Es difícil saber si se trata de una mera casualidad o si las últimas revelaciones de corrupción en Pemex forman parte de un patrón sistemático. Los casos de Oceanografía, de Hewlett-Packard y de Evya tienen varias características comunes. Todas involucran a Pemex en momentos recientes. Provienen de operaciones o fraudes más bien ubicados en el sureste. Y sobre todo, las tres se originan en investigaciones iniciadas en EU, por reguladores norteamericanos, a empresas o bancos norteamericanos: Citi y HP.Es cierto que las autoridades mexicanas también han entregado información, y que, a partir de la denuncia inicial, en México se están investigando estos posibles casos de corrupción. Pero no deja de ser significativo que la alarma provenga de EU; que sea posible que estén en camino otras revelaciones. Lo que no queda claro es el motivo de esto, si es que hay una única razón, y qué propósito busca. Tampoco es evidente que haya una clara complicidad de las autoridades norteamericanas con alguna conspiración mexicana, pero ni se puede descartar ni tampoco excluir que la conspiración nazca en EU.Veamos. Existen dos interpretaciones de una conducta unificada, la cual, insisto, no necesariamente prevalece. La primera es un intento de apoyo a la reforma energética de Peña Nieto, mostrando cómo Pemex se ha vuelto a tal grado una empresa pública, podrida, carcomida por la corrupción, ineficiente e incluso con prácticas nocivas para otras firmas, privadas y extranjeras, que la reforma es absolutamente indispensable. Más aún, quizás se quedó corta, en cuanto a la necesidad de proceder con una reorganización y limpia generalizadas desde adentro, y no sólo cambiar el régimen jurídico hacia afuera. De ser así, las acusaciones en EU, repercutidas y promovidas en México, formarían parte de la estrategia del gobierno mexicano para mostrar de manera más contundente la imperiosa urgencia de la reforma.A la inversa, se puede especular lo contrario, es decir, que el alud de acusaciones y datos procedentes de Washington en realidad habría sido transmitido a las autoridades norteamericanas por sectores mexicanos opuestos a la reforma. Al poner en evidencia la "terrible" corrupción en Pemex, estarían ilustrando los peligros de la "privatización", o asociación con capitales privados, nacionales o extranjeros. Se trataría de una advertencia a tirios y troyanos: si se acuestan con Pemex, amanecerán mojados, o en la cárcel, o en el banquillo de los acusados. Además, la opinión pública mexicana se sensibilizaría frente a los riesgos de la reforma energética colocando a Pemex, efectivamente corrupto y corruptor, en contacto con grandes empresas privadas.Lo que es cierto es que los tres casos, más los que se acumulen, han colocado el tema de la corrupción en Pemex en el centro de la discusión sobre la reforma. Por mi parte, una primera conclusión consiste en subrayar la necesidad, y urgencia de la reforma, pero acompañándola de instrumentos de transparencia, rendición de cuentas y vigilancia. Por eso Héctor Aguilar Camín y yo hemos insistido en la salida de Pemex a Bolsa, en México como en NY, para someter a la paraestatal a la camisa de fuerza de la legislación y regulación propia de los mercados de valores. Es cierto que la descontrolada corrupción recién denunciada en Petrobras se ha producido a pesar de su cotización en la Bolsa de NY, y que ésta no es una panacea. Es sólo un instrumento adicional de supervisión.Una segunda conclusión es que si sumamos a estos tres casos el de Walmart de hace un par de años y el de HSBC, debemos aceptar que México se encuentra ya sujeto a una mirada externa, principalmente estadounidense, cada vez más intensa, frecuente y acuciante. Gracias a los medios norteamericanos, a la FCPA, a la SEC, al Congreso de Washington, y a un sinnúmero de agencias norteamericanas, estamos bajo la lupa. La pregunta es si en ausencia de otra lupa en manos mexicanas: sociedad civil, reguladores, legisladores y medios, ¿qué es mejor: un reflector foráneo o ninguno?jorgegcastaneda@gmail.com