Jorge Castañeda
Durante una conferencia que organicé en la Universidad de Nueva York a principios de esta semana sobre las implicaciones de la elección de Trump para México y América Latina, el exsubsecretario de Estado para asuntos hemisféricos, Arturo Valenzuela, comentó que le preocupaba más, en el caso de México, la situación financiera que el muro, las deportaciones o el TLCAN. Esta sorprendente afirmación en realidad tiene mucho sentido y puede resultar ser cierta. Por desgracia.
En efecto, Valenzuela y muchos han pensado en estos últimos días que se puede desatar una tormenta perfecta en las semanas y meses venideros que afecte seriamente las finanzas internacionales de nuestro país. Un primer paso ya se dio el miércoles: la previsible y esperada subida de tasas por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos. El Banco de México, con toda razón, siguió al día siguiente con un alza del doble de la de la Fed, sobre un porcentaje ciertamente más alto. Pero esta no será ni mucho menos la última elevación de tasas por el Banco Central norteamericano y cada una de ellas repercutirá sin duda no sólo sobre las finanzas públicas mexicanas, sino también sobre la fortaleza o debilidad del peso. Una segunda consideración que se ha contemplado abarca el posible programa económico de Trump. Si en efecto lleva a cabo una reducción importante de impuestos, como lo ha prometido; si lanza un gran programa de gasto público en infraestructura; si en efecto estas medidas fortalecen aún más al dólar, aunque a larga debiliten la posición externa de Estados Unidos (EU), esto también va a generar presiones muy fuertes para México. Un dólar fuerte frente al resto del mundo también lo es y quizá de manera primordial frente al peso mexicano.
Un tercer elemento en el que insistió Valenzuela con toda razón es que se vislumbra ya en el horizonte una suspensión de pagos o default de Venezuela, ya sea a finales de este mes, ya sea durante el primer trimestre del año entrante. El calendario de pagos de ese pobre país es infernal y simplemente no existen las reservas ni el acceso a créditos internacionales para cumplir. Si bien México obviamente no es Venezuela, un default de esa magnitud afectaría a los mercados emergentes en general y por tanto a México también.
Y Valenzuela, recordando su experiencia en la Casa Blanca en 1995, evocaba el último factor que podría complicarnos enormemente la vida. Se trata desde luego de la salida de capitales de México cuando surge una situación como la hasta aquí descrita. Si a ello se agrega la inevitable incertidumbre vinculada a la renegociación (o no) del TLCAN; la construcción (o no) del muro; las deportaciones masivas (o no) de cientos de miles de mexicanos sin papeles en EU, es posible que inversionistas e incluso ahorradores mexicanos prefieran salirse de pesos, aún con un dólar carísimo, para evitar pérdidas ulteriores. Si esto no nos hubiera sucedido tantas veces en el pasado no nos preocuparía. El problema es que ya hemos visto la película.
No existen buenas opciones para el gobierno frente a este panorama. En parte es producto del manejo de la economía estos últimos cuatro años; en parte tiene que ver con factores totalmente ajenos a esa gestión cuestionada. Pero en efecto, antes de todos los demás peligros que representa Trump para México, está este.
Y por si faltara algo más, las elecciones presidenciales de 2018 y la creciente probabilidad de que gane López Obrador.