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A 40 días de Nochixtlán, nada.

 

Ya se ha dicho en columnas de estas mismas páginas y en varias ocasiones. Pero no está de más repetirlo: la conducta de las autoridades en el caso de Nochixtlán es absolutamente incomprensible a más de un mes de los trágicos acontecimientos. Tal parece que, como los Borbones, el equipo de Enrique Peña Nieto ni aprende ni olvida nada.
Entre autoridades estatales y federales —PGR, PF, Segob y supongo que Presidencia— se están pasando la bolita. Al día siguiente de la tragedia podía parecer verosímil la versión de las autoridades estatales y federales: un grupo de maestros y de manifestantes bloquearon la autopista México-Oaxaca. Llegó la fuerza pública para despejar el bloqueo. Los policías lograron su cometido en 15 minutos y después fueron emboscados por 2mil manifestantes y ahí comenzaron los balazos. Pero a 40 días de los acontecimientos, simplemente ya nada es creíble.
El martes, Arturo Peimbert, titular de la Defensoría de Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca, informó a la Comisión de seguimiento de los hechos de Nochixtlán del Senado lo siguiente: hasta el momento se tienen registrados 198 heridos, de los cuales 43 son agentes y 155 civiles. 84 tienen herida de bala (según el diario Reforma). En CdMx hay 24 heridos con balazos en el abdomen, las extremidades y la cabeza. Varios de ellos conservan el proyectil o esquirlas en el cuerpo. Es decir que a 40 días de la tragedia, en un lugar que queda a 3 o 4 horas de la Ciudad de México, una balacera que dejó 8 o 9 muertos y 84 heridos de bala, no se sabe nada de lo que sucedió.
Por su parte, la PGR informó que “por ahora no se han practicado los dictámenes forenses para establecer si los casquillos corresponden a los agentes y si dispararon contra los manifestantes”. ¿Cómo cuándo piensan practicar dichos dictámenes? Es evidente que, al igual que en Ayotzinapa, no se aseguró la escena del crimen y, por tanto, no parece haber manera de determinar con precisión qué aconteció.
A estas alturas, debemos preguntarnos de dónde provienen los errores garrafales cometidos por este gobierno desde el principio. ¿Son producto de la incompetencia y de la desidia, o de un propósito deliberado de ofrecer una versión distinta a la realidad sucedida? La pregunta que debemos hacernos a estas alturas es, si es lo segundo, entonces ¿de que magnitud han de ser las consecuencias de la verdad si estas son las implicaciones de la mentira? Y si la explicación es más bien la ineptitud, ¿cómo es posible que sigan en sus cargos los mismos responsables?
gaceta@jorgecastaneda.org

 

 

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