Ícono del sitio Jorge Castañeda

La viabilidad del Frente (II)

El Financiero

Héctor de Mauleón relató la semana pasada en su columna de El Universal los pormenores de la discusión entre los líderes del Frente –seguramente con su anuencia– sobre las posibles vías para seleccionar a los principales candidatos del mismo. Huelga decir que hay una candidatura más trascendente que otras, pero las demás –nueve gubernaturas, incluyendo CDMX, liderazgos del Senado, de la Cámara y de la Asamblea capitalina, presidencias municipales de las ciudades más grandes del país– no son despreciables.

Según De Mauleón, una de las propuestas consistiría en crear varios criterios ponderados, que comprendieran encuestas, debates, votaciones de direcciones y de asambleas estatales de los partidos, primarias, y alguna ponderación para los grupos y personalidades de las organizaciones de la sociedad civil (OSC). La ventaja de este procedimiento residiría en su transparencia, en la legitimación de las candidaturas así seleccionadas y en su apertura. Podrían participar aspirantes de los tres partidos, pero también contendientes sin partido, habiendo sido candidatos independientes o no. Se trata de un mecanismo más elaborado, algunos dirían más alambicado, que el que propuso Héctor Aguilar Camín hace un par de meses.

Otras voces dentro del Frente, o cercanas, proponen un esquema diferente. Y anteponen sus razones de fondo a sus detalles concretos. Las primarias en México, cualquiera que sea su presentación específica, dividen: ver lo que sucedió con Morena y Monreal. Es una vieja tesis de Carlos Salinas, probablemente acertada. Los perdedores casi siempre se arden, y los ganadores no suelen ser magnánimos.

En el caso del Frente, sin embargo, existirían varios riesgos inherentes al esquema descrito por De Mauleón. La clave del éxito yace en la conservación de los electorados partidistas por los candidatos escogidos. De nada sirve un procedimiento democrático, abierto y transparente, si desemboca en una candidatura panista inaceptable para los votantes del PRD (Margarita Zavala) o perredista, rechazada por los electores panistas (Miguel Ángel Mancera). En un esquema como el descrito, el peligro existe. La mayor objeción a este respecto se refiere al posible corrimiento de los votantes del PRD hacia Andrés Manuel López Obrador, que es su querencia natural.

Para evitar ese desplazamiento, y el consiguiente desplome del PRD, hay voces que cuentan más que otras. Cuauhtémoc Cárdenas no es miembro del partido, y se ha alejado mucho del mismo. Pero para la base perredista sigue siendo un referente. Si hubiera una candidatura del PAN o sin partido que él apoyara, y que desde luego también contara con la aceptación de las tres organizaciones y de otras voces representativas, podrían pesar más estas virtudes que el emanar de un proceso democrático. Conviene recordar, por cierto, que ni el PRI ni Morena celebrarán un proceso de esa índole.

Para lograr todo esto, los partidarios de la segunda vía preferirían que se reúnan los liderazgos de los tres partidos, más, en su caso, un representante de cada uno del activismo social, de la intelectualidad y del empresariado, y se encerraran hasta que saliera humo blanco. No sólo para la candidatura presidencial, sino también para todos los cargos principales de elección popular, de la campaña, y hasta del gobierno si se ganara.

Lo esencial no es cuál de los métodos resulte preferible. Ambos, y otros más, revisten ventajas e inconvenientes. Importa más que los dirigentes de los partidos, junto con sus aliados y colaboradores, estén discutiendo el fondo del dilema, el detalle, soluciones ingeniosas y otras más tradicionales, y en términos pragmáticos. Nadie sabe, por supuesto, cuál será el desenlace. Pero todo indica que tanto el tema del proceso de selección de candidatos, como las necesarias virtudes y las inevitables deficiencias de todos los posibles, se encuentran en el tablero de control de los creadores del Frente.

Salir de la versión móvil