Ícono del sitio Jorge Castañeda

Defender la reforma

Aunque los próximos días y semanas la agenda nacional será dominada por la guerra contra el narco -o por discusiones bizantinas como Juanito, o importantes como los matrimonios y adopción gay- ningún tema tiene la importancia de las reformas institucionales o políticas propuestas por Felipe Calderón. Su destino dependerá de muchos factores pero conviene subrayar tres que, sin ser los únicos, pueden ser cruciales.Primero: que Calderón le eche ganas. Abrir el hiato entre el momento de lanzar la iniciativa y la coyuntura a partir de la cual empieza su promoción fue un riesgo, tal vez no había de otra, y el vacío lo llenaron los detractores de la reforma, es decir de la reelección, la segunda vuelta, del referéndum y de las candidaturas independientes. Ahora Calderón puede demostrar que realmente le importa esta reforma y dedicarle todo el peso y autoridad de su investidura. Lo que no resulta creíble, ni factible, es que una iniciativa de este calado pueda avanzar sin el presidente de la República. Calderón y su gabinete deberían salir a partir de estos días a los medios, ir a foros académicos y empresariales para alentar su reforma. Porque si no es suya, no será de nadie.Segundo: que los sectores independientes del gobierno, del PAN y del Estado también brinden su apoyo, más allá de las diferencias de detalle. Si quienes están de acuerdo en lo general con la reforma, pero discrepan con minucias y sólo insisten en ellas, entonces complican que la reforma se dé. Es una propuesta para el Círculo Rojo, aunque su pertinencia es mucho mayor para el Círculo Verde: no se pueden tomar decisiones a favor del empleo, la seguridad, la educación y la salud si no hay instituciones para ello. El debate es inevitablemente entre élites. Si esas élites no dan la cara y hacen a un lado sus pequeñas diferencias, es poco probable que prospere.Tercero: la manera de dar el debate con los detractores de la reforma. Estos ya se han manifestado y sus argumentos se reducen a pocas tesis falaces y simplistas. La primera, tipo Peña Nieto, es que va contra la historia de México. A reserva de saber con precisión cuál es esa historia, parece difícil encontrar en los más de dos siglos de sucesos nacionales un hilo conductor claro sobre reelección, segunda vuelta, referéndum y candidaturas independientes. Para cada una existen ejemplos y contra ejemplos, antecedentes y refutaciones. La historia en esto no sirve de gran cosa porque no estamos todos de acuerdo sobre lo que ella dice (y qué bueno). La segunda tesis es la insuficiencia de los componentes de la reforma para lograr los fines de sus opositores, o bien el desacuerdo con los argumentos del gobierno. Por ejemplo, se dice que si la segunda vuelta es para evitar elecciones cerradas como en 2006, pues abundan los ejemplos donde la segunda vuelta dio un desenlace igual. Pues sí, pero es deseable por muchas otras razones. O bien el caso de las candidaturas independientes: no son una panacea, no eliminan la partidocracia ni los vicios de los partidos, pero para la vida política del país es preferible tenerlas a no tenerlas. Sostener lo contrario es hacer gala de ignorancia, mala fe, o de asumir un punto de vista político que rechaza toda iniciativa sólo por ser de Calderón.Los partidarios de la reforma no deben tratar de contrarrestar este tipo de argumentos. La tesis central es que las reformas son una posibilidad seria y realista para dotar al país del andamiaje institucional para tomar decisiones, pues el actual no lo permite. La comparación no debe ser con un ideal, sino con el status quo.Para mí, la defensa de la reforma de Calderón es la posibilidad de que el país se asemeje a otras democracias. No veo ninguna razón por la que México deba ser distinto. Si las demás han adoptado este tipo de prácticas y no funcionan tan mal, entonces me parece que es mejor ser como los que sí funcionan, en lugar de distintos y disfuncionales. www.jorgecastaneda.org; jorgegcastaneda@gmail.com

Salir de la versión móvil