Primera promesa de Trump, cumplida

El Financiero

Jorge Castañeda

Todas las críticas al arreglo que le impuso Donald Trump a United Technologies–Carrier de suspender la transferencia de por lo menos mil empleos de Indiana a Monterrey son válidas. Se puede convertir esto, a través del síndrome de daño moral, en un incentivo para que otras empresas norteamericanas chantajeen al Ejecutivo, amenazando con irse a México y luego pactando incentivos, subsidios, apoyos de diversa índole. No es una política generalizable: Trump no puede hablarle personalmente, o a través de su vicepresidente, a los ejecutivos de todas las empresas que piensen venir a México. Además, es cierto que ya hay una planta de Carrier en Monterrey, y que algunos de los empleos de Indianápolis sí se trasladarán a la Sultana del Norte.

Asimismo, a la larga es probable que la empresa de aires acondicionados pierda competitividad frente a sus rivales de Corea del Sur, y que otras empresas, en otros rubros, también verían mermada su capacidad de competencia ante rivales de otros países. Y, por último, es un hecho que los presidentes no deben intervenir en el funcionamiento del mercado más allá de ciertos límites, no como política general, y mucho menos en escoger a ganadores y perdedores como parece estarlo haciendo Trump. Todas estas críticas, así como las que podrían sumarse subrayando que esto sólo le hace daño a Estados Unidos (EU) y no a México, pueden ser ciertas. Y Trump estará pensando: que digan misa.

El hecho es que, a menos de un mes de las elecciones, tratándose del caso emblemático de la transferencia de empleos de EU a un país con el cual Washington tiene un acuerdo de libre comercio, el presidente electo paró buena parte de la pérdida de empleos. El hecho es que cumplió incluso antes de tomar posesión, con una promesa de campaña. El hecho es que llevó a cabo un evento en la propia fábrica, con los trabajadores de la misma, donde no sólo anunció el acuerdo, sino que dijo que no permitiría que otros empleos se fueran a México, y que el TLCAN es el peor acuerdo que haya firmado EU en toda su historia. Para todos aquellos que pensaban que Trump era puro jarabe de pico, creo que sería tiempo de despertar.

Si hay un solo tema sobre el cual Trump parece tener ciertas convicciones, es el proteccionismo o sus críticas a los acuerdos de libre comercio. Ha sido su postura desde hace más de 30 años. Y además sale barato. El chistecito de Indianápolis le costará a alguien (probablemente al gobierno del estado de Indiana y a la ciudad) 700 mil dólares al año: una bicoca. Políticamente lo podrá criticar la izquierda –Bernie Sanders– y la derecha –los llamados libertarios o partidarios del libre mercado–. En términos de propaganda, del impacto mediático de una promesa cumplida, de las tomas con los trabajadores y la entrevistas con los mismos, es inmejorable la jugada de Trump.

Supongo que todo esto lo discutió largamente Peña Nieto en La Habana con colegas de gran visión e inteligencia como Daniel Ortega, Rafael Correa, Evo Morales, Salvador Sánchez Cerén, y el mayor de todos ellos, Raúl Castro. Supongo que volvió de la capital cubana y de la glorificación de Fidel Castro con ideas muy precisas sobre cómo enfrentar el primer gran éxito de Trump en esta materia. Ojalá así sea. Porque si no, no quiero ni pensar cuántas más plantas suspenderán sus proyectos de inversión en México. La siguiente que probablemente esté en la mira sea la de Ford en San Luis Potosí. Ya veremos qué pasa.

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