Jorge G. Castañeda
Al empezar, en Noruega, con cierta seriedad los contactos entre el presidente Guaidó, de Venezuela, con el usurpador Nicolás Maduro, uno puede pensar que comienza ya a divisarse una salida a la terrible tragedia que azota a ese país. Claro, existe el riesgo de que otra vez Maduro y el chavismo aprovechen el supuesto diálogo para eternizarse en el poder; así mismo puede resquebrajarse el frente internacional de apoyo a Guaidó si empiezan unos países a pedirle mayores concesiones y otros países a exigirle que se mantenga firme. Pero el verdadero problema, quizás no se encuentre en Venezuela, sino en Cuba.
Una serie de pláticas en Washington, Nueva York y en México con personas cercanas al gobierno de Donald Trump y con ciertos sectores republicanos de Florida, llevan a pensar que la postura de la administración Trump frente a Venezuela, en el fondo, es una mera finta. Muchos piensan que el verdadero objetivo de la Casa Blanca y sobre todo del Consejero de Seguridad Nacional, John Bolton y del senador cubano-americano por Florida, Marco Rubio, es el gobierno de Raúl Castro y de Miguel Díaz-Canel, en La Habana. Podría parecer absurdo que, al cabo de casi 60 años de intentos por lograr un cambio de régimen en la isla, los norteamericanos quieran volver a intentarlo. Sin embargo, hay motivos para creer que de eso se trata.
Hasta donde entiendo, el cálculo de estos personajes en Washington, es que existen hoy en Cuba, elementos nuevos, anteriormente ausentes, para convencerse de que un nuevo intento de derrocamiento es viable. En primer lugar, antes que nada, desde luego, la ausencia de Fidel Castro. Conviene recordar, que en cada uno de los momentos más difíciles que ha vivido la dictadura cubana, el mantenimiento de la misma se debió al involucramiento personal de Fidel Castro. La última vez fue, desde luego, El Maleconazo en agosto de 1994, en pleno periodo especial, provocado por la caída de la Unión Soviética y el fin del subsidio de Moscú al régimen castrista. Hoy ya no está Fidel, ni Raúl tiene la capacidad de pararse frente a la gente y disuadirlos de cualquier tipo de motín, y Díaz-Canel, desde luego que carece por completo de esa capacidad.
Segundo elemento: la situación económica en Cuba se ha agravado seriamente durante los últimos meses. Apenas hace unas dos semanas se reintrodujo el racionamiento de algunos productos primera necesidad como huevo, pollo, jabón, leche. El desabastecimiento ya es una realidad renovada. De la misma manera, la reducción draconiana de los envíos de petróleo de Venezuela a La Habana ha generado una serie de apagones que se van a agudizar seguramente durante el verano. No existe ninguna alternativa ahorita para la dictadura, ya que la única posible, que sería el gobierno de López Obrador en México, no está en condiciones de hacerlo. Al grado que cuando vino a México el canciller cubano Bruno Rodríguez, hace un par de semanas, ni siquiera lo recibió el Presidente.
En tercer lugar, las medidas de la administración Trump para revertir la normalización de Obama sí pueden surtir cierto efecto. Se trata de limitaciones al envío de remesas –quizás la medida menos importante– aunado a los crecientes obstáculos impuestos por el gobierno de Estados Unidos al turismo norteamericano en Cuba; y sobre todo la no suspensión de los llamados títulos III y IV de la Ley Helms-Burton de 1995 y que actúan como un disuasivo muy importante para la inversión no sólo norteamericana sino europea y también latinoamericana.
En cuarto lugar, el mismo drama venezolano repercute en Cuba. No solo por la reducción de las entregas de petróleo, tanto para consumo cubano como para reexportación, y también con motivo de la restricción de divisas en Venezuela que probablemente ha generado una disminución del pago venezolano por todo el dispositivo médico, deportivo, de inteligencia y de seguridad cubano en Venezuela. Todo esto no tiene mayor sustitución posible.
La gente que cree estar enterada en Washington, en México, en Nueva York, concluye de todo esto, que el verdadero objetivo de Trump, Bolton y Rubio, es La Habana. Sostienen que seguramente se equivocan pero que no carece de cierta lógica su posición. Les están brillando los ojitos. Venezuela en esta hipótesis, como dije, sería una mera finta. El verdadero objetivo, es La Habana.