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Los resultados de las votaciones de este martes en Estados Unidos sugieren que, salvo sorpresas remotas, Donald Trump será el candidato del Partido Republicano a la Presidencia de ese país. Todavía puede tropezarse, o puede prosperar una coalición “Todos contra Trump”, pero ningún tropezón le ha hecho mella hasta ahora, y la amenaza de una candidatura independiente del propio Trump en caso de sentirse despojado de lo que conquistó en las urnas es potencialmente mortal para los republicanos.
La pregunta para México es qué hacer ante esta perspectiva. Como alguien que desde el verano pasado pensó que Trump iba a crecer, que lamentó el silencio y la pasividad del gobierno de México desde entonces, y que formuló una propuesta concreta de acción mexicana correspondiente en Estados Unidos, me siento con cierta autoridad para ofrecer una respuesta, como otras. Para ello hay que empezar por rechazar las tres tonterías que se han escuchado sobre esta materia desde mediados del año pasado.
Primera: Trump no va a ganar (la primaria tal, la candidatura republicana, la elección constitucional). Por definición, en un sistema democrático, es imposible saber de antemano quién gana y quién pierde. De ser posible, se podrían evitar las elecciones.
Segunda: contestarle es hacerle publicidad. Para alguien que ha podido colocarse en la posición de puntero en la contienda sin gastar casi nada en spots, ya que ha dominado de manera cotidiana el ciclo de noticias (free media) desde junio, pensar que cualquier cosa que México haga le va a generar más publicidad es absurdo. Ya la tiene, toda.
Tercera: solo le daría más argumentos contra México y los mexicanos. Ante sus seguidores sí, pero no se trata de hablarle a sus seguidores, si no a los 65 por ciento de votantes republicanos que no sufragaron por él, y al 100 por ciento de demócratas que tampoco lo hicieron. Cualquier definición mexicana sobre el tema debe dirigirse a los que no quieren a Trump, obviamente no a sus adeptos.
Hoy es indispensable formular y propagar una definición mexicana clara y solemne, difundida en Estados Unidos y dirigida al universo anti-Trump. No sobre el individuo Trump, y sus atributos o ausencia de ellos, sino sobre el efecto de sus posturas sobre la relación entre México y Estados Unidos.
México no puede oponerse a que Trump gane. Puede aclarar las consecuencias de una victoria basada en posiciones como las que ha esgrimido, y como las que pondría en práctica si es electo. ¿Trump le sacará raja a esto? Probablemente, pero ante sus partidarios, no en el seno del establishment demócrata y republicano, ni entre los dos tercios del electorado que no simpatizan con él. Seguir callados es ineficaz, indigno e imposible.

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