Venezuela y nosotros

El Financiero

Hay varios saldos de la Reunión de Consulta y de la Asamblea Anual de la OEA, celebradas en Cancún desde el lunes pasado. Veo tres de particular relevancia para México, y en ellos quisiera concentrarme. Sin menosprecio de las consecuencias y balances para Venezuela –tema central de los debates–, para el resto de Latinoamérica, y para Estados Unidos y Canadá. Voy de lo más trascendente a lo de menor importancia, insisto, para México.

Por fin contamos con una posición digna y correcta, que antepone los compromisos regionales de defensa colectiva de la democracia representativa y de los derechos humanos, a los principios caducos de no intervención y de supuesta autodeterminación de los pueblos. Qué bueno que México ya parezca haber vuelto a la postura que tuvimos hace poco más de 15 años, que se fue perdiendo durante el gobierno de Calderón y que se desvaneció por completo durante los primeros dos años y medio del gobierno de Peña Nieto. Se trata de un avance significativo de política exterior, que de inmediato generó repercusiones en la política interna. No se debe disociar la postura de México ante Venezuela de aumentar, hasta duplicar, las aportaciones mexicanas y de los demás países –gracias al exhorto de México– al sistema interamericano de defensa a los derechos humanos, a saber, la Comisión y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos. Tampoco debemos separarla de la declaración de Videgaray, de que México da la bienvenida a todo el escrutinio externo, incluyendo desde luego observadores internacionales para las elecciones de 2018. No se puede lo uno sin lo otro, aunque el abogado de los padres de Ayotzinapa admire a la dictadura de Maduro.

En segundo lugar, es cierto que gobiernos representando a más de 90% de la población y del PIB de América Latina votaron por una resolución vigorosa y clara sobre Venezuela en materia de la Asamblea Constituyente, la liberación de los presos políticos y un calendario electoral previamente acordado, etc. Ahí si realmente hay un avance en cuanto a que la gran mayoría de los habitantes de América Latina, representados por sus gobiernos, votó de esta manera. Es un avance importante y hay que recalcarlo. Hace muy pocos años ni Brasil ni Argentina ni Perú ni México lo hubieran hecho. Ahora, sólo Bolivia y Nicaragua se solidarizaron con Maduro; ni Ecuador ni El Salvador los siguieron. El cambio es notable, y se va a profundizar en las semanas por venir.

El tercer punto es que en efecto fracasamos: no tiene sentido tratar de tapar el sol con un dedo. No se obtuvieron los votos necesarios para que el proyecto de resolución fuera aprobado, y esas son las reglas de la OEA. Como en el futbol, gana el que anota más goles, no el que mete los más bonitos. Esas son las reglas de la OEA y de la ONU. México y Perú no lograron el objetivo que se plantearon. Fue imposible arrancar tres votos más a los países del Caribe, que hicieron la diferencia, entre abstenciones y votos en contra.

Ahora la pregunta es por qué. He visto tres explicaciones que enumera muy bien Andrés Oppenheimer, aunque yo agregaría una que me parece la más importante. La primera es la explicación que parte del petróleo que Venezuela le regala o le vende muy subsidiado a las islas caribeñas. Ya no es lo que era, ni en volumen ni en precio, pero persiste su pertinencia. La segunda explicación consiste en que Estados Unidos no hizo la tarea. El hecho de que Rex Tillerson, el secretario de Estado, no haya viajado a Cancún, debilitó el esfuerzo de todos, porque no pudo torcer brazos ahí. Aunque ahí no es donde se tuercen los brazos a los pequeños países del Caribe, sino por teléfono o a través de las embajadas de Washington en cada capital. Hay un caso especialmente escandaloso: el de República Dominicana. Que Estados Unidos no pueda convencer a Santo Domingo que vote con nosotros me parece increíble.

La interpretación que agregaría involucra a un país donde tal vez México tenga que hacer más. Cuba ejerce una enorme influencia en esos pequeños países vecinos de La Habana, desde hace muchos años, porque allí ha puesto en práctica una política desde hace casi 40 años, de “cooperación”. Ha enviado a miles de agentes de inteligencia, médicos, maestros, instructores deportivos y militares a todos los pequeños países, para ayudarles con distintas formas. Eso le ha traído a Cuba una gran ascendiente sobre sus gobernantes. No sé si México ha hecho la tarea con Cuba, diciéndole: “Hemos hecho todo lo posible para quedar bien contigo. Te perdonamos la deuda, fue Peña Nieto a Cuba, vino Raúl Castro a Mérida, todo lo que querías te hemos dado, ahora ayúdanos tú”. Ya es hora de que haya un mínimo de reciprocidad cubana por estos esfuerzos desmedidos que México ha llevado a cabo por Cuba, por cierto no adoptando la justa postura que con toda razón hemos adoptado frente a Venezuela. Tal vez no surgieron las condiciones para buscar esta correspondencia cubana en relación a las reuniones de Cancún. Habrá otras reuniones y otras oportunidades. Habrá que trabajar para ellas.

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