Ícono del sitio Jorge Castañeda

¿Trump en China?

El Financiero

Jorge Castañeda

Algunas horas antes de su primer discurso ante el Congreso de EU, Donald Trump filtró ante conductores de noticieros de las principales cadenas del país (con excepción de Jorge Ramos, que muy dignamente decidió no aceptar la invitación), que estaba abierto a algún tipo de reforma migratoria integral. Esta incluiría la legalización de millones de indocumentados en EU que no hubieran cometido delitos graves, es decir, casi la totalidad. De inmediato las cadenas, y hasta el New York Times, se fueron con la finta de que en dicho discurso, anoche, Trump anunciaría, si no los detalles, por lo menos los fundamentos de una reforma tal. Huelga decir que eso no sucedió.

Hace casi medio siglo, uno de los presidentes norteamericanos más conservadores de la época moderna, envió a su consejero de seguridad nacional a la China de Mao Tse Tung, para poner un término a los entonces veinticinco años de distanciamiento entre el país más poblado del mundo y el país más rico del mundo. Poco después, Richard Nixon viajó a Beijing y a Shanghái, se reunió con Mao Tse Tung y con Chu En-Lai, y desde entonces existe la leyenda (no urbana) de Nixon en China: que sólo un presidente norteamericano tan conservador, derechista o reaccionario y anticomunista como Nixon podía llevar a cabo una reconciliación que se había tardado desde 1949.

En alguna ocasión, cuando Leo Zuckermann, Héctor Aguilar y yo invitamos al entonces candidato Peña Nieto a nuestra Hora de Opinar, él utilizó este ejemplo, y el de Felipe González en España, para argumentar que sólo un priista podría llevar a cabo una reforma energética. Tenía razón, salvo que la hizo mal y tarde. Pero es cierto que sólo un presidente de un gobierno socialista como González hubiera podido llevar a cabo el ingreso de España a la OTAN, y también a la Unión Europea, en condiciones no siempre favorables.

Debido a esos ejemplos, alguna gente perspicaz y quizás excesivamente optimista ha pensado que sólo un presidente norteamericano tan antiinmigrantes, xenófobo y nacionalista, podría llevar a cabo una reforma migratoria como la que Bush y Obama buscaron con perseverancia y buena fe, no siempre con habilidad ni sentido de oportunidad, y que no pudieron lograr. No es descartable del todo la idea.

En una de esas, un día Trump, después de deportar a millones de mexicanos, de construir cientos de kilómetros de muro, de destruir el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte, podrá, en efecto, proponer una reforma migratoria integral en EU. La famosa “enchilada completa” entrañaría lo que siempre tenía que incluir: la legalización de los que están allá y la legalización de los flujos futuros, que seguirán siendo indispensables para la economía y la sociedad norteamericana. Pero no lo hizo anoche y no lo va a hacer en un futuro cercano. Error de quienes pensaron que así iba a ser, error de los especuladores que fortalecieron al peso anoche, error de los que quieren buscarle la parte buena a todo, incluso con Trump.

Salir de la versión móvil