones de un mismo problema que no deben considerarse por separado, sino sólo para su análisis, pero que exigen implementación simultánea para poder funcionar.Los cambios que requiere la economía, dicen los autores, no son nada del otro mundo. Se trata de orientar las instituciones y los recursos de la economía a la generación de riqueza, y no a la redistribución de rentas, como lo hizo el régimen de la Revolución. Se trata de eliminar los espacios de generación de riqueza capturados por monopolios públicos o privados, de generar las condiciones para incrementar la productividad de la mano de obra, y de convertir a la educación (aunque este tema lo separan los autores) en palanca para el crecimiento nacional y la igualación de oportunidades, a diferencia de lo que es hoy.En cuanto al lugar que México debe ocupar en el mundo, Aguilar Camín y Castañeda se inclinan por decidirnos definitivamente a ser parte de América del Norte, frente a la alternativa latinoamericana. Entre las muchas razones que plantean, me parece que la más importante es que esta decisión ya la tomó más de 15% de los mexicanos, que con sus familias deben representar una mayoría absoluta de la población. Cabe agregar a los argumentos de los autores que, según las encuestas al respecto, sólo en el centro de México existen dudas acerca de esa decisión. El norte y el sur de nuestro país tienen amplias simpatías por el país vecino. El reducto antinorteamericano se concentra en esa región que tanto cosechó en los tiempos del régimen de la Revolución, y que hoy representa el último reducto del nacionalismo revolucionario devenido en falso izquierdismo: la zona metropolitana de la capital.La tercera decisión, universalizar los derechos para construir una sociedad equitativa, es el punto de partida de los autores para discutir el tema fiscal. Es precisamente para poder dar a todos los mexicanos un “piso” razonable (fundador de un Estado de bienestar moderno, lo llaman ellos) que tenemos que cobrar impuestos, y bien cobrados. Pero para que en realidad podamos dar a todos los mexicanos los servicios básicos de salud, educación y seguridad social, es determinante modificar de raíz el enfoque que hoy seguimos, y que excluye a más de dos terceras partes de los mexicanos de cualquier posibilidad, y por ello mismo se les llama informales. Aguilar Camín y Castañeda hacen suya, pues, la propuesta de Santiago Levy que en otras ocasiones hemos comentado con usted.Finalmente, el ensayo propone tres bloques de reformas para transformar el sistema político actual en algo productivo: segunda vuelta electoral sin sobrerrepresentación, reelección de legisladores y candidaturas independientes, y una Presidencia fuerte, que hoy no hay, a diferencia de lo que se cree.Aguilar Camín y Castañeda plantean un buen punto de partida para el debate, que hoy resulta inevitable debido a la catástrofe económica que se avecina, y que no se quiere ver. En el fondo, de lo que se trata es de reconocer que el camino por el que transitamos durante el siglo XX no era el bueno, y en lugar de llevarnos al paraíso que la mítica Revolución preconizaba, nos ha llevado al páramo en que hoy estamos. Seguir por donde veníamos será sólo hundirnos más.Las propuestas del ensayo referido son interesantes, pero no podrán ser discutidas seriamente hasta que no estemos dispuestos a aceptar el gran fracaso que ha sido México en estos últimos 99 años. Lo vuelvo a decir: nuestro problema es mental.

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