La guerra fallida

La guerra que Felipe Calderón profundizó en contra de los cárteles de la droga ha sido presentada por el gobierno —y aceptada por gran parte de la ciudadanía— como indispensable, vital para la supervivencia del Estado mexicano: la única y mejor vía para recuperar la seguridad y la tranquilidad. Sin embargo, el reciente libro de Jorge Castañeda y Rubén Aguilar, El narco: la guerra fallida (2009), aporta una gran cantidad de información —nacional e internacional— que pone en entredicho la validez de las premisas sobre las cuales el gobierno ha justificado su estrategia antinarco. Algunas de las conclusiones a que estos autores llegan son las siguientes: 1) México es uno de los que reporta más bajos niveles de consumo en relación con los países desarrollados e incluso con los más importantes de América Latina. En total, los adictos reportados representan 0.4% de la población (600 mil), frente a 3% de la enorme población de Estados Unidos, 2.1% de Alemania y 1.8% de Holanda. 2) Es entre los adolescentes de 12 a 18 años donde menos ha crecido el consumo, un incremento marginal. Sólo 5% de los varones, y ninguna mujer, ha obtenido por primera vez la droga a través de vendedores. El resto lo ha hecho de amigos o familiares. No es, pues, el narcomenudeo el que más propicia el nuevo consumo. No se sustenta entonces que esta guerra sea para evitar “que la droga llegue a tus hijos”, cuando, además —agrego yo — debieran enfocarse el esfuerzo a que “tus hijos no busquen la droga”. Es decir, prevención, educación, publicidad antidrogas. 3) Existe la pretensión de que la guerra ha elevado los precios de la droga (por ejemplo, la cocaína) que la harían menos accesible, pero en general los precios han bajado, en virtud de que su producción y su disponibilidad han crecido. En Colombia, se redujo la violencia, es cierto, pero la producción de coca, lejos de disminuir, se incrementó, para surtir tanto al mercado norteamericano como al europeo. 4) Se ha dicho que el incremento de la violencia hacía inevitable la profundización de la guerra del Estado contra el narco (que iniciaron Ernesto Zedillo y Vicente Fox). Pero, de 1998 a 2006, los índices de homicidios en general, y de los dolosos en particular, se redujeron entre 20 y 30% respectivamente. Por ello, se preguntan los autores: “¿Para qué diablos había que desatar una guerra sangrienta contra el narco debido a una violencia intolerable, cuando ésta venía bajando?”. Es verdad que la violencia vinculada al narco ha crecido en los últimos años, pero el alza coincide justo con la intensificación de la guerra. Es decir, no es causa, sino consecuencia de la guerra: “En la medida en que las autoridades mexicanas privilegian la estrategia punitiva en el combate al narcotráfico, los cárteles se ven obligados a destinar más recursos para dotarse del poder de fuego necesario y hacer frente a la embestida. Y como disponen del dinero y las fuentes de abastecimiento para lograrlo… los niveles de enfrentamiento crecen, y con ello, la violencia”. La estrategia ha resultado, pues, contraproducente, si lo que se buscaba era reducir los niveles de violencia e inseguridad pública. 5) La prolongada lucha contra el narco no ha abatido el nivel de consumo en Estados Unidos, que es estable, ni tampoco ha bajado los precios de la droga a mediano plazo que, por el contrario, muestran una tendencia a la baja. Además, la variación de precios (al alza o a la baja) no afecta el nivel de consumo, que es constante. Calderón recién reconoció que las drogas —es decir, su demanda y oferta— no podrán ser eliminadas jamás.6) Se puede argumentar que la guerra ha tenido algunos logros, aunque no todos los deseados. La pregunta es si el saldo es positivo. Los autores se plantean: “El dilema consiste en determinar con precisión… si el hipotético incremento compensa el inmenso costo de la guerra”. La respuesta de los autores a esa pregunta —que comparto— sería un contundente no.Por todo lo cual, concluyen los autores: “El consumo de las drogas ha sido y seguirá siendo parte de la sociedad en todas las épocas de su historia; es necesario aprender a vivir con la realidad de las drogas”. En otras palabras, seguir una política de reducción de los daños, más que la utopía de erradicar la oferta de drogas. Fernando Gómez Mont ha pedido que le digan alternativas a la actual estrategia; en este libro se discuten varias. Este libro es, en todo caso, ampliamente recomendable para los interesados en el tema.Es verdad que la violencia vinculada al narco ha crecido en los últimos años, pero el alza coincide con la intensificación del combate.

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