Otra vez Venezuela

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Muchos pensamos que el chavismo venezolano no aceptaría una derrota como la sufrida hace un mes. Permitiría que la oposición encabezada por Leopoldo López, Henrique Capriles y María Corina Machado lograra una mayoría relativa en el Congreso, pero no toleraría una de dos tercios contraria al régimen que mermara su poder.
Nos equivocamos y no. Sorprendió la declaración del presidente aceptando los resultados. Dicha resignación aún es un enigma: unos dicen que el ejército no quiso prestarse a la manipulación de los mismos; otros que EU chantajeó a los posibles indiciados, altos jerarcas de las fuerzas armadas, y otros que Maduro entendió que las consecuencias internacionales de manipular un resultado tan adverso serían costosas.
Al mismo tiempo, venezolanos cercanos a la oposición, Moisés Naim y Beatriz Rangel, advirtieron que una cosa era no maquillar los resultados y otra resignarse ante una mayoría parlamentaria adversa que sí podrían revertir. Eso ha sucedido. Maduro, Cabello, el chavismo y los cubanos han decidido tratar de corregir en el seno de las autoridades electorales, en la Suprema Corte y en otros ámbitos ajenos al Parlamento, lo que perdieron en las urnas.
El intento de Maduro de nombrar a los nuevos ministros de la Suprema Corte cuyo periodo terminaba; la impugnación de varios distritos electorales y de un estado entero; la negativa de amnistía para liberar a Leopoldo López y demás presos políticos, y la perseverancia en sus políticas económicas desastrosas muestran que no existe conciencia dentro del oficialismo de que perdieron la elección.
¿Qué sucederá ahora frente a este intento? Como antes de las elecciones, dependerá de la comunidad internacional en su conjunto, y la latinoamericana en particular. La diferencia en esta ocasión es evidente. En Brasil, Dilma Rousseff no se encuentra en condiciones de prestarle ayuda a Maduro. En Argentina, el cambio de presidente y de línea política internacional ha llevado a una actitud más democrática por parte del presidente Macri que su antecesora. Hasta en la OEA la llegada de un nuevo secretario general, Luis Almagro de Uruguay, ha cambiado el panorama. En Canadá, que en la OEA puede ser decisivo, la llegada de un gobierno de centro-izquierda y a la vez crítico del chavismo, le puede dar mayor protagonismo. La clave se encuentra en qué harán Chile, Colombia, Perú, Costa Rica y México. Muchos de estos países prefieren desistir de cualquier enfrentamiento con Caracas y de tomar partido ante las violaciones a los derechos humanos y/o a la democracia representativa en Venezuela. Pero algunos ya tienen menos razones para seguir siendo incondicionales del chavismo. Colombia prácticamente terminó su negociación con las FARC; Chile podría empezar a entender que la incondicionalidad frente al chavismo no es una gran idea, y Peña Nieto podría empezar a inventar una política exterior más allá de la promoción de sus reformas y la organización de sus giras. Tal vez estamos en vísperas de un cambio frente al tema venezolano.

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