La extraña manera de decidir quién aspirará al cargo de jefe de Gobierno de la Ciudad de México por parte de Morena, es el primer acontecimiento que inserta algún tipo de incertidumbre en la sucesión presidencial de 2018. Hasta ahora, nada ha perturbado la inercia de las encuestas, de los partidos y del sentimiento de los mexicanos. Ahora tal vez sí.
Primero, porque Andrés Manuel López Obrador volvió a ostentar, casi con orgullo, el carácter unipersonal de las decisiones de Morena. La encuesta en cuestión no vale gran cosa, por todos los motivos que se han mencionado en otras páginas, y sobre todo porque un nivel tan elevado de no respuesta invalida el resultado. Y este nuevo recurso al mando autoritario puede perjudicar a AMLO, afectando la impresión que de él pueda tener no sus fieles seguidores, pero sí los 5-7% de posibles votantes morenistas que hoy permanecen en la indecisión.
Pero el efecto más importante que puede generar el “caso CDMX” estriba en la reacción que frente al mismo tengan el perdedor, a saber, Ricardo Monreal, y los posibles ganadores, a saber, los sectores potencialmente integrantes del Frente Amplio doblemente opositor (al PRI y a AMLO). Todo indica que Monreal quiere pelear la decisión de su (¿ex?) jefe, y también que Andrés Manuel no dará vuelta atrás. Por lo tanto, existen elevadas probabilidades de que Monreal, quien ha mostrado un notable don de ubicuidad en cuanto a filiación partidista se refiere, busque ser candidato al segundo cargo electoral del país por otra vía, y que según cual resulte, fortalezca enormemente al Frente, o lo entierre de manera definitiva.
Monreal podría ser un candidato altamente competitivo de un frente PAN-PRD-MC en la Ciudad de México. Quizás no gane, pero le arrimaría muchos votos al candidato o a la candidata presidencial de dicho frente, y obligaría a AMLO a hacer campaña en el exDistrito Federal, porque ya no lo tendría ganado su candidata. Y en una de esas, Monreal la vence, ya que tiene una experiencia de campaña superior. Pero para que eso suceda, los constructores del Frente tendrían que superar varios obstáculos.
Menciono dos, ambos de verdad: si de candidatos del Frente se trata, Alejandra Barrales puede decir con toda razón que ella es mano; y tanto el PAN como muchas asociaciones “ciudadanas” partidarias del Frente han entrado en varias colisiones con Monreal sobre varios temas, en muchos casos con razón también. A su vez, Monreal se vería obligado a desdecirse de algunas de sus diatribas antiPAN, antiPRD y antialgunos grupos de la llamada sociedad civil que deben participar en el Frente. No está fácil.
Pero si Monreal prefiere seducir al PRD y a MC solos, y lo logra, crea una situación compleja, o inmanejable, para el PAN y los partidarios del Frente. No es imposible que haya Frente a nivel presidencial, legislativo y en algunas de las 9 gubernaturas en juego en el 2018, sin que la CDMX sea una de ellas. Pero es mucho más difícil. O hasta inviable. Y tampoco es sencillo que el PRD y Movimiento Ciudadano resistan la tentación de “fichar” a Monreal, sin el PAN ni “sociedad civil”, sobre todo si lo combinan con un candidato potente como Enrique Alfaro, en Jalisco, y Miguel Ángel Mancera para la Presidencia por el llamado cuarto polo. De allí resultarían muchas diputaciones, senadurías y prerrogativas. No se gana, pero no es cualquier cosa. Y sin el Frente, AMLO es presidente. ¿O será ese el sentido de la jugada?