¿Qué decir de la economía?

Jorge Castañeda

Muchos analistas consideran hoy que la salud de la economía mexicana es precaria, y que va agravándose. Por un lado, crecemos poco; por el otro nos endeudamos más, y hasta el sector externo, en particular el de exportación de manufacturas, se ha enfriado. El dólar llegó a 20 pesos y vamos por más; las tasas de interés subirán de nuevo. Si a ello sumamos los problemas estructurales —informalidad, productividad estancada, finanzas públicas sanas pero a un nivel insuficiente de gasto y en particular de inversión pública—, existen razones para preocuparse.

De ser así, o de volverse aún más crítica la situación si el presupuesto aprobado no es ni tan austero que satisfaga a las calificadoras de riesgo y a las corredurías, ni tan “social” que no enardezca a determinados sectores de la sociedad mexicana —estudiantes, médicos, empleados públicos, etcétera—, se puede asemejar a momentos previos de gran dificultad para el país. Pensando en eso, algunos han sugerido que el presidente Peña Nieto debiera seguir el camino de dos de sus predecesores —Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo— y desplegar un gran esfuerzo de explicación de la gravedad de la coyuntura.

Como a Peña Nieto no se le da la salida pública, y es poco didáctico en los medios, pero sí conecta en corto con sus interlocutores, puede reunirse con pequeños grupos de empresarios, académicos, comentócratas, líderes sociales, personas del mundo de la cultura y las artes, para exponer la profundidad de la crisis, sus orígenes, y lo que piensa hacer para sortearla. Y, en todo caso, despojarse de eufemismos y de todo rasgo de optimismo beato para “netear” con el país a través de estos diálogos.

El problema que veo con este enfoque —y se nota en una frase del secretario Meade en la Cámara ayer— es que obliga a responsabilizar a alguien de la citada gravedad. De la Madrid le echó la culpa a López Portillo; Zedillo a Salinas; Peña Nieto, ¿a quién? Según Reforma, el titular de Hacienda dijo que “las finanzas públicas deben regresar al equilibrio que perdieron hace varios años”. Sin duda, pero habría que explicar por qué se perdió ese equilibrio. ¿Solo por la caída del precio del petróleo? ¿Dos años son varios años?

Este es el quid del asunto. EPN no puede echarle la culpa al secretario de Hacienda anterior, porque le entregó todo el poder, sin ningún contrapeso en Los Pinos o en Banxico o en una SPP desaparecida desde hace 25 años. Tampoco puede culpar a su propio predecesor, ya que con él firmó un pacto de no agresión: ni en materia de violencia ni de corrupción ni de gestión económica.

¿Cómo llegamos a esto? Hay explicaciones, pero EPN no las puede verbalizar, ni en corto ni ante todo el país. Quizás convenga más, en efecto, contar las cosas buenas, aunque no cuenten.

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