Los bancos y los malls en la 4T

Mucha gente le reclamó una supuesta ignorancia a López Obrador cuando declaró, hace pocos días, que el Banco de México no debía rescatar a empresas con su decisión de cuasi quantitative easing, tan aplaudida en varios sectores. ¿Cómo era posible que el presidente no supiera que el banco central no rescata empresas, sino que únicamente introduce mayores recursos al sistema financiero al comprar papel de distintas naturalezas, pero que no le puede prestar a empresas, mucho menos rescatarlas? No sabe de lo que habla.

A menos de que supiera muy bien, y estuviera lanzando una advertencia velada a la autoridad monetaria, teóricamente autónoma, ante una situación que no ha llegado, pero que podría venir. Los bancos en México —por no llamarlos bancos mexicanos, porque los grandes no lo son— aún no padecen corridas ni graves retos de liquidez. Mucha gente ha aprovechado —con toda razón— las facilidades que han otorgado en materia de hipotecas, tarjetas de crédito, préstamos de corto plazo, etc, postergando pagos; pero la cartera vencida no se ha acercado ni remotamente, por ahora, a los niveles de 1995. El sistema financiero no se ha vista dramáticamente afectado por la crisis económica del coronavirus.

Ilustración: Guillermo Préstegui

Pero hay cadenas de pago que se empiezan a debilitar o a romper. Un ejemplo: los malls. Llevan más de un mes cerrados. Las tiendas anclas —Liverpool, Sears, Palacio- junto con los cines, las boutiques— en muchos casos varias siendo de una misma empresa, como Indetex— los food courts y restoranes, no han ingresado un centavo desde marzo. Otros establecimientos —de telefonía, gadgets en general, etc.— tampoco venden, aunque algunos permanezcan abiertos. En algún momento, todas estas empresas consolidadas, y las individuales que hayan sobrevivido estos años, como en Perisur, dejarán de pagar rentas.

Los dueños de los malls —casi siempre grandes conglomerados diversificados— pueden sobrevivir un tiempo, o sin algunas rentas. Pero difícilmente podrán resistir ;una cancelación de pagos de todos sus locatarios, en todos sus malls, por varios meses. Llegará el momento en que a su vez dejarán de poder pagar sus deudas con sus acreedores: los bancos. Estos, como casi todo en la vida, no son todos iguales.

Las filiales mexicanas de bancos extranjeros —CitiBanamex, BancomerBBVA, Scotia, HSBC— no tendrán problemas. La matriz responderá. Es una de las ventajas de la “extranjerización” que tanto criticó —con algo de razón- Carlos Salinas hace 20 años. Los mexicanos grandes —Banorte— o pertenecientes a grupos grandes —INBURSA— tienen cómo responder. Incluso Santander-México, cuyo accionista principal es español pero es considerado como un banco mexicano, puede aguantar, aunque al tratar de colocar papel hace unos días, no pudo.

¿Pero que sucederá si un banco mexicano regional, mediano, o con sede en la capital, de repente enfrenta dificultades? ¿Si los propietarios de un mall de Irapuato dejan de saldar sus deudas con un banco regional mediano, porque sus locatarios dejaron de pagar, porque sus clientes dejaron de comprar o consumir, porque ellos dejaron de trabajar? Y se difunde el rumor sobre los problemas en los que se encuentra el banco, y los depositantes comienzan a retirar sus depósitos: la clásica corrida. Pues sucede lo que siempre pasa en los países capitalistas. O cierra el banco y los depositantes pierden sus ahorros, o el “banco de bancos” o “pagador de último recurso” entra al quite y rescata a los depositantes, y por supuesto al banco y a sus accionistas. Esa instancia es, obviamente, BANXICO. En México el gobierno, al igual que en Estados Unidos con el FDIC, asegura los depósitos hasta un monto de 400 000 UDIs, más o menos 100 000 dólares al día de hoy, a partir de 1999 y el IPAB. Pero la inyección de liquidez a un banco para hacer frente a todos sus compromisos solo puede provenir de una acción ad hoc del banco central.

A eso, quizás, se refería López Obrador. Cuidado, Díaz de León, con andar rescatando bancos quebrados por tu cuenta. En la era de la 4T, parafraseando al clásico, el Banco de México es autónomo. Pero autónomo, autónomo, autónomo… No.

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