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Dos amigos, dos libros / Erwin Macario

Dos amigos, dos libros…con Héctor ha sido el encuentromás duradero, productivo, fructíferoy sobre todo, placentero. Jorge G.Castañeda/ Amarres perrosQuizá don Héctor Aguilar Marrufo —séptimo hijo de don Lupe Aguilar Carrasco y “mamá Juanita” Marrufo—, al hacer sus maletas y marcharse del hogar, aquella mañana de 1959, no sólo nos estaba heredando —para que se nos entregara 55 años después—, la novela más personal de su hijo primogénito, Héctor Aguilar Camín, Adiós a los padres, sino la oportunidad de crecer nuestro aprecio al conocer un poco más, tras bambalinas, su alma de escritor.Adios a los padres, le digo, este pasado lunes 23 —cuando al alimón presenta con Jorge G. Castañeda su libro más reciente y el de éste, Amarres perros—, “creo que es una catarsis individual que une, por ello, dos libros con nuestras propias emociones y el interés en el acontecer cotidiano que nos hermana no únicamente en lo social sino en la vida misma”.El rector de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), José Manuel Piña Gutiérrez, nos había puesto en el camino para apreciar mejor la presentación de estas dos obras, al recordarnos, en su discurso inaugural del evento, la verdad que el gran Gabriel García Márquez ha señalado, en el sentido de que la vida es como se cuenta.Y, precisamente, esa noche de lunes, los dos escritores dejaron un poco aparte su terciar social de palabreros, para que se resuelvan los conflictos —como los indios de la Guajira garciamarquiana—, que, también al alimón, realizan en libros como Un futuro para México y Regreso al futuro, y tornaron a la palabra cercana, a contarnos más de cerca, en el propio terreno íntimo a veces reservado —autobiografía histórica en el diplomático, ficcionizada en el historiador— historias de familias que van del origen migrante a la integración social, de contar lo que puede identificar a otras familias y afectar generaciones o ser, como en Castañeda, no sólo testimonio personal sino afianzamiento de un origen heredado en la política y la diplomacia.Ser palabreros, entre los wayuu de la Guajira, tener el guararo, el bastón del poder de poner paz en los conflictos, es como tener la pluma para proponer soluciones, volver al futuro. Palabreros, dueños de la palabra, en estas novelas, también son Jorge G. Castañeda y Héctor Aguilar Camín.Asomarnos a parte de sus vidas en Amarres perros y Adiós a los padres, es un poco ver tras bambalinas. Reflexionar ¿qué hubiese sido Héctor si su padre, don Héctor Aguilar Marrufo, no se va de casa y no es Emma Camín, y los abuelos, como en Gabo, los que le forjan alas para el vuelo? ¿O qué de Jorge, sin un padre, Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, que desde mediados del siglo pasado es parte de la historia, la política y la diplomacia mexicanas?¿Se hubieran encontrado Héctor y Jorge para que éste —yo lo pienso— influenciara al historiador y novelista a dedicar tiempo a incursionar, también, en la política, en el análisis político en lo que Castañeda Gutman considera en Amarres perros, “el intento crepuscular: al lado de Héctor Aguilar Camín en la precampaña, campaña e interregno presidenciales, entre 2010 y finales de 2012”?.No es, pues, fortuito que el diplomático —amigo de quien en esta presentación de los dos libros llevó la representación del gobernador Arturo Núñez Jiménez, el secretario de Comunicaciones y Transporte, José Antonio de la Vega Asmitia—, hayan estado de nuevo, juntos, en el seno de la universidad de Tabasco, aunque en esta ocasión con un libro cada uno, pero del mismo corte: autobiografía.Castañeda y Aguilar Camín aprovechan lo que los une. Así lo explica Jorge al hablar sobre los ensayos que sobre elecciones legislativas había entregado a la prensa, en propuestas con agendas específicas: la antimonopólica, protección social, cambios institucionales y seguridad interna, que lo llevó a otra etapa y “nos animó a Aguilar Camín y a mí a poner por escriuto nuestras innumerables coincidencias de todo tipo”.Unos veinticinco años que este lunes reunió las coincidencia de dos libros muy personales —profundamente personal, califico el suyo don Héctor— en la UJAT. Una prueba de lo que en esta reciente obra dice Jorge F. Castañeda: “con Héctor ha sido el encuentro más duradero, productivo, fructífero y sobre todo, placentero. En libros, programas de televisión, conferencias, presentaciones y viajes de trabajo, hemos construido una convergencia de posiciones, estilo excepcional, y una amistad fuera de serie”.Esta amistad, que une otras, nos entregó las dos obras. Una novelada, ficcionizada; la otra “un minucioso análisis político, histórico, familiar y personal del ex secretario de Relaciones Exteriores”.Y la oportunidad de saludarlos y recibir, en la dedicatoria de sus libros, la generosa palabra de la amistad, que Aguilar Camín ha llevado a inmortalizar en un personaje, Rutilio, en su novela La conspiración de la fortuna.No la misma piedraPara Evaristo Hernández Cruz hay una cosa clarísima. Como alcalde de Villahermosa no volvería a cometer el mismo error de pelear con el gobernador. Y eso debe ser en todos los municipios. Por el bien de Tabasco.

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