La victoria de Jaime Rodríguez, El Bronco, en las elecciones de Nuevo León demuestra tres cosas. Que si existen las condiciones políticas, económicas y sociales propicias, una candidatura independiente puede ser competitiva o incluso victoriosa; que si el candidato reúne características de rechazo al “sistema”, como Fox, ese candidato cosecha los frutos del repudio de la ciudadanía a esa misma partidocracia, y que con financiamiento suficiente, una organización aceitada y una presencia preexistente en la entidad, el candidato independiente puede movilizar a sus votantes e impedir las trampas, mañas y fraudes de los partidos.
Circunstancias propicias: si se trata de un estado, necesita que la capital de la entidad concentre una alta proporción de la población, como Monterrey, Aguascalientes, Tlaxcala y en menor medida Puebla, y para nada por ejemplo en Veracruz o el Edomex. Además se requiere un estado de alta conectividad —redes sociales, internet, etcétera— para poder superar la desventaja que impera en la legislación estatal y nacional en lo que se refiere al acceso a tiempo aire. Y que la entidad debe poseer un nivel educativo muy superior al promedio nacional para que la gente esté más informada y convencida de lo que hace.
Pero lo más importante es que se haya impuesto un bipartidismo o unipartidismo desde hace tiempo. De haber habido alternancia entre partidos realmente distintos desde hace tiempo en NL, quizás la ciudadanía no se hubiera volcado por alguien más. Pero el PRI y el PAN se repartieron ese pastel como para que el rechazo se vuelque hacia ellos, sobre todo tomando en cuenta que se trata de un estado donde la izquierda no existe.
El rechazo al sistema es una condición sine qua non para el triunfo. No basta que haya un candidato independiente “bueno”. Debe imperar un sentimiento de hartazgo con la clase política, los gobernantes y el arreglo institucional existente. Lo hubo en NL. El candidato lo aprovechó. Su ventaja fue que venía del PRI, llevaba 30 años haciendo política, es conocido por la gente, sabe dónde están los votos y cómo conseguirlos y sabe cuáles son las trampas de los demás y cómo pararlas. Y, por último, estuvo presente el tercer factor. Suficiente financiamiento, sobre todo al final —los 47 millones de pesos— para movilizar a la gente y cuidar las casillas. Sin esa capacidad, el triunfo motivado por el rechazo y por la personalidad del candidato no se hubiera consumado en el recuento de la noche. ¿Habrá Bronco en 2018?