Entonces, no ves ninguna virtud en la lucha del gobierno del presidente Calderón contra el crimen, le pregunto a Rubén Aguilar a propósito del libro que escribió con Jorge Castañeda, Los saldos del narco: el fracaso de una guerra. Le he dicho que me parece que hicieron un diagnóstico simple, fácil: México vivía en razonable tranquilidad, llegó Calderón urgido de legitimidad, lo mal aconsejaron y emprendió una ofensiva demencial que hundió a México.—Yo no veo ninguna virtud —responde el ex director de Comunicación de la Presidencia en el gobierno de Vicente Fox.—Para ti fue “la guerra de Calderón”.—Estoy absolutamente convencido.—¿Los muertos son de Calderón?—Sí —enfatiza—. La estrategia es del comandante en jefe, que es también presidente y jefe del Estado y el gobierno. Él tomó esa estrategia, él la lanzó, la personalizó.—¿Son los muertos de Calderón?—¡Son los muertos de Calderón!—¿60 mil muertos de Calderón, Rubén?—Serán 112 mil al final.—¿Y que Calderón pague las consecuencias?—Ya las está pagando. La historia va a juzgar a este gobierno.—Estás muy enojado, Rubén.—Estoy enojadísimo con esta guerra. No debió haber muerto nadie. Había otras maneras. Yo viví una guerra en El Salvador. Cuando el presidente Calderón anunció la guerra en televisión, yo sabía lo que iba a pasar. Y claro que me enojé. Y estoy muy enojado. Nadie debió haber muerto. Ni los criminales tenían por qué morir.Un libro esencial el de Rubén y Castañeda. Disiento del diagnóstico, pero las propuestas del capítulo final son inteligentes, seductoras. Supongo que ahí Rubén se serenó.