“El Chapo”, EU y el tercer hombre

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La especulación de la semana pasada se confirma: EU solicitó la extradición de El Chapo Guzmán, aproximadamente una semana antes de su fuga. La PGR —coladera de indiscreciones desde tiempos inmemoriales— lo sabía. Es probable que Washington solo formalizara su petición después de haberla conversado informalmente, aun sin embajador de EU en México y sin embajador de México en EU. Quizá el Departamento de Estado dudaba que México aceptara, pero anhelaba alguna certeza de que los papeles serían recibidos. Tras la salida de Murillo parecía factible.
A finales de julio, tres influyentes personajes del gobierno de EPN se reunieron, por separado, con un pequeño grupo de empresarios, en la que puede considerarse la primera pasarela de la sucesión presidencial de 2018. Según algunos, Videgaray, Osorio y Nuño causaron una impresión muy superior a la de su imagen pública. Pero uno, el secretario de Gobernación, tal vez se excedió al revelar que ya venía la solicitud de extradición y que se había decidido entregar a Guzmán.
Esto pudo haber contribuido a la decisión de El Chapo de huir; obviamente no originó la construcción del chapotúnel, cuyos prolegómenos se remontan a la compra del predio donde comenzó la excavación en 2014. También puede haber contribuido la decisión de ayudarle, por parte de alguien cuya identidad desconocemos y cuya existencia no está comprobada, pero que podría explicar lo que sucedió. Si tanta gente sabía del inminente inicio del procedimiento de extradición, es posible que entre los enterados figurara un mexicano, externo al círculo gobernante, a quien no le convenía la extradición. Esta hipótesis es conspirativa, pero encierra una dosis de verosimilitud. La escuché a una persona cuyo propio destino se encuentra indirectamente vinculado a El Chapo, y me pareció perspicaz.
EPN es pragmático para negar la extradición durante año y medio por razones de nacionalismo ramplón. Ha pensado desde hace tiempo que al país le conviene más conservar a los narcos en casa, donde se puede tratar con ellos y “administrar” su prisión, que mandarlos a EU, donde el narco preso pierde el control de sus negocios y México el de sus confesiones. Pero supuse que otra razón para no entregarlo consistía en evitar que contara —o inventara— historias que involucraran a personajes mexicanos de gran relieve. De existir estos últimos, temerían las consecuencias de la extradición, y harían lo imposible para evitarla. La mejor manera de impedirla era… con la fuga de El Chapo.

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