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Rumores y más rumores

Encuestas van y vienen, y las esperanzas o desilusiones de los aspirantes a la candidatura presidencial de los dos bloques suben y bajan en función de cada resultado. Pero el paso inexorable de los días lleva a un desenlace fatal: entre el 3 y el 6 de septiembre sabremos de manera definitiva quiénes serán los contendientes de los dos principales bloques. El de Movimiento Ciudadano tal vez se sepa después, pero cada día importa menos.

Ilustración: David Peón

Es obvio que en la recta final circulen versiones, rumores, interpretaciones y sesudos análisis que, en realidad, lo que hacen es formular deseos piadosos de los candidatos. En el caso del Frente Amplio, de nuevo aparecen los vaticinios de una ruptura por parte del PRI, o de una manipulación y distorsión de la elección del 3 de septiembre a favor de la candidatura priista que llegue a la final: Beatriz Paredes o Enrique de la Madrid. Muchos sostienen todavía, sobre todo en el ámbito morenista, que de una manera o de otra Xóchitl Gálvez o bien no será la candidata de la alianza, o bien lo será únicamente del PAN. Todo esto se verá en los días que siguen, pero lo más probable es que todo salga como estaba más o menos previsto. La alianza de los tres partidos se mantendrá, a pesar del pataleo del PRD; probablemente los tres finalistas sean Gálvez, Creel y uno del PRI; y, de acuerdo a los números actuales, de esa última contienda lo más factible es que salga ganando Xóchitl. No habrá ni rupturas, ni traiciones, ni trampas más allá de lo normal, ni grandes sorpresas.

Del lado de Morena sucede lo mismo. Por un lado, proliferan los análisis que vaticinan que al mero final el exsecretario de Gobernación será objeto de un megadedazo por parte de López Obrador, quien le dará la candidatura a pesar de su inclinación anterior por Claudia Sheinbaum. Con un pequeño problema: designar a Adán Augusto López es ponerle la presidencia en bandeja de plata a Xóchitl Gálvez. No hay manera, a pesar de todo el aparato del mundo, de que el tabasqueño pueda ganarle. Pero, sobre todo, no hay forma en que la encuesta de finales de agosto arroje como ganador a alguien que lleva entre diez y veinte puntos abajo desde hace meses, y que no ha mostrado ninguna tendencia a crecer salvo en encuestas que de ninguna manera son confiables. No digo, obviamente, que sea la encuesta la que determine quién será el candidato. El candidato será quien decida López Obrador. Pero la encuesta es la envoltura y tiene que corresponder más o menos al producto que va adentro. Con Adán Augusto simplemente no hay esa correspondencia.

La otra esperanza que nunca muere es la de Ebrard. Siguen dando vueltas dos versiones que buscan mantener viva su candidatura. La primera es que hay una especie de acuerdo secreto entre él y López Obrador, y que al mero final, sobre todo al comprobar que Claudia Sheinbaum no levanta y pueda perder con Xóchitl, López Obrador cambiará de parecer y sustituirá a la exjefa de Gobierno por el excanciller. Huelga decir que nada es imposible en el reino de la 4T, pero pensar que años de preparación, de construcción de una candidatura, de alianzas, de complicidades, de maniobras más o menos legales y éticas, no se cancelan tan fácilmente, ni se echan al cesto de la historia sin mayor dificultad. Ningún presidente priista ha cambiado de parecer dos semanas antes de la decisión final. López Obrador puede ser el primero, pero se antoja difícil.

La segunda versión ebrardista es que sí será Sheinbaum la candidata resultante de la encuesta de principios de septiembre, pero más adelante, en octubre, noviembre o diciembre, o incluso en enero, cuando López Obrador corrobore que su candidata puede perder o va a ser derrotada, va a cambiar de parecer y va a sustituirla con Ebrard. Además de que esto justificaría la aceptación por parte de Ebrard de su derrota —por ahora, muy al estilo Manuel Camacho—, también permite mantener viva la posibilidad de un recambio: como lo mantuvo Camacho en relación a Colosio. López Obrador nunca ha dado señales de cambiar de opinión y no perseverar en sus empeños. Siempre hay una primera vez. Pero dudo que sea esta.

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