El oso de Odebrecht

El Financiero

Jorge G. Castañeda

Escribí en estas páginas hace algún tiempo que México corría el riesgo de hacer el ridículo en el concierto latinoamericano al ser el único país donde no se divulgaran los nombres del escándalo Odebrecht. Como se sabe, la empresa constructora brasileña creó una división especial para obtener contratos en América Latina y en África vía sobornos de funcionarios. Cuando fue descubierto, a través de las investigaciones del Lava Jato en Brasil, cuando su director y principal accionista fue encarcelado y cuando la empresa fue demandada en otros países, llegó a un acuerdo con los gobiernos de Brasil, EU y Suiza. Se comprometió a pagar una multa de 1.3 mil millones de dólares, y se hicieron públicos en un tribunal de Nueva York los detalles de la corrupción generalizada en la que incurrió.

Empezaron rápidamente a circular nombres, montos, órdenes de aprehensión y filtraciones. En Argentina fue acusado un exministro; en Colombia resultó que Odebrecht contribuyó con una cantidad importante a las dos campañas presidenciales de Juan Manuel Santos, aparentemente sin su conocimiento; en Perú, dos expresidentes –Alejandro Toledo y Ollanta Humala– fueron acusados de haber recibido recursos con su conocimiento. Se giraron órdenes de aprehensión, notas rojas de Interpol o de arraigo en su contra. En México, nada.

Puede tratarse de un nuevo oso para el zoológico nacional. La magnitud de los sobornos –4.5 millones durante el sexenio de Calderón, 6 en el de Peña Nieto– dificulta pensar que los destinatarios de la mordida fueron funcionarios menores. Por esa razón, o varias más de alguna manera imaginables, el gobierno de México ha hecho todo lo posible para que no se publiciten los nombres.

El procurador Raúl Cervantes viajó a Brasil hace unas semanas, ostensiblemente para convencer a los encargados de la investigación allá y a varios homólogos suyos de América Latina, pero regresó con la noticia de que hasta el mes de mayo o junio se abriría la reserva en ese país en cuanto a los nombres de los funcionarios acusados en los documentos del tribunal de Nueva York y del acuerdo entre la empresa y los tres gobiernos mencionados. Pemex, por su parte, anunció hace poco, de acuerdo a una columna de Carlos Loret de Mola, que no podía hacer públicos los dos contratos firmados por la paraestatal con Odebrecht, ya que hacerlo entorpecería las investigaciones que lleva a cabo la PGR y la Auditoría Superior de la Federación. Huelga decir que ni la PGR ni la FP han informado a alguien sobre el curso de dichas investigaciones, hacia dónde apuntan, cuándo piensan terminarlas, si han entrado en contacto con los brasileños o no, además del viaje de Cervantes, y todos los demás elementos que podrían ser útiles de conocer.

Por otra parte, un grupo de académicos de la UNAM concentró el fuego sobre Calderón, pero también contra algunos de los funcionarios de Pemex durante el sexenio actual. Los nombres que reaparecen con insistencia en las versiones de prensa –en efecto no corroboradas– son los de Miguel Tame y Jordy Herrera como posibles beneficiarios de las aportaciones de Odebrecht. En el caso de Tame en particular se supone que él podría ser uno de ellos ya que ocupó cargos importantes en Pemex en ambos sexenios. El hecho es que por ahora no se sabe nada y todo indica que no se sabrá.

Huelga decir que los medios de comunicación mexicanos, así como varias organizaciones de la sociedad civil dedicadas a denunciar y descubrir hechos de corrupción en México han sido especialmente pasivos en este caso. No es seguro que si los medios le rascan con seriedad al tema en Nueva York, en Brasil y en Suiza, pudieran descubrir los nombres de los mexicanos involucrados. Pero es seguro que si no le rascan no van a descubrir nada, a menos de que alguien les filtre algo: su vocación natural. Lo bueno es que esto no está sólo en manos de las organizaciones y medios mexicanos. Si ellos se niegan a hacer su chamba habrá medios u organizaciones de la sociedad civil en otros países que sí la harán. Y entonces sí se sabrá si hay algún paralelo entre el caso de los expresidentes peruanos y el de los actuales y futuros expresidentes mexicanos.

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