El rapto de Amalia

Hace poco menos de cuatro años, allá por los días aciagos de 2008, en Zacatecas circularon con insistencia diversos rumores en torno a un supuesto levantón sufrido por la entonces mandataria estatal, Amalia Dolores García Medina.Incluso ella misma bromeaba, ante la prensa y en actividades públicas, respecto de su cambio de look (apariencia) y garantizaba que no usaba peluca, porque los trascendidos indicaban que la gobernadora no sólo había sido privada de su libertad, sino también rapada.Fue por aquellos días que, ya fuera con la idea de confundir al respetable, o bien porque se trataba de la verdad, los comunicadores oficiales dieron cuenta de una supuesta gira de Amalia García por algunos países de Europa.En fin, las especulaciones nunca fueron atajadas en forma contundente, sólo en forma superficial y hasta frívola, en perfecta coincidencia con la personalidad de la entonces mandataria.Pero resulta que ahora ya rompió el silencio.Según la reseña del libro Una mirada de mujer frente al 2012, la escritora Maru López Brun recoge los testimonios y dificultades de cinco mujeres que gobernaron sus estados natales.Y, en el caso de la perredista Amalia García, “uno de los episodios más difíciles que vivió fue enfrentar las acusaciones por supuestos malos manejos presupuestales en Zacatecas –una vez concluida su administración–, además del secuestro que padeció –siendo gobernadora– y del cual poca gente se enteró”.Y al respecto hay algunos antecedentes que ahora se retoman.A finales de mayo de 2009, el periodista José Ureña, autor de la columna Teléfono Rojo, se refirió al rapto de Amalia García en los siguientes términos:“En diciembre de 2008, dicen fuentes federales bien informadas (…), Amalia García y parte de su equipo cercano salió de la ciudad de Zacatecas hacia el norte, por la carretera que lleva a Saltillo. En la zona del semidesierto (…) la comitiva de la gobernadora fue interceptada por pistoleros que viajaban en cuatro camionetas, los detuvieron y les pidieron identificarse”.Agrega:“–Aquí va la gobernadora Amalia García. Nosotros somos sus escoltas –les informó un guardaespaldas. –Ah, bueno, es para que sepamos quiénes son y adónde van. Pese a ello, la hicieron descender, la retuvieron un tiempo y le cortaron el cabello para que tuviera presente su exigencia: no perseguirlos, dejarlos operar, dejarles el territorio”.La historia, negada por el gobierno de Zacatecas, fue retomada por el ex canciller Jorge G. Castañeda el 21 de mayo (de 2009). Lo publicó así: “se detuvieron los vehículos, la gobernadora fue obligada a bajar y advertida que cesara de crearle problemas a los responsables de la interrupción de su viaje y, para que no cupiera duda fue tuzada, al grado que se vio obligada durante los meses siguientes a disimular, con elegancia, como siempre, los efectos del amago. A partir de entonces, voceros suyos han insinuado que despacha, e incluso que vive, en la base militar de (Guadalupe) Zacatecas. Huelga decir que no me he permitido abusar de la confianza que tengo con mi amiga (Amalia) para preguntarle si esto es cierto o no. Espero que no lo sea, pero creo que sí lo fue. Basta ver las fotografías de antes y de entonces para acá: Amalia García cambió de imagen y su pelo era y es corto. En mayo y junio más que ahora, claro, pues ya le creció”.

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