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La calma de América Latina antes de la tormenta

CIUDAD DE MÉXICO. Los perpetuos altibajos de la geopolítica latinoamericana están más pujantes que nunca. Los llamados países de las "Américas-1" -los que o son neutrales en la confrontación entre los Estados Unidos y el Presidente Hugo Chávez (y Cuba) o se oponen abiertamente a los llamados gobiernos "bolivarianos" de Bolivia, Cuba, el Ecuador, Nicaragua y Venezuela- van avanzando lentamente. La izquierda radical de los de las "Américas-2" va retrocediendo moderadamente, pero todavía consigue mantener sus posiciones y derrota cualesquiera intentos de reducir su influencia.Pero la relativa calma en el conflicto ideológico, político y diplomático permanente entre los dos grupos de países solo es temporal. Si acaso, es la calma antes de una tormenta que se avecina.Las tornas se han vuelto en parte, porque los votantes en las elecciones recientes parecen haber cambiado del centro izquierda al centro derecha o al menos han vuelto a confirmar sus convicciones más conservadoras. En Chile, el empresario y demócrata de centro derecha Sebastián Piñera puso fin a más de veinte años de gobierno de la Concertación de centro izquierda, pero sus políticas interiores, limitadas por el reciente y duro terremoto y su propio mandato poco sólido, difieren solo ligeramente de las de sus predecesores, al menos de momento. El cambio principal es el de la política exterior, en la que, al menos nominalmente, Piñera ha trasladado claramente a Chile de un bando al otro.En Colombia, la situación es similar. El probable vencedor en la segunda vuelta de las elecciones, que se celebrarán el 26 de junio, Juan Manuel Santos, continuará con la mayoría de las políticas interiores del presidente saliente, Álvaro Uribe, pero podría cambiar de rumbo ligeramente la de asuntos exteriores. Probablemente se muestre más agresivo al responder a los desafíos de su vecina Venezuela, tanto en la frontera como en toda la región.Uribe ha sabido echarse atrás todas las veces que Chávez ha provocado a Colombia y nunca ha querido perseguir a la guerrilla de las FARC en sus santuarios de Venezuela. Santos puede estar menos dispuesto a evitar la confrontación, aunque solo sea porque la antipatía personal entre los dos dirigentes es inmensa. Probablemente se mostrará más enérgico en las reuniones regionales al responder a Chávez, convencido como está de que el apoyo venezolano a la guerrilla de las FARC es demasiado evidente para pasarlo por alto y que es más prudente enfrentarse a él más pronto que tarde.Entretanto, Nicaragua es demasiado pequeña y pobre para representar una amenaza para nadie, pero siempre crea problemas mayores que su tamaño. El presidente Daniel Ortega pretende permanecer en el cargo más o menos perpetuamente y parece dispuesto a perpetrar toda clase de estratagemas, desde el fraude electoral a la disolución del Congreso y la judicatura, para lograr sus objetivos.Tarde o temprano, eso constituirá una amenaza grave para toda la comunidad hemisférica. ¿Estará dispuesta a mirar para otro lado mientras una nación pequeña destroza su democracia, viola los derechos humanos y conculca los convenios internacionales que ha subscrito? En ese caso, esa comunidad hemisférica demostrará ser notablemente inconsecuente, dado un segundo embrollo: el de Honduras.De hecho, la Organización de Estados Americanos (OEA) suspendió a Honduras el año pasado por el golpe de Estado que depuso y deportó al entonces Presidente Manuel Zelaya. Chávez e incluso los Estados Unidos llegaron hasta el extremo de imponer sanciones económicas al Gobierno provisional, en vista de que había interrumpido el Gobierno democrático. En fecha tan reciente como el 7 de junio, los países bolivarianos consiguieron bloquear la reincorporación de Honduras a la OEA, pese a las elecciones, esencialmente libres y justas, celebradas en ese país en el pasado noviembre.Entonces, ¿qué va a ser? ¿Pasar por alto la inminente implosión democrática de Nicaragua y la falta de democracia alguna en Cuba? ¿O aplicar el mismo rasero a Nicaragua, Cuba y Venezuela que se ha aplicado a Honduras?Lamentablemente, los dos únicos países que podrían desempeñar un papel en la reforma del sistema interamericano y en la desactivación de las tensiones en aumento entre Colombia y Venezuela permanecerán pasivas, por razones diferentes. México está consumido por su fallida guerra a la droga, que ha costado más de 25 mil vidas y, según estadísticas que acaba de publicar el Gobierno de los Estados Unidos, ha disuadido a los traficantes de cocaína colombianos, pero ha fomentado aumentos espectaculares en la producción mexicana de heroína, marihuana y metanfetaminas.El Presidente mexicano, Felipe Calderón, nunca ha querido verse envuelto en las disputas y las confrontaciones ideológicas latinoamericanas. A medida que su mandato se acerque a su final (faltan dos años para las próximas elecciones presidenciales), se sentirá aún menos inclinado a involucrar a México en aventuras extranjeras.El Brasil está paralizado de forma similar, en parte por su campaña para las elecciones presidenciales, que está actualmente en marcha y no concluirá hasta el final de este año, y en parte por recientes contratiempos diplomáticos. El Presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha intentado catapultar a su país al escenario mundial como potencia en ascenso, pero no le ha salido bien. Su objetivo principal –el de conseguir un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas– está más lejano que nunca y en cuanto a objetivos más modestos no ha conseguido un éxito mayor.El intento de Lula, junto con Turquía, de mediar para lograr un acuerdo entre el Irán y Occidente fracasó cuando los Estados Unidos convencieron a Rusia y China, junto con países como México, para que aprobaran una nueva ronda de sanciones de las Naciones Unidas contra el Irán. El Brasil acabó votando, solo con Turquía, contra las sanciones y sin nada que mostrar por sus gestiones de mediación.El Brasil siempre ha sido reacio a involucrarse en los conflictos internos de sus vecinos. Ahora que se ha aventurado hasta el otro extremo del mundo y ha quedado poco airoso, no es probable que quiera perseguir otros proyectos fútiles, como, por ejemplo, los de reformar la OEA, disuadir una mayor confrontación entre Venezuela y Colombia o velar por que las elecciones en Nicaragua sean libres y justas.De modo que, si bien América Latina puede seguir capeando el temporal económico mundial bastante bien, la paz y la calma diplomáticas de la región son engañosas. Cualquiera de las posibles tormentas podrían levantarse y ponerles fin.Jorge G. Castañeda, ex ministro de Asuntos Exteriores de México (2000-2003), es un Profesor Distinguido Mundial de Política y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York. Copyright: Project Syndicate, 2010. www.project-syndicate.org

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