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Gadafi y sus defensores

Gadafi y sus defensoresLas reflexiones que siguen fueron inspiradas, en parte, por una conversación con Joaquín Villalobos y por su artículo en El País del 23 de febrero.Es imposible determinar el número de muertos en las calles de las ciudades libias de Trípoli, Tobruk y Benghazi, y menos aún sabemos qué sucederá. Organizaciones como Human Rights Watch, periódicos como El País o el New York Times hablan de 200, 300 o centenares de caídos; por los videos y las fotos consta que el dictador del Libro Verde "ha lanzado tanques y aviones contra los ciudadanos que lo repudian", como reza el editorial de El País del 23. Nadie tiene idea de cuánto durará Gadafi en el poder, ni cuánta sangre correrá antes de que se vaya o de que, por desgracia, se quede.Pero sabemos otras cosas que resultan especialmente interesantes a raíz de las declaraciones o escritos de Daniel Ortega, de Fidel Castro, del canciller de Hugo Chávez y de otros sectores de la izquierda latinoamericana. En Túnez el Ejército no disparó, finalmente el dictador Ben Ali huyó, y el número de muertos en un país con una población equivalente a la de Libia no parece haber rebasado los 200. En Egipto la temida policía política de Mubarak fue retirada de la plaza de Tahrir, el Ejército "fraternizó" con los manifestantes por 18 días sin disparar prácticamente ningún tiro; en otros tiroteos y escaramuzas con "porros oficiales" fallecieron 365 egipcios, en un país con 12 veces la población de Libia; el dictador se fue a refugiar a Sharm el Sheij sin un derramamiento de sangre comparable al de Libia. El primero, aliado sempiterno de Estados Unidos, y el otro, aliado de Francia, partieron por la presión de la calle y ante la condena mundial por aferrarse, en el fondo por pocos días, a un poder que detentaron durante decenios.El "imperialismo" ha hecho barbaridad y media en esa región, pero no se solidarizó con los dictadores, trató de evitar una represión que hubiera resultado intolerable, y se congratuló, con las sensibilidades del caso, por la caída de los hombres fuertes. Daniel Ortega, amigo del coronel Gadafi desde 1979, dijo en cambio: "yo me he estado comunicando telefónicamente con Gadafi… lógicamente él está librando nuevamente una gran batalla, ¡cuántas batallas ha tenido que librar Gadafi!… le transmití la solidaridad del pueblo nicaragüense, la solidaridad de los sandinistas nicaragüenses". Castro, el reflexivo, fue más cuidadoso diciendo que se podía estar o no de acuerdo con él (Gadafi) y preguntando que "cuánto habrá de verdad o mentira, o una mezcla de hechos de todo tipo que, en medio del caos, se produjeron en Libia". Pero fue muy claro: "al gobierno de Estados Unidos no le preocupa en absoluto la paz en Libia, y no vacilará en dar a la OTAN la orden de invadir ese rico país, tal vez en cuestión de horas o muy breves días… Una persona honesta estará siempre contra cualquier injusticia que se cometa con cualquier pueblo del mundo, y la peor de ellas, en este instante, sería guardar silencio ante el crimen que la OTAN se prepara a cometer contra el pueblo libio". En otras palabras, para Castro lo grave no son los muertos en Libia, sino la eventual invasión americana a Libia. No le pasaría jamás por la cabeza condenar la represión, los homicidios, las golpizas o las detenciones en ese país.Aunque Chávez extrañamente se ha mantenido callado, hasta ahora, su canciller hizo "votos porque el pueblo libio encuentre, en ejercicio de su soberanía, una solución pacífica a sus dificultades, que preserve la integridad del pueblo y la nación Libia, sin la injerencia del imperialismo". Es decir, no que cese la represión, no que se detenga la masacre, no que se vaya el dictador, sino que no haya injerencia del imperialismo.La izquierda del ALBA latinoamericana se solidariza con Gadafi y denuncia al imperialismo; Gadafi masacra a su pueblo; los aliados del imperialismo ya se marcharon. En esta batalla, y por esta vez, ¿quiénes son los buenos y quiénes los malos?Twitter@JorgeGCastaneda

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