Jorge G. Castañeda
En los próximos días la Cámara de Diputados se reunirá en sesión extraordinaria para ratificar al nuevo secretario de Hacienda. Como Morena cuenta con una amplia mayoría, no se encuentra en duda la aprobación de Arturo Herrera como titular. Lo único relevante del proceso estribará, por un lado, en las respuestas que Herrera pueda ofrecer a preguntas derivadas de la carta de renuncia y de la entrevista de su predecesor, y en la manera en que votarán los partidos de oposición.
En un reportaje on-line del diario Reforma del domingo, tanto el líder de Morena en la Cámara baja, Mario Delgado, como Alfonso Ramírez Cuellar, presidente de la Comisión de Hacienda, dan a entender que la ratificación podrá ser por unanimidad. En otras palabras, anuncian que los diputados del PAN, del PRI, del PRD y de MC votarán a favor de Herrera.
Qué hacer en estos casos siempre encierra un dilema para cualquier oposición. Votar a favor de alguien que en principio reúne los requisitos técnicos pertinentes, y que moral y profesionalmente no presenta objeciones evidentes, implica, sin embargo, avalar una política determinada, quiérase o no. Votar en contra, por oponerse a esa política determinada, lleva a cuestionar a una persona a quien el presidente tiene todo el derecho a designar, y que no presenta ninguna objeción personal para ocupar el cargo en cuestión.
En la mayoría de las democracias con régimen presidencial –el problema no se presenta en los regímenes parlamentarios– las oposiciones oscilan entre el voto contrario sistemático y la aprobación ‘leal’ y de ‘Estado’. ¿Qué deben hacer PAN, PRI y MC con Herrera, es decir, con López Obrador y la 4T?
En mi opinión, deben votar en contra. No porque su pronunciamiento haga la diferencia. Herrera será el próximo secretario de Hacienda. No porque la persona carezca de méritos para ocupar el cargo; sin ser ideal, como lo sugiere ya sistemáticamente el empresariado frente a cualquier decisión del gobierno, pertenece a la medianía del universo de los titulares de Hacienda del último medio siglo: ni al tercio superior ni al tercio inferior. Tampoco porque se piense que Herrera va a definir la política macroeconómica del gobierno; esa se decide en las oficinas de Palacio que ocupa López Obrador, no aquellas donde se instalará Herrera.
Deben votar en contra, en mi opinión, por dos sencillas razones. En primer lugar, porque, en la polarización actual, no le corresponde a la oposición hacerle ninguna concesión al gobierno. Lo correcto es decir no a todo, como lo hizo Andrés Manuel durante dieciocho años. No existe motivo alguno para darle votos a un secretario de Hacienda que pondrá en práctica la política económica de su jefe sin negociar ni consensar absolutamente nada. Tiene el pleno derecho de no hacerlo.
Pero, en segundo lugar, el PAN, el PRI, el PRD y MC deben negarle sus votos a Herrera para que después no les vayan a restregar en la cara su voto a favor. Cuando vengan los siguientes recortes –impuestos por Hacienda–; cuando venga la continuación de las obras de AMLO –financiadas por Hacienda–; cuando venga el siguiente plan de negocios de Pemex –avalado por Hacienda–; cuando vengan los siguientes conflictos con nuestros socios como Canadá –impulsados por Hacienda–; para nada le conviene a la oposición ser asociada con todo esto.
Dirán los tradicionalistas en la oposición: no ratificamos nada de eso, sólo a la persona de Herrera. Suerte con ese tipo de matices frente a Delgado, Muñoz Ledo, Batres y Monreal. Sin hablar de las mañaneras. Un voto en contra es una definición clara, y gratis. Es la que conviene. Dudo que sea la que tenga lugar.