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Los nexos con Francia

El Financiero

Jorge G. Castañeda

El miércoles concluyeron mis funciones como copresidente del Consejo Estratégico Franco-Mexicano, creado en 2013 por los presidentes Peña Nieto y Hollande, para componer y recomponer las relaciones de todo tipo entre Francia y México, llevadas a su punto más bajo en años por Nicolás Sarkozy y Felipe Calderón. Durante estos cuatro años, llevamos a cabo una gran cantidad de reuniones, actividades e iniciativas, unas que prosperaron y otras que no.

A partir de ahora, el Consejo será copresidido por dos empresarios: Fernando Chico Pardo, de México, y Pierre André de Chalendar, de Francia. Ha sido ampliado, sobre todo para incluir a más mujeres, y seguirá trabajando para tratar de darle un carácter más estratégico a la relación entre ambos países. Durante las reuniones en la Cancillería, en presencia de los dos ministros de Relaciones Exteriores, y en Los Pinos, frente a Peña Nieto, tuvimos la oportunidad mi colega Philippe Faure y yo de hacer a la vez un balance de lo que se pudo llevar a cabo, y también de tomar nota de los pendientes, un eufemismo para no decir fracasos.

Los logros fueron principalmente en materia psicológica, cultural, educativa y de salud. Psicológicos, en cuanto a que el lamentable estado de las relaciones en 2012 se compuso y se llegó al punto de que la cordialidad y la franqueza o sinceridad que hay entre los dos presidentes, sus ministros y sus gobiernos son de las más cercanas en el mundo, para México por lo menos. En lo cultural, se pudieron llevar a cabo iniciativas emblemáticas, como la construcción e inauguración del monumento en homenaje a Carlos Fuentes frente a Ciudad Slim, y la extraordinaria exposición mexicana en el Grand Palais el año pasado. En materia de salud, se avanzó mucho en lo tocante a las relaciones entre el Seguro Social y la empresa Hôpitaux de Paris. Y en el rubro educativo, se abrió una filial de la Universidad de Compiègne en México, y se llevaron a cabo una gran cantidad de intercambios, buscando aumentar –no siempre con éxito– el número de estudiantes mexicanos en Francia.

En materia económica, comercial, financiera y de turismo, aunque sí se avanzó, la verdad es que no resultó tan factible incrementar los números, las alianzas estratégicas, las asociaciones o las ventas de unos a otros y otros a unos. Quisiera poder afirmar que esto fue una responsabilidad compartida, y que ni un gobierno o el otro carga la culpa de las insuficiencias. No estoy del todo convencido, sin embargo.

En efecto, para Francia, la relación con México puede ser “estratégica” en los foros multilaterales, o frente a otros países de América Latina, pero en última instancia, tratándose de una potencia claramente mercantilista, su objetivo principal consiste en vender sus abarrotes: armas, aviones, energía nuclear, etc. Para México, adentrarnos de verdad en un vínculo estratégico con un país como Francia significa, o bien hacer a un lado lo comercial y las inversiones y transferencia tecnológica, y centrarnos en lo político y cultural, o bien realizar un esfuerzo particular para reorientar una parte de nuestras compras y acuerdos en estos rubros de otro país (Estados Unidos), a Francia. La responsabilidad de efectuar un giro de esta naturaleza nos toca a nosotros, y no pudimos cumplirla.

El reto reside en la definición de la palabra “estratégico”. Para que una relación que no lo es comience a serlo, cualquier país debe aceptar ciertos sacrificios. O renuncia a vínculos anteriores más o menos confesables con otras naciones, o se verá obligado a tomar decisiones que no respondan sólo a criterios económicos, aunque el ámbito de la decisión sea estrictamente económico. A lo largo de muchos sexenios, no hemos podido tomar ese tipo de decisiones, aunque cada Presidente se lo ha propuesto (Peña Nieto, con el tren chino a Querétaro, por ejemplo).

De cualquier manera, la idea de un consejo de esta índole es buena, y debiera reproducirse con otros países. Nunca nadie quedará totalmente satisfecho, pero buscar cómo acercar a sociedades, además de a gobiernos, es un propósito recomendable en materia de política exterior.

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