La supervivencia política priista

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Cuando se quieren alterarlas costumbres y maneras nocabe hacerlo por medio de leyes.MontesquieuTres ensayos publicados en la revista Nexos de noviembre y diciembre han resucitado el debate acerca de la postergada reforma del Estado. Los textos escritos por Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda, María Amparo Casar, y José Córdoba Montoya, proponen ideas para resolver el problema de una democracia desorientada, que ha impedido el desarrollo del país, mediante reformas legales que propicien una mejor funcionalidad de las instituciones. El presidente Felipe Calderón se ha sumado al propósito de rediseñar la organización del Estado.Para remediar lo que llaman una democracia paralítica, Aguilar y Castañeda proponen tres reformas fundamentales: 1. Segunda vuelta presidencial y supresión de la cláusula de sobrerrepresentación, con el fin de producir mayorías claras. 2. Abrir el régimen de partidos, reelección (legislativa) consecutiva y candidaturas independientes. 3. Referendo, veto y “leyes guillotina” para fortalecer al Ejecutivo. Por su parte, José Córdoba (jefe de facto del gabinete de Salinas), propone que se eliminen 100 diputados plurinominales y el tope de ocho puntos a la “sobrerrepresentación”, además de introducir la cláusula de gobernabilidad, con el fin de garantizar que “el partido del presidente tenga una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados durante por lo menos el primer trienio de su mandato”.Con rigor analítico y sustento empírico, Casar rebate dichos postulados al mostrar que la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, la reelección y disminución del número de legisladores, ligada a la modificación del sistema mixto de representación, las candidaturas independientes y las diversas formas de democracia directa, no tendrían como consecuencia necesaria lograr el propósito de hacer más eficiente al sistema político mexicano. Adicionalmente, Casar concluye que la creación de un nuevo marco legal e institucional no basta para que México salga del estancamiento en que se encuentra, debido a que los mexicanos somos “a prueba de instituciones”.El historiador mexicano Edmundo O’Gorman también desconfiaba de la capacidad de la ley para cambiar las costumbres de los pueblos. En su obra La supervivencia política novohispana, criticaba la fe de los liberales mexicanos del siglo XIX en “el efecto mágico de la ley”, lo cual les hacía pensar que la sola imitación de la constitución y las leyes de Estados Unidos convertiría a México, ipso facto, en una nación moderna.Enunciada en los términos de O’Gorman, la actual encrucijada de Jano para México sería: querer ser democrático y próspero como Estados Unidos (mediante una unión económica con ellos, como lo proponen Aguilar y Castañeda), conservando el modo de ser priista, definido por la simulación, el chanchullo y la corrupción como instrumentos esenciales de la acción pública.Imposible olvidar las traumáticas consecuencias que tuvo el presidencialismo autoritario durante las siete décadas de la hegemonía del PRI. No queremos modernidad económica sin modernidad política, como ocurrió durante el salinato. La violación de la autonomía del IFE o los intentos por acotar o vulnerar la autonomía de otras instituciones democráticas, como el IFAI, la Cofetel o la Auditoría Superior de la Federación, son prácticas antidemocráticas capaces de nulificar el efecto positivo que pudiera tener cualquier reforma. No olvidemos que una de las causas fundamentales de nuestra deficiente democracia es la distancia entre la normatividad jurídica y la práctica política, entre el México legal y el México real.La supervivencia política del priismo autoritario tiene tanta vigencia hoy como la tuvo la idea monárquica durante el primer siglo de nuestra vida independiente. Actualmente, la prevalencia de cultura política del autoritarismo priista constituye el principal obstáculo para que funcione cualquier ingeniería constitucional.Por ello, además de que las mayorías en el Congreso no constituyen en sí mismas garantía de buen gobierno, percibo una nostalgia autoritaria en la proposición de fortalecer al presidente a riesgo de provocar una regresión en el proceso democratizador del país. Si se aprobaran las reformas mencionadas, propuestas por Aguilar, Castañeda y Córdoba, y el PRI ganara la presidencia en 2012, existiría el peligro de dar sustento jurídico a una versión renovada del autoritarismo priista. Ello implicaría no sólo un grave retroceso político, producto de la desmemoria histórica, sino un “masoquismo colectivo” de los mexicanos, como nos previno Mario Vargas Llosa. Cuidado.

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