Reseña de Lolita Rosales sobre “Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos.”

Los mexicanos nos quejamos de nosotros mismos. Cada vez que se apela al trabajo en equipo, a la participación social, a la construcción de una ciudadanía informada y crítica, la respuesta suele ser la apatía e indiferencia. ¿Cómo somos los mexicanos?Salvo contados casos de participación social, que en los últimos años se han identificado con liderazgos surgidos de los agravios provocados por la inseguridad y la violencia, las manifestaciones sociales masivas no se sostienen por tiempos prolongados. Mientras que en otros países, como Brasil o Colombia, sus habitantes pertenecen a grupos filantrópicos diversos que promueven causas como el respeto al medio ambiente, a la infancia, la educación o, incluso, procurar una mejor calidad de vida para las mascotas, en México rechazamos la idea de involucrarnos en otros asuntos que no estén directamente relacionados con nuestro círculo familiar. Las características que identifican a la actual sociedad mexicana se describen en el último libro de Jorge G. Castañeda, titulado “Mañana o pasado, el misterio de los mexicanos”. Sin la intención de ser académico, el libro concentra “tres fuentes de sabiduría” – como el propio autor las menciona- para tratar de explicar por qué los mexicanos somos como somos: una de ellas, es la revisión de una extensa lista de autores clásicos que han analizado la identidad de los mexicanos, como José Vasconcelos, Octavio Paz y Emilio Uranga, entre otros. Otra fuente de información son las cifras demográficas del México de los últimos 30 años, que muestran la existencia de una nutrida clase media, y la última, no menos valiosa, es la experiencia acumulada por el propio Jorge G. Castañeda en sus recorridos por el país y por el mundo.El libro me parece un buen ejercicio de autoconocimiento. Podría calificarse como la versión actualizada de aquel espejo al que se refería Octavio Paz, en que los mexicanos observamos una imagen reflejada, pero nos negamos a reconocer como propia. Aquel mexicano que se adentre en las páginas del libro con la intención de conocerse a sí mismo, corre el riesgo de ser invadido por la angustia temporal. No es fácil enfrentarse a los defectos personales, y mucho menos a las limitaciones colectivas. Una explicación de la mínima participación social de los mexicanos, por ejemplo, se debe al “agudo individualismo y necio rechazo a cualquier tipo de acción colectiva”, dice el autor. Agrega que “este individualismo, ha sido bastión de la defensa de identidad del país, y simultáneamente, uno de los mayores obstáculos para su progreso”. Es por esa razón que no hemos aprendido a vivir en condominio o en construcciones verticales. Por lo general, los mexicanos aspiramos a tener un pedazo de tierra, una casa propia sola, aunque eso conlleve el deterioro del medio ambiente y vivir muy lejos del centro de las ciudades. Por eso tampoco hemos podido destacar en deportes de conjunto, y bajo ese escenario -ya me convencí- que lo más seguro es que jamás ganemos una Copa Mundial de futbol. Poseemos una gran aversión por el conflicto. Preferimos guardar silencio antes que manifestar nuestro punto de vista en contra de algo. La lista de actitudes que impiden a los mexicanos dar el salto cualitativo hacia la modernidad plena, es extensa. No obstante el aire pesimista del libro, es preferible que sepamos bien quiénes somos y cómo somos, si es que deseamos dejar “nuestros demonios en el pasado” y apostar por un país menos frustrante

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