Campana electoral, no examen de grado

Un grupo de personas conocidas por distintas razones —unas muy respetadas, otras sólo notorias, algunas más apenas meritorias y dos o tres simuladores— y que ejercen el periodismo de opinión, la actividad empresarial y académica, la militancia política y partidista, el negocio del espectáculo, o un poco de todo a la vez, ha publicado un documento llamando a los candidatos presidenciales a responder una serie de preguntas pertinentes.El ejercicio, sin embargo, es algo surrealista, entre otras cosas porque antaño —lo mismo en el siglo pasado que en el de las Luces— se acostumbraba que quienes se dedicaban al estudio, la reflexión o la generación de conocimiento, que es el caso de la mitad de los firmantes, aportaran respuestas en lugar de hacer preguntas, a menos que éstas fueran dudas filosóficas o metódicas.Quizá por ello, con buenos reflejos, el equipo del candidato presidencial puntero encajonó el desplegado en el ámbito de los debates del IFE. La explicación es simple: más allá de la relevancia de los temas del desplegado, toda elección es emocional no racional, y ésta es una campaña electoral, no un examen de grado.Como ninguno de los firmantes es políticamente ingenuo, saben bien el nombre del juego. Entonces ¿por qué promoverlo? Ésta es, en realidad, la pregunta.Una posibilidad es que, milagros suceden, sea en efecto, previo acuerdo con los candidatos, una aportación sincera que pretende introducir densidad intelectual a las campañas entre grupos selectos del electorado. Puede ser. Pero para ello el documento llueve sobre mojado porque hay toneladas de informes, libros, reportes y análisis —buenos, regulares y malos— que tocan a profundidad los temas considerados y porque con una docena de los firmantes habría sido suficiente para condensarlos en un memo ejecutivo para el próximo presidente. A menos que sea estrictamente indispensable el expertise de Gael García Bernal sobre el Acuerdo de Asociación Transpacífico, el de Rafael Cauduro sobre el ramo 33 o el de María Elena Morera sobre las reglas de funcionamiento de la SEC en Nueva York.Otra es la insinuación, no exenta de cierta chulería, como dicen con humor los españoles, de que el candidato que triunfe, cualquiera que sea, va a necesitar a algunos de los firmantes en tareas de consejería áulica. Es decir, parten de la presunción de que como ninguno de los tres principales candidatos podría comprender la complejidad de los temas planteados, su aproximación a ellos requiere traductores. Puesto de otra forma: ustedes pongan el nombre, nosotros el programa.Y una más, dado el origen político variopinto de los suscriptores o su afiliación en uno u otro de los equipos de campaña, es sugerir que los problemas del país requieren un gobierno que integre no sólo militancias plurales sino, parece decir entre líneas el escrito, también a los que se han dedicado a analizar temas actuales. En una nuez: si regresan los malos, pues que sea acompañados de los buenos.En fin, como recurso no está mal para mover la agenda. Pero parece que esta nueva generación salió más torera de lo que pensaban.

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