Como ya estableció en estas planas un colaborador tocayo y, sin duda, debido a mi propia ignorancia y falta de seguimiento de los debates sobre la legislación secundaria de la reforma energética, no me había percatado del cambio en la situación de Pemex y de CFE al que alude el semicitado autor en lo tocante al cambio de estatuto de la deuda de Pemex y de CFE.Según ese texto, en la ley relativa a la autonomía presupuestal, de Pemex y de CFE, se incluye una cláusula que estipula que los empréstitos (nuevos) contratados por las dos empresas productivas del Estado "no constituyen obligaciones garantizadas por el Estado Mexicano"; es decir, no se considerarán como "deuda soberana".De confirmarse esta disposición legislativa, abriría una serie de incógnitas de gran alcance no sólo para Pemex y CFE sino para México.Hace pocos días los tenedores del bono de Pemex a 4.875% con vencimiento en 2015 recibieron un aviso de sus bancos solicitando consentimiento para aprobar una enmienda a los términos de ese empréstito. Según el aviso: "la enmienda propuesta pretende alinear cada instrumento con los cambios propuestos en la ley mexicana que resulten de las reformas en el sector energético mexicano que serán puestas en práctica en el futuro cercano. La dirección de finanzas de Pemex también está solicitando consentimientos análogos a los tenedores de las notas de los bonos con vencimiento en el 2016, 2017 y 2018".Hasta ahora Pemex, mucho más que CFE, ha sido una palanca del Estado Mexicano para contratar deuda externa; lo fue en 1981-82, cuando empezó a ser difícil la emisión de bonos UMS; lo fue a la inversa en 1995, cuando el flujo de pagos a Pemex por parte de sus clientes en el exterior se canalizó vía la Reserva Federal de Nueva York, pudiendo ser interrumpido si México no cumplía el rescate de aquel momento. Es cierto que, en tiempos recientes, Pemex ha logrado colocar grandes emisiones en mercados internacionales a tasas muy bajas, pero también lo es que sigue tratándose de deuda con una garantía implícita del Estado que la convierte de facto en riesgo soberano. Es perfectamente factible que, al desvincularse el riesgo Pemex del riesgo mexicano, Pemex siga pudiendo levantar recursos afuera. Pero también es posible que, debido a las debilidades intrínsecas de la empresa, al ya no contar con la garantía del Estado Mexicano, los tenedores potenciales se fijen más en las cuentas de Pemex que en las cifras macro de México.Surge por supuesto otra duda: ¿esto tendrá implicaciones retroactivas, como parece sugerirlo el aviso a los tenedores del bono 4.875%/ 2015? ¿Únicamente regirá para nuevos préstamos solicitados por Pemex? Aún si se limita al porvenir, la pregunta evidente es si los mecanismos de transparencia, rendición de cuentas y mejores prácticas, de un consejo de administración con integrantes independientes, serán suficientes para los potenciales acreedores extranjeros (que no son inversionistas).Hoy, si uno compra bonos de Pemex, puede revisar los datos macro de Banco de México, Secretaría de Hacienda, Fondo Monetario Internacional y OCDE, hasta del Banco Mundial para formarse una idea de la situación económica mexicana. ¿A dónde irán los tenedores hipotéticos para conocer los datos de Pemex? ¿A las actas del consejo?Termino con un deseo piadoso y seguramente ingenuo. Ojalá la decisión de absorber los pasivos laborales de Pemex y CFE y de que ambas empresas dejen de fondearse con aval del Estado Mexicano sea el preámbulo de una decisión necesaria y deseable que hemos propuesto en múltiples ocasiones Aguilar Camín y yo: la salida de Pemex a la Bolsa Mexicana de Valores y al New York Stock Exchange para sujetarse a la camisa de fuerza que significan esas instituciones.