Deseo equivocarme pero creo que 2015 será un año difícil para México y para el mundo. Los atentados de París ejemplifican bien los dos extremos de un ciclo no muy lejano del mexicano: violencia inaudita y la respuesta masiva de la sociedad que la rechaza, con el nuevo protagonismo de una generación que despierta al activismo social. Y en México, cierta sensación de desamparo, como si todos hubiéramos sido el niño que descubrió que el rey estaba desnudo, que era ducho en los vicios del pasado y demasiado lento en su curva de aprendizaje. Por ello, empiezo mis colaboraciones en 2015 recomendándole dos lecturas ya reseñadas por otros columnistas que permiten tomar distancia y se leen con gran placer: Adiós a los Padres, de Héctor Aguilar Camín yAmarres Perros de Jorge Castañeda.El libro de Aguilar Camín es entrañable en el sentido exacto del término: mueve las entrañas y uno termina amando a las heroínas del relato autobiográfico del historiador y amando bastante menos a los hombres que les fallaron. Son las mismas heroínas de miles de familias cercanas: las mujeres que, enfrentadas a la realidad de las necesidades de los hijos y la ausencia o fracaso del padre, se reinventan, descubren talentos inimaginados y sacan adelante a la prole. Aguilar Camín vuelve a Chetumal y a la frontera con Belice. Pero a diferencia de El Resplandor de la Madera, poblado de excesivas barbies caribeñas, en esta ocasión las protagonistas son dos mujeres excepcionales en su labor pequeña y, al mismo tiempo, monumental: resolver día a día las necesidades de cinco hijos reinventándose, sustituyendo sueños e ilusiones, promesas de confort y abundancia por los pequeños triunfos cotidianos: la sobrevivencia en una ciudad desconocida, el arte de resolver problemas, la perseverancia y alegría de “salir adelante”.Adiós a los Padres se lee de un tirón, gracias a la prosa limpia, concisa y hermosamente trabajada del autor y que logra contagiar al lector del deseo de conocer el enigma, de llegar al final, esperando que Ema y Luisa, estén ahí todavía en la casa de Avenida México, casa por la que tantas veces pasé sin saber de la proeza diaria que realizaban estas dos mujeres. Al mismo tiempo, el libro es fiel al título: es un amoroso ajuste de cuentas con los padres, en especial con el padre, con la memoria del autor como hijo, con su propia imagen en el mundo social mexicano. Logra algo difícil: distancia para poder desentrañar y compartir la realidad pequeña y brutal del mundo infantil y, en especial, de las figuras masculinas del padre, el tío y el abuelo. Pero no sólo eso. Además, lo hace con pinceladas de humor y de un cariño sin mucha ilusión, pero cariño al fin. Lea Adiós a los Padres y se ahorrará multitud de sesiones con el sicoanalista, disfrutará de un México desconocido como es el del Caribe mexicano y quizá se decida también a desentrañar el misterio de ser hijo, de ser padre.Amarres Perros, de Jorge Castañeda Gutman es, desde el título, una cortina de humo. El título enfatiza uno de lo hilos que corren a lo largo de la biografía del Güero Castañeda: su participación, directa o indirecta, en numerosos eventos del último medio siglo de la vida política de México y de América Latina. Al escogerlo, el autor desplegó su habilidad como narrador para iluminar una parte de su personalidad: el mocoso insolente, cínico, prepotente, radioactivo y, al tiempo, generador de tormentas y pararrayos, como se precia de ser. Pero esto no es más que una cortina de humo, tendida con gran habilidad narrativa, pues se lee con deleite y, a ratos, uno pide que se pare el mundo, aunque sea momentáneamente, para poder terminar el capítulo con nuevos datos sobre el 68; la historia electrizante de la toma de los rehenes de la embajada americana en Teherán; el elemento mexicano en ese conflicto; la historia de las guerras en Centroamérica y los Tratados de Paz, así como tantos otros amarres en los que ha participado el autor.Pero la verdad incómoda para el aura de L’Enfant terrible a la que rinde homenaje el título es que Castañeda es un hombre… bueno, dicho sin ambages: un buen hombre. “Nunca conocí a un ser humano o tan disfuncional para los afectos y la sociabilidad; ni siquiera yo mismo”, dice el Güero en los numerosos pasajes donde sorprende a los ingenuos burlándose de sí mismo. Por el contrario, en las más de 650 páginas desfilan amigos que ha conservado por décadas, haciendo gala de una sana ceguera a la condición social, a los nacionalismos y a los prejuicios, que le permite coleccionar afectos con personajes de toda condición social y de diversas nacionalidades. Por supuesto que hay rompimientos y fundamentalismos emocionales porque Castañeda es bueno, pero no bueno como el pan.Los momentos de mayor felicidad que menciona, además de aquellos referentes al amor, al nacimiento de su hijo, la publicación de su primer libro, el nombramiento de su padre y después de él, como cancilleres, son aquéllos en los que cree haber incidido para cambiar para bien la vida de muchos. Por ejemplo, con la Declaración Franco Mexicana que dio paso posteriormente a los Acuerdos de Paz en El Salvador; cuando se logra un cambio en la política hacia los refugiados guatemaltecos; cuando firma la demanda mexicana ante la Corte Internacional de Justicia por el caso Avena et al; cuando busca, obsesivamente, la enchilada completa que hubiera legalizado a cerca de 12 millones de compatriotas que viven desamparados en Estados Unidos y en tantas iniciativas para mejorar la calidad de la vida democrática en México. No, no es un cínico el que inventa una y otra propuesta para mejorar a México. Sólo se hace pasar por uno.Amarres Perros es una lectura apasionante que descorre la niebla del ciudadano común sobre los corredores del poder, las artimañas de los comunicadores oficiosos y muchos otros, que le hará leer de manera más perspicaz y escéptica la prensa y las noticias del mundo. Qué gusto volver a encontrarlo querido lect@r. Nos localizamos enTwitter: @ceciliasotog