Regreso al futuro (Primera parte)

México, un país con demasiado pasado, tanto que en ocasiones olvidamos que tiene futuro. Rescato este mensaje de la presentación en Mazatlán del libro Regreso al futuro, de Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín. Estuvieron de gira por Sinaloa, en las ciudades de Culiacán y Mazatlán. El mensaje de fondo es alentador, dígase lo que se diga. De fácil y ágil lectura, los autores están dispuestos a debatir. Se aprecia en tiempos como los que vivimos, donde parece que todos los políticos, todos los medios de comunicación, todos los empresarios y demás actores parecemos actuar con brutalidad semejanza. La disposición con la que se defiende un argumento ¡es más que bienvenida! La madre de todas las alternancias se dio primero en la cabeza de cada uno de los ciudadanos, en el imaginario colectivo de la sociedad. Todo fue "más sencillo" una vez que el ciudadano de a pie se percató que era mentira que "el País se desmoronaría" si ganaba la oposición. La primera condición para la alternancia fue sicológica. Rescato ese fenómeno del pasado para encarar el futuro. Tal cual sucedió con la edificación de la alternancia, ¡la primera condición para tener futuro es creérnosla! Dejar de ser "un país ballena que se sigue creyendo un ajolote". La realización de este libro se ha alimentado de la visita a 25 ciudades del País, una muestra representativa de los 50 millones de mexicanos que ahí habitan. Se discutió con estudiantes de universidades públicas y privadas, con profesionistas y políticos, con periodistas y profesores, con empresarios y creadores, con activistas de la sociedad civil y sindicales. El México que exponen los autores es ante todo un país diverso, múltiple, heterogéneo y, por lo tanto, complejo. Si bien es cierto que México no ha crecido lo suficiente en los últimos años, apenas un 3.56 por ciento de 1996 al 2008, es imposible hablar de un estancamiento. El País se mueve y mucho. En términos generales, los indicadores mexicanos están por arriba de los brasileños, el país de moda. No obstante, Brasil aparece como un país pujante y México como si estuviera estancado. Nosotros representamos nuestros peores enemigos. Mientras nuestro ingreso per cápita es de 13, 200 dólares, el de Brasil es de 10, 100 dólares. En el combate a la pobreza sucede lo mismo. De acuerdo con los cálculos de Luis Calva López y Nora Lustig, realizados para el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, México redujo la desigualdad entre 1998 y 2008 en más de 5 por ciento, comparado con un 3 por ciento de Brasil. The Economist, en su número del primero de octubre, menciona que existe un error en la forma en que México está calculando su cuenta nacional, es necesario corregirla a la alza. En el comparativo mundial, esto lo colocaría con un 10 por ciento superior a lo que muestran las cifras oficiales. Toda esta numerología está lejos de llevarnos a un punto de satisfacción, pero nos coloca más cerca de una justa dimensión. Dicen Castañeda y Aguilar Camín que las "31 ciudades mexicanas de más de 500 mil habitantes, y las 133 de más de 100 mil, se han homogeneizado". Se presumen los mismos malls, los mismos libramientos y edificios públicos y privados. Pero en el fondo, su percepción es más profunda que la mera estética. La homogeneización de urbana y de servicios está acompañada de comportamientos, porque la tan anhelada clase media se ha ensanchado. "[…] millones de mexicanos de nuevas generaciones cada vez más uniformes en sus niveles de vida, sus hábitos de consumo, sus empleos, su educación y su salud". No obstante este éxito, porque el crecimiento de la clase media es un éxito, dicha homogeneidad se presenta en medio de la diferencia en un país que se entiende a sí mismo cada vez más a partir de sus regiones. De hecho, el movimiento al que se hace alusión anteriormente en este texto corresponde al despliegue que se aprecia en regiones tan diversas que viven y se integran a una economía mundial a su propio ritmo. Especialización es destino. Castañeda y Aguilar Camín identifican a "la provincia", más que al estado, el centro neurálgico de desarrollo: el Bajío, tierra de emigración, agricultura de exportación e infraestructura; la frontera, donde dominan las maquiladoras, el comercio legal e ilegal de cosas y personas, con un dinamismo notable en otros sectores; la Ciudad de México, conurbada y diversificada con Querétaro, Cuernavaca, Toluca, Pachuca y Puebla; Monterrey y Guadalajara son ahora unos mini-DF´s. El País ha cambiado tanto, que ahora al hablar de dos México´s los autores no se refieren al urbano y al rural, ni tampoco al de los ricos y al de los pobres, sino al que vive en guerra y en paz. Sin embargo, lejos de una amarillismo rapaz y sin negar la realidad, lo cierto es que no todo México es Ciudad Juárez. "Paseamos por la noche, sin guardias, por las calles de Mérida, León, Oaxaca y Puebla […] sorprende que hasta en Durango se puede recorrer el área de la feria a la una de la mañana sin correr peligro". La violencia que llena los diarios no cubre toda la vida ni ocupa todo el espacio. Un último renglón de esta pincelada, la compone el ingrediente del feuderalismo. Los intelectuales se preguntan sobre la variación, por no decir desviación, que tuvo la democracia mexicana. "¿Cómo se recreó un sucedáneo del antiguo régimen priista, con instituciones y reglas democráticas, en los estados de la federación?". Concluyen, estos "cacicazgos periféricos o virreinatos tropicales", son producto de 1) un aprendizaje del juego democrático y su utilización y manipulación desde lo local; 2) así como de la nula rendición de cuentas que ejercen las entidades. Quien trasfiere es la Federación, pero los estados no le rinden cuentas, se aprueban ellos mismos en el Congreso local, donde en 25 de los 32 casos, mantienen mayorías. ¿Qué tanto de lo que aquí expresa sobre México le corresponde a Sinaloa y Mazatlán? Empecemos por una simple interrogante: ¿creemos en nosotros mismos? Que así sea.

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