Jorge G. Castañeda
La renuncia de Germán Martínez a la dirección del IMSS se supo en una comida hace una decena de días. Dijo, según testigos presenciales, que iba a renunciar porque si bien López Obrador tenía todo el derecho de efectuar una serie de recortes demoledores al personal, al gasto, al proyecto del IMSS, y transferir esos recursos a Pemex, él tenía todo el derecho de no ser el agente de esa salvajada. Detalles más, detalles menos es lo que cuenta Martínez en su carta de renuncia, salvo que lo hace a la mexicana: los malos son los de Hacienda. A López Obrador simplemente no le llega la información de las fechorías de la dictadura de la SHCP.
En realidad, el fondo del asunto es la hipercentralización del gobierno que están llevando a cabo Presidencia y Hacienda. El haber eliminado la función de los oficiales mayores en las secretarías para que sólo haya enviados de Hacienda en cada dependencia, puede, en efecto, reducir la corrupción en las dependencias que gastan mucho dinero. Pero entraña una parálisis completa y un gran temor por parte de los demás funcionarios de gastar lo que tienen que gastar. Sin hablar de que, en muchos casos, los enviados de Hacienda son unos auténticos trogloditas, ya no los integrantes de la tecnocracia hacendaria, sino los nuevos cuadros de Morena. La centralización de todas las compras en la Oficialía Mayor de Hacienda crea una segunda complicación. Todo se compra en Hacienda, todo lo decide la oficial Mayor junto con el secretario. Pero las dimensiones del Estado mexicano son tales, que pensar que se puede hacer eso, sin paralizar al gobierno, es aberrante.
Ahora bien, junto con toda esta hipercentralización en Hacienda, se está produciendo una centralización en Presidencia que llega a niveles de caricatura. Hay dos ejemplos en los que quisiera centrarme porque son sintomáticos. López Obrador reveló hace un par de días que desde que decidió que él iba a palomear cada comisión al extranjero de cualquier funcionario del gobierno, recibió en los primeros días 100 solicitudes de funcionarios para viajar al extranjero y sólo aprobó 20. No puede haber peor uso del tiempo del Presidente, que palomear viáticos.
Hay muchísimos funcionarios que tienen que atender compromisos internacionales de México, no sólo desde la Cancillería, sino en cada dependencia. Existe una cierta especialización: es difícil que Salud atienda sus compromisos en la OPS o en la OMS sin que vayan sus funcionarios; lo mismo sucede con la OIT y la Secretaría del Trabajo; con la PGR –ahora Fiscalía– o la Secretaría de Seguridad Pública, con la infinidad de reuniones que hay. Si López Obrador va a aprobar las comisiones de cada secretaría, lo único que va a suceder es que no van a viajar los funcionarios. Van a atender los compromisos o bien un funcionario de la Cancillería en la sede de la organización internacional a la que se asista, o simplemente nadie.
El otro caso, ese sí francamente divertido, es el de María Novaro, directora de Imcine, que financia, a través de los mecanismos del fisco, la realización de películas en México. También debe acudir a una serie de festivales de cine en el mundo.
¿Quién va generalmente a los festivales de cine? Pues básicamente gente fifí: actores y actrices, directores y productores de cine, empresarios, músicos, camarógrafos; en fin, a los festivales de cine va gente de cine. Algunos son muy importantes, otros lo son menos. Pero desde la Segunda Guerra Mundial, por lo menos, el principal festival de cine del mundo tiene lugar en Cannes, en la Riviera Francesa. Un lugar muy fifí, lleno de hoteles caros, de playas con modelos, de fiestas, de champaña, de caviar; es el gran festival. Que, por cierto, en esta ocasión tiene a un mexicano como presidente del jurado: Alejandro González Iñárritu.
Pues María Novaro ya se había ido a Cannes, acompañada de tres funcionarios de Imcine, según El Sol de México, pero resultó que no había solicitado autorización de Palacio para el viaje. Cuando se enteraron ahí de que se había desplazado sin permiso, la obligaron a regresar. En otras palabras, se le prohibió a la directora de Imcine ir al principal festival de cine del mundo.
Quizás lo que pensaba López Obrador, o quien la mandó traer de vuelta a México desde Cannes, es que, si hay un par de festivales de cine importantes en México, como el de Morelia y Guadalajara, pues que el Imcine vaya a esos y no ande gastando dinero del pueblo en Cannes. Pues sí, puede tener mucho sentido eso, pero también puede uno preguntarse si realmente queremos volvernos Tabasco en el mundo, porque en el año de México en el cine mundial, no sé si este tipo de conductas sea la más sensata.