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Las posturas de los países latinoamericanos sobre la invasión rusa de Ucrania: más intereses que ideologías

Las posiciones de los países de América Latina sobre la invasión rusa de Ucrania han ido variando con el tiempo, pero mantienen un par de rasgos característicos. En primer lugar, son posturas dispersas: no hay una uniformidad u homogeneidad de las votaciones de las naciones latinoamericanas en las organizaciones multilaterales. En segundo lugar, son cambiantes según el momento y el foro, pero, al mismo tiempo, son posiciones que reflejan más bien intereses, y no ideologías, simpatías o antipatías. Esto les ha brindado mucha flexibilidad a determinados países de la región, pero también ha dificultado, si no es que imposibilitado, la fijación de un enfoque unificado de los países de América Latina.

Los dos países latinoamericanos que son miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, México y Brasil, es decir, los dos países más grandes de la región, han votado de maneras diferentes en las dos resoluciones del Consejo de Seguridad que se han discutido desde febrero. En la primera, tanto Brasil como México votaron a favor de una resolución de la Asamblea General que exigía el cese de hostilidades y el retiro de las fuerzas rusas.

Más recientemente, finales de septiembre, una nueva resolución en el Consejo de Seguridad presentada por los países occidentales obtuvo de nuevo el voto mexicano a favor, pero Brasil se abstuvo. Después, en la Asamblea General, Brasil votó para condenar la anexión de territorios por parte de Rusia.

En el caso de México, esta votación concuerda en parte con la actitud asumida por ese país en otros foros, aunque no del todo, ni principalmente, con las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha repetido sistemáticamente que México es neutral en este conflicto y no toma partido.

Tratándose de Brasil, el cambio en la posición es difícil de entender, pero corresponde en parte a la demanda brasileña de fertilizantes rusos, y quizás de una mayor injerencia del presidente Jair Bolsonaro, quien había dejado la decisión del voto anterior en manos de la Cancillería brasileña, a la que se le conoce normalmente como Itamaraty.

Ya tratándose de definiciones un poco más categóricas, pero a la vez en foros de menor trascendencia, los países de la región han expresado una multitud de posturas. Por ejemplo, en la víspera de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos, celebrada en Lima del 5 al 7 de octubre, al presentarse una carta para firma de los jefes de delegaciones que asistieron a la reunión, y reiterando el apoyo a Ucrania contra la invasión rusa, varios países latinoamericanos prefirieron no firmar. Entre estos figuran Argentina, Bolivia, Brasil, Honduras y México.

Podría decirse que, con la excepción de Brasil, los demás países poseen en este momento gobiernos de “izquierda”. Pero Chile y Colombia, que en principio también poseen gobiernos de “izquierda”, sí firmaron el texto. En este caso, Brasil mantuvo su segunda posición en el Consejo de Seguridad, pero México, en cambio, prefirió reservar su firma, aunque votó dos veces en la ONU condenando la invasión.

Esto mismo sucedió con México tratándose del intento de excluir a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, y de la exclusión de Rusia también, como observador de la OEA. En ambos casos México votó contra la expulsión de Rusia, aduciendo que era preferible mantenerla cerca, para conservar la posibilidad de un diálogo con Moscú en lugar de excluirla de distintos foros internacionales.

Lo que estos breves ejemplos muestran es la heterogeneidad de las posiciones de la región. Gobiernos de izquierda han condenado a Rusia, y gobiernos de derecha se han negado a condenarla. Pero gobiernos de izquierda también han apoyado a Rusia. Mucho depende de los intereses de cada país y no de su inclinación ideológica.

Asimismo, la variación en el tiempo de los distintos enfoques refleja cambios de política interna o apego a ciertos principios o tradiciones que dificultan tal o cual posición. Esto muestra que, en algunos temas por lo menos, la “nueva marea rosa” en América Latina no necesariamente se concreta en posiciones comunes sobre los grandes temas internacionales. De igual manera, refleja la diversidad de los puntos de vista de los países en la región. Pero, al mismo tiempo, esta diversidad muestra las dificultades de llegar a un consenso entre la mayoría —por lo menos— de los países de la región frente a uno de los conflictos internacionales más importantes de las últimas décadas: la invasión rusa de Ucrania. Así como esto quizás explica por qué el expresidente de Chile Ricardo Lagos, el escritor mexicano Héctor Aguilar Camín y el que escribe utilizamos para nuestro libro que acaba de ser publicado este título: “La nueva soledad de América Latina”.

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