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Tres notas chilenas

Jorge Castañeda

En un viaje de pisa y corre a Santiago de Chile, tierra de mis afectos y de mi historia, me impactaron tres anécdotas que viví en compañía de mis amigos chilenos y de mis colegas mexicanos de viaje —Aguilar Camín y Mastretta— ya de muchos años. Las comparto por interesantes.

Al término de un almuerzo con un ex presidente y futuro candidato a la Presidencia, con un ex senador y futuro ministro, y con la actual ministra de Educación, bajamos del departamento del anfitrión a la calle para que cada quien se fuera a su destino. Un amigo ofreció llevarme a mi hotel, en una dirección opuesta a donde iba la ministra de Educación, quien, al pasar un taxi libre en ese momento, decidió tomarlo. Me gustaría ver que algún día, el secretario de Educación en México tomara un taxi, solo o sola, en la calle, sin personal de seguridad y de la manera más natural del mundo.

En espera de eventos regulares en la feria del libro, Aguilar Camín y yo, en compañía de nuestro entrañable amigo, El Gato Gaspar, decidimos que la espera era excesiva y que nos urgía algún consumo etílico moderado antes de nuestro “conversatorio”. Fuimos entonces a una cantina de muy mala muerte pero de gran encanto llamada “La Piojera”. A la hora de pagar, sobre un total de 25 dólares, decidimos dejar en lugar de los 3 dólares que correspondían de propina, 5 más. El mesero, insisto, en un bar de mala muerte, nos respondió: yo estoy aquí trabajando, dejen lo que corresponde y quédense con lo que me ofrezcan, este es mi trabajo. Sigo buscando al mesero mexicano que me diga lo mismo.

Tercera. Hubo elecciones municipales en Chile este domingo y en un rápido recorrido por algunas casillas en el Estadio Nacional, me enteré de algo bastante peculiar para un país en el fondo chovinista y hasta cierto punto medio racista. Resulta que en Chile, desde hace algunos años, el casi millón de inmigrantes (bolivianos, peruanos, colombianos y de todo tipo) si llevan más de cinco años de residencia legal en el país —y todos son legales— pueden votar en las elecciones municipales. Y votan con niveles de participación mucho más elevados que los chilenos.

Chile es un país aburrido. Santiago es una ciudad bellísima en primavera, cuando empiezan a florecer las jacarandas, pero sin gran encanto. Pero qué envidia me da. Y un embajador que combina la institucionalidad y la lealtad personal. Se dice fácil.

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