No es De Gaulle

¿Por qué los seres humanos se pelean por el poder? ¿Cuál es el atractivo de gobernar? Hay de todo, intereses malsanos: enriquecerse o la exposición como frivolidad. Pero también puede haber una sana ambición por imprimir una huella personal en la historia y así trazar parcialmente el destino de una nación. El ánimo de trascendencia puede ayudar mucho. Querer figurar en la historia no necesariamente es un incentivo perverso. Es cierto que también puede haber patologías, me refiero a aquellos casos en que el poder se pone al servicio de las obsesiones personales. Es conocido el dicho de que el poder saca lo mejor (Churchill) y lo peor de los seres humanos (Hitler). La grandeza como atributo escaso es esa capacidad de mirar por arriba de pasiones y odios buscando sólo el bien de una nación. Jorge Castañeda cita en Mañana o Pasado el caso de un gigante, De Gaulle, quien supo ver con frialdad que a Francia le convenía un acuerdo comercial nada menos que con Alemania. Corrían los años de la posguerra y De Gaulle era un excombatiente que vivió los horrores del nazismo. Sin embargo De Gaulle supo contener los odios contra el pueblo alemán, cerrar heridas profundas. Caminó así hacia el acuerdo comercial que daría vida a la Unión Europea. "Durante muchas décadas ese único partido -habla Calderón en Stanford hace unos días, se refiere al PRI- …ese único partido controlaba todo: lo que se permitía decir en los medios, lo que debían enseñar las escuelas, qué conciertos de Rock se permitían. Todo. Cuando los estudiantes como ustedes protestaban eran masacrados. Muchos oponentes, simplemente fueron desaparecidos". Ese fue el tono. Cada muerto es una tragedia. El 68 y el 71 no deben ser olvidados. Pero Calderón no tiene derecho a caricaturizar nuestra historia. Hay en sus palabras un ánimo de venganza pendiente. ¿Vengar a quién? ¿Vengarse de quién? De una entelequia más malvada que el demonio mismo y que es responsable de todos los males de México. Se llama PRI. El problema con su versión de la historia es que -¿será casualidad?- deja de lado todo lo otro que también ocurrió en México en esa etapa, incluida la mayor generación de prosperidad del Siglo 20 que sólo fue posible gracias a las inversiones en educación, salud, infraestructura, electrificación, urbanización, etc. Calderón no menciona -y está rodeado de ellas- que casi todas las instituciones que nos gobiernan, con las que él gobierna, desde el Estado Mayor Presidencial, la Secretaría de la Defensa y Marina Armada, la SEP y andamiaje que está detrás, la SRE y la tradición diplomática, el IMSS, el ISSSTE, la CFE que hoy presume, los institutos nacionales, de Bellas Artes a Nutrición o Cardiología, fueron creados bajo el priato. Se le olvida -conveniente olvido- que fue con el apoyo del PRI que él tomó posesión y que ese partido le ha permitido aprobar desde los paquetes económicos anuales hasta las pocas reformas importantes de su gestión. Fue otro acto innecesario -ya van muchos- de provocación con tintes electorales y altos costos políticos. Masacrar estudiantes o desaparecer opositores como una constante de Gobierno es, mucho más que una imprecisión, es insostenible y una brutal injusticia con los muchos mexicanos que forjaron esas instituciones y que ayudaron a construir el México de ingreso medio -como afirma su Secretario de Hacienda que es México hoy- el México que él gobierna y del que ha dicho estar orgulloso. ¿Por fin? Ese País no se construyó en diez años de panismo, él lo sabe. Calderón ratifica su estrategia de borrar los matices. Las comparaciones son odiosas, más aun al hablar de atrocidades, pero si de horrores se trata, valdría la pena que Calderón estudiara el número de desaparecidos durante el franquismo o, para no ir tan lejos, por que no compara lo que ocurrió en Centroamérica o Sudamérica o en el norte de África hasta hace unos meses. Su versión de México está torcida. Él, que tanto se queja de los que hablan mal de México adentro y afuera, es el primer detractor de nuestra nación. Calderón tiene otro pequeño problema en su narrativa histórica. Hoy la mayoría de los mexicanos vive gobernada por gobiernos priistas. Hay varias hipótesis: o son desmemoriados o son idiotas. Votar contra los propios intereses significaría eso. Hay otra, no son idiotas, se acuerdan muy bien de dónde estaban sus abuelos y sus padres, en comunidades perdidas sin electrificación, sin servicios de salud, sin educación, también sin democracia. Se acuerdan perfectamente de cómo la evolución de sus familias cuenta la historia del País, con sus lados oscuros y también logros y méritos que a Calderón, por lo visto, le fueron negados en su educación. ¿Por qué seguir sembrando odio, ahora entre estudiantes? ¿No pudo haber hablado de las consecuencias en México del consumo de droga? Juega con fuego. La injusticia en el uso de la memoria se le puede revertir. Porque si sólo se trata de contar muertos y desaparecidos, ya salió perdiendo.

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