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Ford en SLP, ¿no qué no?

El Financiero

Jorge Castañeda

La incredulidad es lo último que muere, no la esperanza. ¡Cuánta gente en México y en Estados Unidos no ha proclamado en los últimos meses que Donald Trump jamás podrá cumplir con sus promesas de campaña! ¡Cuántos expertos y funcionarios de ambos países no nos tranquilizaron, demostrando con sesudos análisis que jamás las grandes empresas norteamericanas sujetarían sus decisiones de negocios a los estados de ánimo del ocupante de la Casa Blanca! ¡Cuántos empresarios no nos explicaron que si Washington aplicaba las equivocadas teorías económicas proteccionistas de Trump, se dispararía en el pie, dañaría a la economía y el empleo norteamericanos, y que por lo tanto jamás sucedería algo por estilo! Y ¡qué pocos fuimos quienes advertimos que convenía tomar a Trump en serio, en todas sus amenazas y promesas, y que el daño para México sería enorme! Ya empezamos.

Después de haber insistido en que no suspendería la construcción de su planta productora del modelo Focus en San Luis Potosí, la Ford Motor Company ayer anunció exactamente lo contrario. Canceló la creación de casi tres mil empleos, abandonó las instalaciones que pudo haber erigido desde el mes de mayo, y dejó al gobierno del estado embarcado con los incentivos y las inversiones aledañas que pudo haber realizado (aunque el gobierno federal asegura que Ford pagará todo –ya veremos–). El Focus se armará en Hermosillo, en la planta instalada en 1985, sin crecimiento de empleo en México.

Aunque Mark Shields, el CEO de Ford, reiteró quince veces ayer que su decisión no tiene nada que ver con Trump, sino únicamente con los gustos cambiantes del consumidor norteamericano, nadie en sus cinco sentidos le puede creer. Tuve la oportunidad de repetir incansablemente estos meses –entre otras ocasiones, cenando con Juan Manuel Carreras, el gobernador de SLP, el 12 de mayo– que ningún CEO de Estados Unidos resiste una llamada de la Casa Blanca que empieza así: “Please hold for the President of the United States”. El mandatario no puede realizar mil llamadas análogas, ni poseen la misma fuerza al segundo o tercer año de su mandato que antes de arrancar, pero la presidencia intimida. Me consta, porque trabajé para un presidente que utilizaba con frecuencia el teléfono. Carrier y Ford son las primeras empresas en doblarse ante las exigencias de Trump; no serán las últimas.

¿Qué hacer? Primero, dejar de contarnos cuentos: la cosa va en serio, y no se trata de un seminario de posgrado de teoría de comercio internacional, de Ricardo a Krugman. Segundo, comenzar a tratar el tema de la convergencia salarial entre México y Estados Unidos con seriedad: mientras la brecha alcance la proporción actual de casi 10 a uno (ciertamente en parte por el tipo de cambio) seguirán y crecerán las presiones para evitar nuevas inversiones estadounidenses en México (o en China), para reexportar manufacturas a Estados Unidos. Tercero, arreglar el tiradero interno de violencia, corrupción y falta de Estado de derecho. Se trata de una condición indispensable para atraer inversiones extranjeras destinadas o bien al mercado interno mexicano, o bien para exportar a otras partes del mundo, o bien a Estados Unidos sin depender de los bajos salarios mexicanos.

Si cree uno en las cabañuelas, se nos viene un año horroroso. Primero de enero: gasolinazo. Dos de enero: protestas desorientadas y fútiles. Tres de enero: Ford en SLP. ¿Con qué nos amaneceremos el 4 de enero; es decir, ¿cómo nos irá en el mes de abril?

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