Adiós Redentores: no los necesitamos más

En América Latina el Estado se retira de su papel represivo – dice Jorge Castañeda, escritor, columnista y ex canciller de México.Maciej Stasinski: En los últimos años, la imagen de México en los medios internacionales es la de una guerra cruel y sin esperanza contra el narcotráfico.Jorge Castañeda: México es un país expuesto al escrutinio, cada año vienen a pasar vacaciones en nuestro país 20 millones de estadounidenses, 11 millones de mexicanos trabajan en Estados Unidos. Difícil sería que la guerra y sus consecuencias no fueran un tema de alcance mundial. Tanto más que la balanza es aterradora: 70 mil muertos, entre 20 y 30 mil desparecidos, secuestros.Todo empezó en 2006 cuando el presidente Felipe Calderón declaró la guerra contra el narco-negocio. Anteriormente, desde la mitad de los años 90 del siglo pasado, el nivel de violencia en México disminuía sistemáticamente. Calderón empezó su guerra inmediatamente después de su toma de posesión. Pudo no haberla iniciado; fue una decisión puramente política. Pero no lo hizo sólo porque en el país crecía la violencia o el consumo de drogas, ni porque los carteles dominaran el territorio antes controlado por el poder. La realidad es que enfrentó una crisis de legalidad cuando su rival, quien perdió las elecciones, López Obrador, cuestionó la validez de su elección. Así, decidió mostrar quién era quien gobernaba, y envió al ejército a luchar contra el narcotráfico. Al principio esta política le dio popularidad. Sin embargo, resultó ser un error fatal. Produjo un crecimiento enorme de la violencia. En pocos años el número de asesinatos, secuestros y desapariciones se triplicó. Hubo más víctimas de la guerra entre carteles y el Estado, y de la guerra entre estos mismos carteles que, acorralados por el Estado, empezaron a luchar entre sí por canales de distribución, influencias, etc. Fue entonces que la guerra dejó de ser popular.El gobierno de México ha reiterado que la responsabilidad por los costos y las consecuencias de la guerra debería caer no sólo en los países que producen drogas sino también en los que las consumen, y más del 90% del narcotráfico de México llega a Estados Unidos. Es un argumento razonable. Sin embargo, Estados Unidos no asume esta responsabilidad.Los estadounidenses oficialmente asumían esta responsabilidad aún durante las administraciones de Reagan y Clinton. Pero no querían enviar tropas o policía hacia la frontera con México porque mantenían en su país un equilibrio entre el consumo de drogas y el nivel de violencia y criminalidad, que controlaban relativamente. Es una hipocresía condenable. Los estadounidenses son hipócritas pero no son tontos. Nosotros en este asunto somos honrados pero tontos. El Presidente Calderón tomó la decisión de la guerra por su propia voluntad. Yo prefiero la hipocresía a la estupidez.En dirección opuesta – desde EUA a México – se trafican armas que compran los carteles.Así es. En Estados Unidos está prohibido exportar armas sin el permiso del gobierno. Sin embargo, los estadounidenses o no quieren o no pueden ejecutar esta ley – tendrían que cerrar todas sus tiendas de armas en Texas o Arizona o vigilar la frontera con México para controlar todo el comercio y los pasos fronterizos. Tampoco respetan sus propias leyes relativas al lavado de dinero proveniente del narcotráfico. Prohíben el consumo de drogas pero no lo respetan. En efecto, tienen el índice más bajo de criminalidad relacionada con el narcotráfico, desde hace muchos años. No quieren combatirlo. Y nosotros respetamos sus leyes, perseguimos, controlamos, capturamos y hay cadáveres por todas partes…pero en nuestro país, no en el suyo. Nosotros buscamos túneles por los que se trafica mariguana a Estados Unidos, y por el lado de ellos la mariguana sale de los túneles y tranquilamente llega a los supermercados donde se vende como un medicamento. La única solución es legalizar las drogas. Esto se debe hacer progresivamente, empezando por la mariguana que es una de las fuentes más importantes de ingreso para el narcotráfico mexicano. Ya 20 estados en Estados Unidos la han legalizado para fines terapéuticos y dos para el consumo. En el mundo se desarrolla ahora un movimiento hacia la no penalización de drogas, en Estados Unidos también. Las autoridades federales de Estados Unidos han decidido últimamente que no llevarán ante tribunales a los gobiernos estatales por tal legalización. Es un punto crucial.¿Qué puede hacer México para convencer a los estadounidenses a cooperar? Nada. México no puede cerrar la frontera con Estados Unidos. Exportamos por esta frontera mil quinientos millones de dólares diarios. Podemos intentar frenar el narcotráfico de los países sudamericanos, principalmente cocaína, en el sitio más estrecho de México, al sur del país. Lo único que podemos hacer en el norte es permitir que las drogas fluyan a Estados Unidos lo más rápido posible, sin cadáveres. ¿Para qué vigilar estos túneles? No se tiene respuesta pero hay que hacerlo. ¿Es cínico? Sí, pero los estadounidenses también lo son.El número de víctimas de la guerra mexicana contra el narcotráfico es escalofriante.México es un país centralizado, centrado alrededor de la capital. Los políticos, intelectuales más importantes, estudiantes y los medios están en la capital, quizás con la excepción de algunas ciudades como Monterrey. La Ciudad de México vive fuera de esta ola de la violencia, está libre de ella, segura. Quizás, en parte, gracias a la decisión de los propios carteles que lo cuidan como un refugio para ellos mismos y sus familias. Toda esta ola no afecta a los habitantes de la capital. Los estados cerca de la frontera norte donde hay tanta violencia, no saben “socializar” su pena, llegar a los medios nacionales y hacer de ésta una causa nacional.Cuando estuve en Bogotá, capital de Colombia, visité las así llamadas “casas buenas” y tuve la impresión de que yo sabía más de la guerra civil que los propios colombianos o alguien que lee la prensa colombiana. Y la gente prefería mirar a otro lado. Es un fenómeno parecido, aunque en Colombia la guerra llegó a las ciudades, no sólo a Medellín, sino también a Bogotá.Después del descrédito del comunismo en la URSS, de hacer públicos los crímenes de Kruschev, los de Hungría en 1956 y los de Checoslovaquia en 1968, América Latina se convirtió en un lugar en donde se podía soñar en el mundo socialista. Lo hizo la revolución en Cuba; cuando este mito cayó, en Venezuela apareció Hugo Chávez. ¿Qué pasa ahora con este sueño de la izquierda?El mito cubano empezó a romperse tras la caída de la URSS. Los logros cubanos resultaron ser mínimos. Quedaron al descubierto las limitaciones de las libertades democráticas, la dictadura. Los soviéticos fueron sustituidos por el apoyo financiero de Chávez pero resultó demasiado pequeño. Además, la propia Venezuela no tenía logros para sentirse orgullosa, excepto la retórica revolucionaria de Chávez y sus intentos de exportar su modelo a Bolivia, Nicaragua o Ecuador.En algunos de estos países que aprovecharon el boom mundial de materias primas o alimentos, algo se logró. Por ejemplo, los resultados económicos de Bolivia son bastante buenos, aunque tienen un régimen autoritario que combate a la oposición. Pero en Nicaragua o El Salvador, es mucho peor.La propia Venezuela es una catástrofe. Durante 13 años ganó por la venta del petróleo alrededor de 1 trillón de dólares y no tiene nada de ello. No tiene dinero para importar productos básicos que se necesitan para vivir. Si en Venezuela ocurre una crisis – y todo indica que así será– traerá mala suerte para la izquierda que vinculaba sus esperanzas al modelo venezolano. Pero hay también otra izquierda, la que gobernaba o gobierna en Brasil, Chile o Uruguay. Sus gobiernos dan buenos resultados. Pero no tienen nada que ver con la revolución. Es una izquierda tipo europea, socialdemócrata. Este modelo de izquierda vegetariana, en oposición a la carnívora, puede volverse más atractiva. El aura de la izquierda revolucionaria, que quiere cambiar el mundo violentamente, puede permanecer en la cabeza de aquellos que no percibieron el proceso histórico, pero al final quedará solamente la izquierda moderada, razonable, reformista, que sabe gobernar bien. ¿Qué consecuencias puede tener la caída del modelo venezolano después del fallecimiento de Chávez?Algunos consideran que es cuestión de unos meses. ¡Venezuela vende a China yacimientos de petróleo aún no explotados! La crisis, la implosión pueden ocurrir, o en la calle, o mediante un golpe militar. El ex ídolo de Chávez, Heinz Dietrich, ha anunciado la crisis en Venezuela y el golpe, a más tardar, para la primavera.Las consecuencias pueden ser dramáticas. Si esta economía cae, cesará la enorme ayuda para Cuba o Nicaragua. Y las dotaciones venezolanas son como un cordón umbilical para Cuba. Raúl Castro optó por Venezuela esperando que serviría como un puente de créditos por el cual se pasaría a normalizar relaciones con EUA. Pero no dio resultados. Entre otras cosas, porque Barack Obama no tuvo suficiente fuerza para iniciar una nueva política hacia Cuba, dependía de los votos importantes de algunos diputados anticastristas de origen cubano. Nada podrá sustituir subvenciones venezolanas que habían sustituido las dotaciones soviéticas. Y China no va a dar dinero a una Cuba en crisis – no van a arriesgarse a un conflicto con Estados Unidos.Después de la crisis de Venezuela, se salvarán Bolivia o Ecuador porque exportan alimentos y materias primas. Y para el Partido de los Trabajadores de Brasil o para la Argentina de la señora Kirchner, la caída de Venezuela será dolorosa ideológicamente, porque estos países elogiaban “el modelo progresista” de Chávez.¿Puede decirse que América Latina en las figuras de Fidel Castro o Chávez se despide definitivamente de su vínculo a los míticos hombres providenciales, redentores, como los presentaba en su libro su compatriota Enrique Krauze? Ya desde hace mucho observamos el ocaso de este mito. Es resultado del éxito de los países de América Latina en los últimos 20 años, el éxito de la globalización, la apertura al mundo y la introducción de gobiernos democráticos. El culto de los líderes ha pasado a la historia y más bien no volverá. Los países de América Latina se han vuelto o se vuelven países de clase media.Su problema es, sin embargo, la desilusión con la democracia. La gente no está contenta pese a que sus países se desarrollan. Un ejemplo es Chile, Brasil o Colombia. Protestas masivas estallaron allí no por causa de la crisis sino como resultado de los éxitos. En Chile, la gente reclamó una buena educación pública en lugar de la privada y cara, heredada de la dictadura de Pinochet. En Brasil, que se declara una potencia emergente, reclamaron masivamente un transporte público decente, servicios sanitarios y educación. Protestaron contra las inversiones gigantescas en estadios construidos para la Copa Mundial y los Juegos Olímpicos. Y tienen razón. Los estadios no son para el pueblo, el pueblo ve partidos de fútbol en la tele.Todo esto es un testimonio del abismo entre las crecientes esperanzas sociales de la clase media y las capacidades de instituciones democráticas para satisfacerlas. Los gobernantes no saben dialogar con los pueblos, falta una pedagogía política y económica, educación en cuestiones públicas. Las élites no explican los problemas a la gente, y son cosas que no pueden esperar. La democracia resulta ser insensible a las reivindicaciones sociales y algunas de sus labores son disfuncionales.¿Por qué, por ejemplo, en Brasil, hay tantos partidos políticos cerrados como castas, con listas electorales cerradas? la gente no sabe por quién vota. Y al mismo tiempo, la ex ministra de medio ambiente, Marina Silva, muy popular – en las últimas elecciones presidenciales ganó el tercer lugar – no puede establecer un nuevo partido porque la bloquea un sistema rígido.En Chile, hasta ahora no se ha quitado el último “candado de Pinochet”- sistema electoral “binominal”, que impide al partido ganador conseguir una mayoría cómoda para gobernar. En México hay todavía varias instituciones autoritarias de la época anterior, también de los 70 años del PRI.La prosperidad económica tampoco es una garantía de una vez para siempre.El boom de las materias primas y alimentos no va a durar siempre. Los países que los producen –Argentina, Chile o Ecuador– podían vender a precios muy altos cualquier cantidad de petróleo, gas, cobre, minerales de hierro, soya, carne, maíz, etc. porque China o India compraban cantidades importantes. Por ejemplo, Perú fue en los últimos años el país de mayor desarrollo de América Latina, con un crecimiento mayor al 7 u 8%, gracias a las exportaciones de materias primas. Sin embrago, cuando estas posibilidades se hayan agotado, pueden surgir problemas. Quizás no con el petróleo pero sí con otros bienes. Brasil ya crece más despacio de lo que se esperaba. Y las consecuencias de ello se unirán a las crecientes esperanzas sociales. A pesar de esto, no espero que vuelvan las recetas de los líderes. Las democracias latinoamericanas son reparables. Y los ciclos económicos son una normalidad con la que hay que vivir. Los latinoamericanos tienen una característica común con los polacos: les gusta recordar los daños que sufrieron por parte de forasteros y poderosos, y pasarles la cuenta. A veces son daños verdaderos, a veces son imaginados, que cubren la indolencia propia. ¿Sigue vivo este síndrome en América Latina?Está vivo en México, Perú, Venezuela, América Central. Entre los argentinos menos porque se sienten mejores que otros latinoamericanos. Los brasileños están libres por completo porque se consideran los escogidos por Dios. Pero en total, esta victimología pasa a la historia. Los líderes de los países de América Latina siempre quieren reclamar “respeto” cuando hablan con los estadounidenses. Es una prueba de un complejo: reclamo satisfacción por la ofensa o daño. Pero frecuentemente la ofensa ya es cosa del pasado y es difícil cultivarla hoy, cuando el 10% de los mexicanos o el 25% de salvadoreños trabajan en Estados Unidos y envían remesas a sus familias.En los países desarrollados de Occidente, después de la guerra, tuvimos primero el desarrollo del país protector para que no volvieran las turbulencias sociales anteriores a la II Guerra Mundial. Después, desde los tiempos de Thatcher y Reagan, el ciclo neoliberal cuando el mercado se globalizaba y los países se retiraban. La crisis mundial a partir de 2008 significa la crisis del ciclo neoliberal, pero a pesar de ellos el estado protector se encoje. ¿Cómo ha acontecido esto en América Latina? Al otro lado del océano nunca hemos tenido un Estado protector como en Europa, que abarcaba a casi toda la sociedad. Y la sigue abarcando, aunque en forma reducida. La gran mayoría de la gente en América Latina quedaba fuera del área de la influencia de la política del Estado como suministrador de bienes públicos tales como la salud, educación, etc. Gozaba de su función protectora “la aristocracia obrera sindicalista”.La gente excluida o pobre encontraba soluciones alternativas, miserables, pero que funcionaban – en la llamada “área gris”: narcotráfico, inmigración. Naturalmente ello demuestra un fracaso económico o social, pero al mismo tiempo eran y siguen siendo válvula de seguridad: no tengo trabajo, voy al cartel o narco y durante algún tiempo me ganaré la vida. O salgo para Estados Unidos. En Europa no tienen válvulas como éstas. En América Latina, el Estado se retira, no tanto de las funciones protectoras, porque nunca las realizaba bien, sino de su papel represivo, de control social. Un ejemplo es la liberalización en temas como el divorcio, el aborto o el consumo de drogas.Necesitamos desarrollo en la esfera del funcionamiento social del Estado, es decir, ampliar el papel del estado en la educación, servicios médicos, transporte para que se incluyan los que hasta ahora están marginados y privados de tal protección. Por ejemplo, Brasil no alcanza a dar protección médica a millones de los marginados, entonces trae e médicos cubanos a que trabajen en el interior. Es un fracaso. Cómo puede Brasil importar una fuerza de trabajo esclava, pues el gobierno brasileño no paga a estos médicos sino a la dictadura cubana!El estado en América Latina tiene que ser financiado mejor y más razonablemente, no puede sustituir a las personas en su independencia y eficacia, pero tiene que llegar a donde ahora no llega. Apenas ahora tiene que hacer lo que en Europa se hizo hace tiempo. El ciclo neoliberal profundizó el abismo entre la riqueza y la pobreza desde Estados Unidos hasta Europa y su crisis en el Occidente produjo un sentimiento de que hemos echado a perder la sociedad, como decía Tony Judt. La sociedad en que dominan las desigualdades es menos coherente, menos solidaria, se desarrolla peor. En América Latina, las últimas décadas han traído el resultado contrario. El crecimiento económico, las políticas de combate a la pobreza y la inflación baja hicieron que las desigualdades disminuyeran, los marginados y los pobres han aumentado, la clase media creció. Millones de personas consiguieron acceso a bienes y servicios a los que antes no tenían acceso: desde electrodomésticos y vivienda, hasta educación.¿Hay algo que una a los indignados en EUA, Israel o España con los de Chile y Brasil?Difícil encontrar un denominador común. En Chile o en Brasil la gente consiguió algo que no habían tenido antes, pero quieren más y mejor. En España y en Grecia perdieron.En Europa renace el nacionalismo como fenómeno de; egoísmo nacional anti-inmigrante, en defensa del status quo de la gente acomodada, en Holanda o Francia, por ejemplo, o autoritario, como en Hungría. En América Latina tiene características diferentes.En nuestros países, el nacionalismo tiene raíces en el pasado: la conquista, la colonización, las invasiones. En México, el monopolio petrolero de Pemex fue hasta hace poco la joya de la corona nacional. Hoy, los adversarios de su privatización han sacado a las calles una puñalada de gente. Y la ley que prohíbe vender tierra cerca de las playas a los extranjeros, ha sido cancelada.En Europa, la integración supranacional en el sentido institucional, ha provocado protestas de algunos. Sin embargo, a nivel mundial tiene pocos logros. Quizás La Corte Penal Internacional, la no proliferación de armas nucleares o la lucha contra el cambio climático, pero es poco.Si bien en Europa algunos sienten que el papel de las instituciones europeas supranacionales es demasiado grande y ello produce nacionalismos, en América latina –al contrario– necesitamos instituciones supranacionales como aire para espantar a nuestros demonios históricos: la corrupción, la ilegalidad, el autoritarismo, la destrucción del medio ambiente y la violación de los derechos humanos.En la economía no lo necesitamos, pero en el marco legal-tecnológico-cultural sí y mucho. Y tales instituciones que van a intervenir en los asuntos internos de los respectivos países. Necesitamos estos mecanismos para limitar la arbitrariedad de élites, a que haya inversiones, rijan los gobiernos de derecho y se respeten los derechos humanos.Pincha abajo para ver el artículo original

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *