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AMLO y Trump

Jorge Castañeda

A todas las barbaridades que ha dicho Trump durante el último año y medio, el magnate sumó en el debate de antier algunas más. Varias sandeces destacan por su mal gusto, ignorancia o insolencia, pero una me parece de antología. Y que debe enorgullecernos a los mexicanos por haber demostrado una vez más nuestra competitividad y sentido de innovación. Ya varios colegas han resaltado nuestra nueva imagen en el exterior.

Me refiero, claro está, a la insistencia de Trump de no aceptar los resultados de la elección si él no gana, y la justificación de su rechazo: los comicios están amañados, los medios conspiran en su contra, se debió prohibir la candidatura de Clinton, van a votar millones de “ilegales” o de muertos en los guetos negros y latinos, y las autoridades no son confiables. Al día siguiente dobló la apuesta y señaló que aceptaría el resultado… a condición de que él ganara. ¿Te suena, querido lector?

Como dije minutos después del debate en el noticiero de Denise Maerker, solo falta un plantón en la Quinta Avenida. El “lópezobradorismo” se ha vuelto un producto de exportación altamente atractivo: ni Obama lo tiene. Aunque se indignen los pejistas, el problema no es si Andrés Manuel o Trump son de izquierda o de derecha (ambos sostienen posiciones tanto conservadoras como progresistas), sino si comparten actitudes semejantes o idénticas ante la democracia, las instituciones, la globalización, las elecciones y el clientelismo. Todo indica que sí.

Más aún, cuando Trump evoca el brexit como antecedente de la sorpresa electoral que tendrá lugar el 8 de noviembre, uno hasta puede escuchar los hipotéticos susurros de AMLO aplaudiendo la salida de Tabasco de la República Mexicana. Exagero, pero el innegable provincianismo de Trump, de los partidarios del “Leave” y de López Obrador los une. La teoría del compló, esgrimida por Trump a propósito de Slim y los banqueros internacionales (con su tinte antisemita que recuerda Los protocolos de los sabios de Sión), se parece como una gota de agua a las teorías de AMLO y de sus seguidores sobre los “vendepatrias”, la mafia en el poder y el sionismo internacional.

Lo peor del caso es que la similitud más impactante proviene de un talento de ambos para tocar fibras de sectores sociales en verdad azotados por la vida y el mundo actuales. El voto de Trump —a pesar de su inminente derrota, no menor a los 50 millones de electores— sí echa raíces en el profundo resentimiento de los varones blancos, de 40 para arriba, sin educación universitaria completa, en pleno desamparo ante la transformación tecnológica norteamericana. El voto de AMLO —de acuerdo con las encuestas, mayoritario hoy— brota del descontento y la ira de millones de mexicanos al margen de los beneficios restringidos de la modernidad globalizada.

Por último, Trump y AMLO se encuentran en el carácter profundamente erróneo de sus propuestas. De ponerse en práctica, solo perjudicarían a la gente que por motivos enigmáticos se reconoce en ellos. En el caso de Trump, no sucederá. En el de Andrés Manuel, parece que sí.

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