Mayorías para gobernar

La discusión sobre la reforma institucional que ha sido objeto de debates, artículos, de iniciativas, desplegados y uno que otro despistado deslinde empieza a centrarse en puntos esenciales: reelección, referéndum, segunda vuelta y candidaturas independientes. Pero a partir de la llamada iniciativa Peña Nieto empieza el debate sobre lo deseable o no de mayorías presidenciales en el Congreso. Propongo tres tesis inevitables.1a. Escoger entre un Congreso fiel reflejo del sentir político nacional o uno donde se generen mayorías entre tres fuerzas, como es el nuestro, es una disyuntiva polar: o se quieren mayorías o se quiere fiel representación proporcional. Ambas tienen ventajas e inconvenientes. La proporcionalidad perfecta como proponen el PRD y algunos analistas, inspirada en el modelo alemán, parece más democrática y sí permite la plena expresión de las minorías. Su desventaja es, como lo vemos en México, la parálisis. La generación de mayorías tiene la ventaja de la gobernabilidad y da al Presidente una mayoría al menos tres años para poner en práctica su programa. Su inconveniente radica en la sobrerrepresentación, que puede ser excesiva y con el riesgo de borrar minorías. Hay que optar: he optado por el sistema mayoritario desde mi libro Somos Muchos en 2004, y en particular en el ensayo con Aguilar Camín que publicamos en Nexos. Las posturas no son conciliables, se pueden atemperar pero no compatibilizar.2a. Ni la proporcionalidad perfecta ni el sistema mayoritario son válidos para todos los países todo el tiempo. Depende de cada país en cada coyuntura. En Alemania la proporcionalidad perfecta ha funcionado porque ha existido un amplio consenso a lo largo de estos cinco años entre los principales partidos. En Francia, en los 80 cuando Mitterrand la restableció, no dio resultados. Para México hoy me parece preferible el sistema mayoritario, eso no quiere decir que sea permanentemente idóneo, ni para este país ni para otros. La razón es que el país requiere de capacidad de decisión. Las mayorías se pueden lograr mediante segunda vuelta en las elecciones legislativas o eliminando el candado de sobrerrepresentación y/o restableciendo la cláusula de gobernabilidad o alineando las elecciones legislativas con las presidenciales -propuestas ya adelantas por Aguilar Camín y por mí. Todas tienen ventajas y desventajas. Todas logran más o menos el mismo objetivo.3a. Es la más importante y consiste en ubicar el momento del país. No comparto con quienes argumentan que ya tuvimos un sistema mayoritario bajo el PRI. Nunca existió un sistema mayoritario democrático, sí existió un sistema autoritario con mayorías automáticas e impuestas, y que nada tiene que ver con lo que se propone ahora. Otros argumentan que ya existe ese sistema mayoritario en los estados. También es falso. Si tomamos el caso del PRI, es cierto que en 12 de los estados donde gobierna posee mayoría absoluta en la legislatura local. Pero esas legislaturas carecen por completo del famoso "power of the purse": no recaudan ni asignan presupuesto. El dinero sustantivo viene todo del centro; y lo que no viene programado, los gobernadores lo reparten a su antojo. De tal suerte que ese sistema tampoco equivale a una democracia de mayorías donde el Congreso tiene dientes y poder.Si México nunca ha vivido un sistema mayoritario democrático, tampoco jamás ha necesitado tanto de reformas económicas, sociales, culturales, políticas, educativas y de seguridad de la envergadura como las que se requieren hoy. El país tiene un gran futuro sólo con reformas de gran calado. Por eso, hoy en día, se necesita un sistema que dé al Presidente la posibilidad de aplicar el programa por el cual fue electo, y que puede ser rectificado en elecciones de medio periodo si así quieren los ciudadanos. Entiendo la preferencia de otros por el empate tripartidista. No entiendo a quienes buscan conciliar ambos sistemas, ni a quienes evitan escoger entre ellos. www.jorgecastaneda.org; jorgegcastaneda@gmail.com

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