El nuevo enfoque de EU con México… desde 1988

El Financiero

Jorge G. Castañeda

En la víspera de la reunión entre Enrique Peña Nieto y Donald Trump en Hamburgo, va a ser grande la tentación de cantar victoria cuando el norteamericano declare que su país debe hacer algo también por combatir el narcotráfico, por reducir la demanda de drogas, por luchar contra el consumo en Estados Unidos, y por reducir el trasiego de armas de Estados Unidos a México. Se dirá que por fin Estados Unidos aceptó la tesis mexicana de la responsabilidad compartida, del trampolín y la alberca, y que eso demuestra la insólita capacidad persuasiva del mandatario mexicano.

Desde 2009, y después en un segundo pequeño libro con Rubén Aguilar, procuré mostrar cómo no hay nada nuevo bajo el sol, y que a Washington nunca le ha costado nada darnos todo el atole que queramos con los dedos de ambas manos, mientras prosigamos con su guerra contra las drogas. Repito algunas citas de esos textos, y varias otras, más recientes.

“En febrero de 1988, en la cumbre de Mazatlán entre Miguel de la Madrid y Ronald Regan, este último admitió que ‘el problema era el consumo en Estados Unidos’ y que se trabajaba para disminuirlo. En esa ocasión el canciller mexicano Bernardo Sepúlveda declaró con satisfacción que ése era ‘un elemento nuevo’ en la relación bilateral y que iba a ayudar a la lucha contra el narcotráfico… En mayo de 1997, en el encuentro entre Zedillo y Bill Clinton en la Ciudad de México, el presidente estadounidense se comprometió a ‘frenar el tráfico de armas ilegales hacia México, que fortalece a los narcotraficantes’… En noviembre de ese mismo año (ambos presidentes) declararon tras una reunión en Washington (que) ‘coincidimos que es necesario ampliar el apoyo a los esfuerzos para disminuir la demanda de drogas ilícitas, como parte de un enfoque integral en la cooperación antinarcóticos’… En febrero de 2001, George Bush, en una visita al rancho San Cristóbal, en Guanajuato, reconoció que el motivo por que crece el tráfico de drogas es por la demanda de éstas en su país: ‘el narcotráfico y el crimen organizado son amenazas de primer orden para nuestras sociedades. Nos proponemos reducir la demanda de droga y eliminar las organizaciones de narcotraficantes’… En agosto de 2007, Bush declaró: ‘Estados Unidos está comprometido con esta estrategia conjunta para hacer frente a un problema común’… En marzo de 2009, durante una entrevista concedida a CBS, Barack Obama dijo: ‘tenemos que reconocer que esta lucha es una calle de doble vía’, y reconoció que ‘desde Estados Unidos, tenemos que poner de nuestra parte reduciendo el consumo y el tráfico de armas y de dinero que van a parar a los cárteles de la droga. Esta guerra (contra el narcotráfico) se está librando con armas no compradas aquí, sino en mi país. Como dije antes, y es algo que el presidente Calderón y yo reconocemos firmemente, no se puede combatir esta guerra con una sola mano, no se puede simplemente tener un esfuerzo del lado de México y no de Estados Unidos’… En marzo de 2011, en un encuentro entre Calderón y Obama en Washington, el presidente norteamericano dijo: ‘Estamos muy conscientes que la batalla que el presidente Calderón está combatiendo no es sólo su batalla, también es nuestra. Tenemos que asumir responsabilidad, así como él ha asumido responsabilidad’”.

Podría entregarle más citas por el estilo al lector, pero creo que la hipótesis está demostrada. No le cuesta nada a Estados Unidos admitir su responsabilidad si existe un amplio consenso en ese país sobre la imperiosa necesidad de… no hacer nada al respecto. Incluso ahora, con la llamada epidemia de opioides, es altamente improbable que los norteamericanos hagan lo único que podría resultar eficaz: legalizar bajo una muy estricta supervisión la heroína, el fentanyl y otros potentes analgésicos como el oxycontin, cuyas restricciones recientes para ser recetado lo han convertido prácticamente en un fármaco ilegal.

El problema es que a casi 40 años de la primera declaración de un presidente estadounidense sobre la exigencia de que su país haga la tarea, sabemos que no la va a hacer. Y si somos honestos, sabemos también que la sociedad norteamericana, dentro de su hipocresía tan redituable, tiene razón. Quisiera que cada político o funcionario mexicano se formulara la siguiente pregunta: Si se hubiera permitido en California el voto de ciudadanos mexicanos en noviembre pasado sobre la legislación recreativa de la mariguana, ¿cómo hubieran votado?

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