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El embajador de la Maruja

En el foro Mariguana: ¿despenalizar su consumo?, organizado por la Fundación Miguel Alemán (30/07/13), Juan Ramón de la Fuente hizo una inquietante pregunta dirigida a los bienintencionados que se oponen a la regulación de las drogas hoy prohibidas: -¿Qué prefiere un padre que ve a su hijo o hija detenidos por posesión de alguna droga: que los lleven al Ministerio Público o a un médico que les dé terapia? (Cito de memoria porque no encontré ningún video o versión estenográfica del evento, a pesar de la relevancia de sus participantes y de sus exposiciones: el mencionado, Pedro Aspe, Jorge Castañeda, Fernando Gómez Mont, Héctor Aguilar Camín y María Elena Morera).La respuesta es obvia, pero el planteamiento ilustra uno de los múltiples ángulos de la situación generada por el irracional prohibicionismo que hoy impera en México. Es evidente -o debería serlo- que el consumo de estupefacientes es un problema de salud y no delictivo, de la misma manera que el resto de la cadena -producción, transporte y comercio- debiera ser tenido como asunto económico y no policial porque -aun cuando decirlo pudiera sonar provocador- constituye el marco para una importante exportación mexicana.El punto común de los participantes en ese foro reside en la despenalización del consumo del cannabis, particularmente en el DF. Parece un objetivo poco ambicioso porque el consumo de drogas está ya regulado aunque de forma insuficiente, pero en realidad el planteamiento es trascendente. Otra vez, como en tantas cosas de la vida pública, debe aceptarse lo posible sobre lo deseable, porque lo deseable es la regulación de la cadena completa.¿Por qué es trascendente? Porque si se concretara una despenalización amplia del consumo de mariguana en el DF, se iniciaría una ruta semejante a la seguida por 20 estados de la Unión Americana (Illinois es el más reciente) y de la cual Morelos sería probablemente el segundo eslabón, a juzgar por las declaraciones de su gobernador, Graco Ramírez. Las repercusiones sociopolíticas quizá propiciarían un cambio en la política prohibicionista del gobierno federal. Por ello es plausible la postura del jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, de avanzar en ese camino comenzando por el debate, el cual ya está preparando la Asamblea Legislativa del DF.Donde sí acaba de aprobarse una reforma muy ambiciosa es en Uruguay y, si se concreta (la votaron los diputados y faltan los senadores), podría erosionar el prohibicionismo pues quedarían despenalizadas la producción y distribución del cannabis (el consumo ya lo está). El presidente uruguayo, el célebre Pepe Mujica, caracterizó la legalización como un experimento que, si no rinde buen resultado, podría ser revertido. "Nosotros no vamos a decir que la Maruja es buena -declaró Mujica a varios medios-. Lo que pasa es que los que consumen no dan bola a los consejos… y están atrás de la aventura de comprarle al narcotraficante por aquí y por allá porque es clandestino. Y aunque es clandestino, el olor se siente por muchas partes".Mujica ya se apresta a explicar y defender la reforma uruguaya en la ONU. Será un embajador con gran peso moral, dadas las singularidades de su ejercicio del poder, en particular su austeridad sorprendente: cerró la mansión presidencial y se quedó en su modesta chacra (granja) en las afueras de Montevideo, donde vive desde hace años con su esposa, la senadora Lucía Topolansky. Además, dona el 90% de su salario, sobre todo a un programa de vivienda para quienes menos tienen y por eso se le ha llamado "el presidente más pobre del mundo". Pepe, quien no tiene servidumbre y con frecuencia cocina su propia comida, posee dos lujos: un Volkswagen Beetle 1987 y una iPad que le sirve para leer los diarios.Ese hombre irá en septiembre a la ONU a decirle al mundo, entre otras cosas, que los gobiernos siguen deteniendo, encarcelando e interceptando, pero la droga "sigue estando allí porque la tasa de ganancia es enorme y siempre hay gente que se la juega por la ganancia rápida".

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