La guerra de las televisoras y del Grupo Carso sigue adelante y no tiene término visible. Algunos episodios recientes pueden o no tener que ver con dicha guerra: la detención de Paula Cusi, la multa de Cofeco a Telcel, obviamente la compra de Iusacell por Televisa, etcétera. No es este el lugar, ni el que escribe, para adentrarnos en los detalles técnicos, financieros o jurídicos del caso, ni tiene sentido repetir lo que otros han dicho con más precisión o elocuencia.Pero sí conviene quizás tratar de dar una respuesta, por definición hipotética y especulativa, a una pregunta que muchos se han hecho, a saber: si Televisa y Azteca siempre han considerado que el negocio de la televisión abierta en México está prácticamente saturado, que el de paga no tiene mucho futuro, y que por ello tanto Emilio Azcárraga como Ricardo Salinas han buscado otras oportunidades en telecomunicaciones fuera de México y en otros negocios dentro de México, ¿por qué la aparente insistencia, quizás obsesión, de Carlos Slim por meterse a un ámbito sin futuro? Los datos parecerían darle la razón a quienes hacen esta pregunta que contribuyen al enigma sobre el magnate mexicano. Prácticamente todos en México ya tienen tv, de tal suerte que por la vía de la mera televisión abierta y de aumentar la audiencia parece difícil ganar más dinero. La tv de paga efectivamente es limitada en México comparada con otros países de América Latina, y sólo parece prosperar en dos casos: o bien en el sector ABC+ del mercado, o bien a precios muy bajos y de escasas utilidades -caso de Dish. Pero sobre todo, lo que parece cierto y decisivo es la exigua dimensión del pastel publicitario mexicano. El total de éste, incluyendo tv, radio e impresos, sumó en 2010 5 mil millones de dólares, una miseria para una economía de 1.3 billones castellanos de dólares. De estos 5 mil millones, 3 mil millones corresponden a la tv abierta y sólo 55 millones a la tv de paga. Se trataría entonces de una actividad magra por la que no valdría la pena pelearse. Conviene siempre comparar con otros, en Brasil, con una economía en 2010 cerca del 50% mayor que la nuestra, el pastel publicitario es tres veces mayor.Entiendo tanto las ganas de Slim y los temores de Azcárraga y Salinas por dos razones: nadie como Slim sabe trasformar un negocio de élite (ABC+) en un negocio de masas, incluyendo "the Bottom of the Pyramid (BOP)": eso es lo que hizo con la telefonía en México que hoy alcanza millones de líneas fijas de Telmex y más de 70 millones de celulares de Telcel. Slim ha de pensar que puede hacer lo mismo con la tv de paga: puede agrandar enormemente un mercado ahora estrecho al bajar precios, dirigirse al BOP y a la nueva clase media, y al ofrecer productos atractivos -aunque no necesariamente competitivos pues nadie más entra en ese mercado.Pero Slim también sabe de monopolios. Y posiblemente piense que la razón de la estrechez del pastel publicitario en México se debe al tinte monopólico de la economía mexicana. El pastel es pequeño porque hay pocos anunciantes; y hay pocos anunciantes porque hay pocas empresas; y hay pocas empresas porque cada actividad se ve dominada por una o dos, y en muchos casos se han cartelizado. Slim quizás piense que si se expande el mercado de tv de paga hacia abajo, hacia los sectores C y D+ -el BOP y la nueva clase media mexicana- crecerá enormemente el pastel publicitario; y si además se confirma el surgimiento de una ola antimonopólica en México, en los próximos años entrarán nuevos actores a los diversos mercados, incluyendo las telecomunicaciones. ¿Quién será el mejor posicionado para aprovechar este crecimiento, si es que se da? Pues el dueño de Telmex, Telcel y América Móvil; y ¿quiénes serán los principales perjudicados? Pues los dueños de Televisa y Azteca. Entonces, tiene razón Slim por querer meterse a la tv; y también tienen razón Azcárraga y Salinas de hacer todo lo que puedan para evitarlo.@JorgeGCastaneda