Veinte años después de su fundación, el perredismo acude a un cónclave del que pretende emerger como una fuerza política con nuevos principios. Dos expertos en el tema, uno mexicano y otro español, analizan el porvenir del partido de izquierda más importante de México.A la imagen de las ruinas arqueológicas recurre Jorge Castañeda para describir a la izquierda mexicana: “Es una sucesión de construcciones, una encima de la otra, como Tenochtitlán. O México sobre Tenochtitlán”, dice el escritor, político y profesor universitario.A 90 años de la fundación del Partido Comunista Mexicano (PCM) y en la antesala de un congreso que pretende la refundación del PRD, vale la comparación para explicar, desde la perspectiva de Castañeda, las razones que han impedido a la izquierda mexicana reformarse, modernizarse, aprovechando la experiencia del pasado para resolver disyuntivas históricas que nunca ha podido zanjar, dice.“Hay las lecciones que la izquierda actual podría aprender de lo que al final del día fue el fracaso del PCM. Fracaso en el sentido de que, a pesar del enorme heroísmo de muchos de sus miembros y de los aportes indudables que hizo a la vida política, cultural e intelectual del país, nunca llegó a ser una fuerza política de primera línea, a diferencia de los partidos comunistas chileno o uruguayo”.Para Castañeda, tres son las disyuntivas que siguen pendientes en la agenda de la izquierda, en herencia de pasado. “El PCM nunca pudo resolver la diferencia entre reforma y revolución, entre lucha armada y lucha electoral y pacífica, entre ser un partido nacional y ser un partido con una lealtad incondicional ante la URSS en los primeros 40 o 50 años y ante Cuba, después. Estas disyuntivas bien pueden ser fuente de mucho aprendizaje para la izquierda hoy. Por desgracia, da la impresión de que no les interesa en lo más mínimo”.Hay evidencias de lo que afirma: “El PRD y Andrés Manuel López Obrador no han querido nunca enfrentar directamente la disyuntiva de reforma o revolución. Qué quieren para México: ¿una revolución que cambie la estructura económica, social, política e internacional del país? O quieren reformar el estatu quo, mejorarlo, pero sin cambiarlo de fondo para que México siga siendo una democracia representativa, perfectible obviamente, y con una economía de mercado. Sucede lo mismo con la situación internacional: ¿quieren sacar a México del eje con Estados Unidos, de ese ámbito de seguridad, de la cooperación tan estrecha en tantos temas, y reubicar a México en América Latina, según ellos? O aceptan la pertenencia de este país en el ámbito internacional tal como es hoy.Resolver estos dilemas no es tema menor, porque definirá el rostro de la izquierda en el futuro. Castañeda plantea así el reto: “Ser reformista en México hace mucho sentido. Ser revolucionario, en mi opinión, no hace mucho sentido. Pero lo que no se entiende es no querer elegir y lo vemos con la ambigüedad del PRD ante los grupos armados, por ejemplo. Desde el zapatismo, el EZLN y el ERP, en México, y frente a las FARC en Colombia. Ésta es otra disyuntiva que el PCM nunca resolvió”.El ámbito internacional también hay decisiones por tomar, particularmente en la relación con Cuba, dice Castañeda: “El PRD nunca ha querido deslindarse de la falta de democracia en la isla, de las violaciones a los derechos humanos, del autoritarismo y la dictadura eterna en ese país, lo cual pone en tela de duda su compromiso con la democracia, con el respeto a los derechos humanos y con la alternancia. Es el mismo dilema del PCM con el PCUS y con Moscú en los años 30 y 40. En muchos casos, el PRD ha mostrado tener mas lealtades con Cuba que con el gobierno de México”.—¿Qué dificultad encuentra el PRD para reformarse?La izquierda mexicana es como las ruinas arqueológicas mexicanas, es decir, es una sucesión de construcciones, una encima de la otra. “Sobre el Partido Comunista Mexicano, en los años sesenta y setenta, se construyó el PSUM, con grupos más moderados. Luego vino el PMS, con el nacionalismo democrático de Heberto Castillo. Más tarde llegaron Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, con el PRI democrático, para formar el PRD, y por último la llegada a este partido de otros grupos radicales. Eso impide que haya memoria, porque cada nuevo arribo borra el pasado anterior.A la imagen de las ruinas arqueológicas recurre Jorge Castañeda para describir a la izquierda mexicana: “Es una sucesión de construcciones, una encima de la otra, como Tenochtitlán. O México sobre Tenochtitlán”, dice el escritor, político y profesor universitario.A 90 años de la fundación del Partido Comunista Mexicano (PCM) y en la antesala de un congreso que pretende la refundación del PRD, vale la comparación para explicar, desde la perspectiva de Castañeda, las razones que han impedido a la izquierda mexicana reformarse, modernizarse, aprovechando la experiencia del pasado para resolver disyuntivas históricas que nunca ha podido zanjar, dice.“Hay las lecciones que la izquierda actual podría aprender de lo que al final del día fue el fracaso del PCM. Fracaso en el sentido de que, a pesar del enorme heroísmo de muchos de sus miembros y de los aportes indudables que hizo a la vida política, cultural e intelectual del país, nunca llegó a ser una fuerza política de primera línea, a diferencia de los partidos comunistas chileno o uruguayo”.Para Castañeda, tres son las disyuntivas que siguen pendientes en la agenda de la izquierda, en herencia de pasado. “El PCM nunca pudo resolver la diferencia entre reforma y revolución, entre lucha armada y lucha electoral y pacífica, entre ser un partido nacional y ser un partido con una lealtad incondicional ante la URSS en los primeros 40 o 50 años y ante Cuba, después. Estas disyuntivas bien pueden ser fuente de mucho aprendizaje para la izquierda hoy. Por desgracia, da la impresión de que no les interesa en lo más mínimo”.Hay evidencias de lo que afirma: “El PRD y Andrés Manuel López Obrador no han querido nunca enfrentar directamente la disyuntiva de reforma o revolución. Qué quieren para México: ¿una revolución que cambie la estructura económica, social, política e internacional del país? O quieren reformar el estatu quo, mejorarlo, pero sin cambiarlo de fondo para que México siga siendo una democracia representativa, perfectible obviamente, y con una economía de mercado. Sucede lo mismo con la situación internacional: ¿quieren sacar a México del eje con Estados Unidos, de ese ámbito de seguridad, de la éxico del eje con Estados Unidos, de ese ámbito de seguridad, de la cooperación tan estrecha en tantos temas, y reubicar a México en América Latina, según ellos? O aceptan la pertenencia de este país en el ámbito internacional tal como es hoy.Resolver estos dilemas no es tema menor, porque definirá el rostro de la izquierda en el futuro. Castañeda plantea así el reto: “Ser reformista en México hace mucho sentido. Ser revolucionario, en mi opinión, no hace mucho sentido. Pero lo que no se entiende es no querer elegir y lo vemos con la ambigüedad del PRD ante los grupos armados, por ejemplo. Desde el zapatismo, el EZLN y el ERP, en México, y frente a las FARC en Colombia. Ésta es otra disyuntiva que el PCM nunca resolvió”.El ámbito internacional también hay decisiones por tomar, particularmente en la relación con Cuba, dice Castañeda: “El PRD nunca ha querido deslindarse de la falta de democracia en la isla, de las violaciones a los derechos humanos, del autoritarismo y la dictadura eterna en ese país, lo cual pone en tela de duda su compromiso con la democracia, con el respeto a los derechos humanos y con la alternancia. Es el mismo dilema del PCM con el PCUS y con Moscú en los años 30 y 40. En muchos casos, el PRD ha mostrado tener mas lealtades con Cuba que con el gobierno de México”.—¿Qué dificultad encuentra el PRD para reformarse?La izquierda mexicana es como las ruinas arqueológicas mexicanas, es decir, es una sucesión de construcciones, una encima de la otra. “Sobre el Partido Comunista Mexicano, en los años sesenta y setenta, se construyó el PSUM, con grupos más moderados. Luego vino el PMS, con el nacionalismo democrático de Heberto Castillo. Más tarde llegaron Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, con el PRI democrático, para formar el PRD, y por último la llegada a este partido de otros grupos radicales. Eso impide que haya memoria, porque cada nuevo arribo borra el pasado anterior.