Lecciones de los comicios en México

Jorge G. Castañeda

Las elecciones en cuatro estados mexicanos este pasado domingo arrojaron resultados aleccionadores. De la lectura que de ellos hagan los distintos actores políticos dependerá el escenario electoral del año entrante, cuando México escoja a un presidente, un Congreso renovado y ocho gobernaturas de relieve.

Aunque el Partido Revolucionario Institucional (PRI) superó las expectativas más pesimistas, al triunfar en dos entidades y llegar en segundo lugar en una más, sus números representan un rechazo vehemente a la gestión del presidente Enrique Peña Nieto (EPN). Podría haberle ido peor: perder el Estado de México (EDOMEX) hubiera constituido una verdadera debacle para el presidente. Aún así, en su estado natal, del cual fue gobernador, el candidato del PRI obtuvo el 33% de los votos; el predecesor del mismo alcanzó 65% en 2011. A pesar de una de las contiendas más onerosas, disparejas y sucias en años recientes, el PRI apenas triunfó por 3 puntos.

En el norteño estado de Coahuila, donde el PRI nunca ha perdido, el 60% de los votos se expresó en contra del partido de Gobierno. Y en Veracruz, viejo bastión priista y el tercer padrón electoral del país, a pesar del segundo lugar, apenas logró el 18% de los votos. Las elecciones confirmaron lo que se sabía antes, gracias a las encuestas, las tertulias y los rumores: Peña Nieto es el presidente más impopular durante su mandato de la historia moderna de México. Echeverría, López Portillo y Salinas de Gortari lo superaron solo al concluir sus respectivos sexenios. La impopularidad del mandatario hunde a sus candidatos, a las perspectivas de sus reformas, y sin duda alguna, al abanderado del PRI en los comicios de 2018. Es la primera lección del domingo pasado.

La segunda involucra al personaje del momento en México, el exalcalde de la capital, dos veces derrotado candidato a la presidencia, y actual puntero en las encuestas para 2018. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) albergaba grandes esperanzas de arrebatarle al PRI la gobernatura del Estado de México –dotado de un presupuesto de casi 15 mil millones de dólares anuales. Aunque no lo logró, cuadruplicó la votación de su partido frente a 2015, la primera vez que se presentaba en las urnas, e igualó sus propios desempeños electorales en 2006 y 2012, con él en la boleta. Sobre todo, demostró que si la izquierda mexicana se uniera –claro está: bajo su égida- barrería con todos. A pesar de una aspirante acusada de corrupción, incapaz de articular dos oraciones seguidas y por completo carente de cualquier propuesta, el partido de AMLO, cuyas siglas –MORENA- son un abierto llamado a una postura identitaria, junto con el de la izquierda tradicional (PRD), rebasaron el 50% de los votos. De aliarse en 2018, resultarían imbatibles. En esta ocasión la alianza fue imposible, tanto por la arrogancia de AMLO como por el éxito de EPN en asegurar la división de la izquierda gracias al buen uso de recursos a favor del candidato del PRD. Pero para el 2018, todo indica que si las cúpulas de izquierda no se ponen de acuerdo, los votantes lo harán. Encuestas de salida del 5 de junio muestran que entre electores del PRD, su siguiente preferencia era MORENA, por 7 a 1. Es la segunda lección del domingo.

La citada proporción dificulta las posibles alianzas que pudieran vencer a López Obrador en 2018. Es la última lección de estos días. El presidente del Partido Acción Nacional (PAN), Ricardo Anaya, ha ganado su capital político apostándole a la alianza de su organización con la izquierda tradicional. El año pasado la apuesta resultó: el PAN conquistó varias gobernaturas importantes gracias a una coalición con el PRD comandada por el primero. Pero esta vez, el partido de Anaya tropezó. En EDOMEX cayó al cuarto lugar, en parte por una muy mala candidata, en parte por una mala estrategia diseñada por Anaya. En Coahuila, también perdió, con un buen candidato pero de nuevo una mala estrategia.

Anaya cree que una alianza PAN-PRD-ciudadanía independiente puede derrotar a AMLO en 2018. Su fracaso el domingo lo debilita. Los votantes de izquierda se niegan, a nivel nacional, a votar por el PAN; los panistas, a nivel nacional, se rehusan a hacerlo por el PRD. Anaya quiere ser a la vez el forjador de la alianza, y su candidato presidencial. Muchos piensan que se trata de aspiraciones incompatibles; cuando las niega, no le creen. La cuadratura del círculo sería una candidatura PAN-PRD que no fuera ni de un partido ni del otro, y una especie de primarias entre ese contendiente y el del PRI. El ganador iría contra AMLO en el equivalente de una segunda vuelta. Hoy en día, es la única manera de ganarle.

 

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